La Señal

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       En una cueva decrepita, con cráneos colgantes, plumas de distintos animales, ollas cocinándose y un ambiente oscuro con tímidos usos de gris se encontraba Golem sentado en un trono hecho a base de los huesos de varios de sus enemigos caídos, incluyendo en la cabecera de forma resaltante los cráneos de su hermana Nefry y su marido Tupa. Verlos cuando se dirigía al trono le daba cierto orgullo al recordar que los derroto con facilidad, antes de que tuvieran el poder necesario para detenerlo, apenas y pudieron defenderse unos pocos instantes, es más, no le provocaron ni un mísero rasguño.

Para confrontarlo, los funcionarios más poderosos de El Ministerio debían de unir fuerzas, porque un combate a solas de cualquiera de ellos contra él sería algo suicida para ellos.

Inhalaba humo de una pipa creada a base de huesos de sus mejores amigos en su época de alumno de bien; antes de hacerse más poderoso y querer más poder a toda costa para cumplir su propósito de exterminar a todos los contrarios de El Ministerio y así hacer del mismo la fuerza más implacable del mundo entero.

Recordó vagamente cuando acabo con la vida de sus mejores amigos uno por uno, haciéndolos agonizar de formas atroces para hacerse de más poder, viendo a sus ojos cuando se les diluía la vida. No mucho tiempo antes de ello sentía empatía por la vida de los demás, sin embargo, al tener la visión de un mundo mejor sometido por su poder, se decidió en oscurecer su corazón y hacer valer su misión sin importar el costo de las vidas en el proceso. Sonrió al recordar la muerte de cada uno, no por el cariño que los tuvo, sino porque le parecía divertido el recordar las formas macabras en que terminó con cada uno.

—¿Me mando a llamar señor? —preguntó una mujer al entrar, de apariencia gótica: piel maquillada de blanco, labios de negro al igual que los alrededores de los ojos, una destacable perforación en la ceja izquierda y cabello abundante de negro con puntas blancas.

—Exacto.

—¿Por qué razón?

—Hay dos nuevos elegidos en El Ministerio.

—¿En serio? ¿Cómo lo supo? —preguntó la mujer con sorpresa reflejada en el rostro.

—Con mi vista pude ver como liberaba uno de ellos su poder en una llamarada que alcanzó las nubes.

—Eso es impresionante.

—No te pedí tu opinión —dijo Golem y la miró de manera tan intimidante que la mujer tuvo que ponerse de rodillas y pedirle perdón.

—Ahora al caso. Infíltrate en El Ministerio y déjales de regalo un hechizo especial de envenenamiento y el espejismo más poderoso que puedas.

—Lo haré.

—Quiero que uno muera y el otro quede en coma, ya que por el coma no podrá obtener el poder necesario y además se debilitará, y así no será competencia para mí.

—Lo entiendo.

—Ahora largo Duri—ordenó Golem y ella salió corriendo de la cueva. Al salir se quedó a contemplar un segundo el exterior, en cual se mostraba la punta de una alta montaña rocosa, con mucha vegetación alrededor, miró el vacío del precipicio de ella, por el que se notaba solo árboles al fondo, y se lanzó abajo.

Golem adentro se quedó meditativo, tratando de idear su futuro perfecto, lo difícil, es que debía de hallar un alumno Runauturunco de corazón puro, lo que era muy difícil, más en los tiempos de hoy según él creía.

La esperanza es lo último que se pierde

Para peor aún ese Runauturunco debía de someterse a él, algo que no hizo su hermana en el pasado, por eso la tuvo que asesinar, sabiéndose además de que podría representar un peligro para él si alcanzaba obtener el poder suficiente junto con su marido Tupa.

Nadie me detendrá, soy imparable

Tomaba sus precauciones si, aunque sus poderes eran muy difíciles de alcanzar y sobre todo superar. Marcos y Darby aún estaban lejanos a poder hacerle frente en una disputa. Él incluso lo sabía, igual no requería tomarse las molestias de exterminarlos el mismo, para eso tenía a sus seguidores. Los cuales eran todos desterrados de El Ministerio, sobrevivientes que el mismo rescató y sanó sus heridas de muerte, dado que en El Ministerio cuando uno es desterrado, es por algún hecho atroz realizado o incumplimiento de manera desmedida de alguna de las reglas fundamentales, lo que llevaba a una persecución para acabar con la vida del desterrado y lanzar su cuerpo muy lejos de El Ministerio. Golem salvó la vida de varios de ellos y a otros no los pudo ayudar, porque sus heridas eran irremediables y morirían sin poder hacer nada al respecto. A los que salvó los mantuvo en tratamiento para que recuperaran sus poderes, energías y vitalidad mucho mejor que antes, creando así seres muy poderosos, a pesar de no poder convertirse más en Lobisón o Runauturunco. Inclusive los hizo tan fuertes que superaron por mucho el nivel que tenían cuando se transformaban antes. Ellos contentos con la nueva oportunidad de vida y su poder más agigantado lo tomaron como un rey, un líder, su mesías, su salvador, al cual le debían la vida y el todo su respeto.

Golem no solo se sentía poderoso, lo era. Tenía el orgullo y el egocentrismo por las nubes, al igual que su autoestima. No se iba dejar llevar nunca por el miedo. Solo era una sabia precaución en el caso de los elegidos. Se estaba muy confiado en su visión, poderes y seguidores siempre, aunque ellos existieran.

—No serán problema —musitó para sus adentros.

En absoluto

EL MINISTERIO: GolemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora