El parto había resultado relativamente fácil.
Considerando que era su primer bebé y que había pasado los primeros meses de gestación prácticamente vomitando todo lo que comía, el parto había sido la parte más sencilla de su embarazo. Claro que esto también lo atribuía al hecho de que su esposo había insistido en estar con él en la habitación mientras él luchaba para traer al mundo al hijo de ambos, rompiendo la costumbre de mantener alejados a los alfas mientras sus omegas parían a sus hijos.
Pero Lucerys nunca había esperado otra cosa de su amado esposo.
No por nada el Príncipe Aemond Targaryen era reconocido en los Siete Reinos como el alfa más dedicado y más amoroso. Al menos así era con su omega, ya que para el resto de los cortesanos y del pueblo llano el rubio príncipe era visto como alguien frio y hasta algo violento. Casi como una copia exacta de su tío Daemon Targaryen, otro alfa poderoso e intimidante que solo se suavizaba ante la presencia de su esposa, la reina Rhaenyra y sus hijos.
Y ahora se encontraban ahí, sentados lado a lado, contemplando maravillados a su primer hijo, el heredero de ambos príncipes al trono de Marcaderiva y con suerte, el primero de muchos hijos que tendría la joven pareja.
- ¿Qué nombre le pondrán? - había preguntado la madre de Lucerys, una vez se le concedió a ella y a Alicent, la Reina Viuda y madre de Aemond, permiso para entrar a la habitación de sus hijo. Era bien sabido que si bien los alfas no solían acompañar a sus parejas mientras daban a luz, estos tampoco permitían la presencia de otras personas, sin importar que fuera un familiar o en caso de Rhaenyra, la gobernante de los Siete Reinos.
- Laenor. Se llamará Laenor Velaryon, madre. - le respondió un alegre Lucerys, quien a pesar de estar exhausto por el parto, no podía dejar de mirar a su cachorro.
El nombre del bebe no sorprendió a ninguna de las dos mujeres. Lucerys había tenido un lazo muy especial con su padre Laenor y sabían que ésta era su forma de honrar su memoria, así como también de alegrar el corazón de la Serpiente Marina, que tanto había amado a sus hijos y aún ahora, años después de sus muertes, los lloraba. En cuanto a su apellido, ambos esposos eran conscientes de que si bien los niños que tuvieran llevarían el apellido Targaryen de su padre alfa, su primogénito y heredero tendría que cambiar su apellido cuando sucediera a Lucerys como cabeza de la familia Velaryon.
Al fin y al cabo, qué importaba el apellido que llevara el bebé, siempre y cuando fuera sano y fuera de ambos, la prueba perfecta del amor que se tenían los príncipes y de todo lo que habían pasado para llegar a ese momento tan dulce y perfecto.
* * * * *
Con el correr de los meses, el pequeño Laenor empezó a demostrar tener una personalidad completamente suya y a la vez muy parecida a la de sus padres.
Había heredado los cabellos rubios platinados de Aemond, pero el poco pelito que tenía, parecía formar ligeras ondas, herencia de su progenitor omega. Incluso sus ojos parecían ser una mezcla de ambos; éstos tenían la forma almendrada de Lucerys, pero eran del mismo color amatista de Aemond y de los Targaryen anteriores a él.
En cuanto a su personalidad, por momentos se mostraba como un pequeño angelito que te sonreía apenas verte, haciendo que todos los miembros de la corte se derritieran con solo mirarlo. Sin embargo, habían momentos en que indiscutiblemente demostraba ser hijo del príncipe Aemond. Así como te sonreía, también podía lanzarte una mirada de completo aburrimiento, como si considerara a todos por debajo de él. A Lucerys no le daba pena admitir que cuando su hijito hacia esos gestos era cuando más lo quería, porque veía en él una copia exacta del dueño de su corazón. Por más que dicho dueño se molestara cuando le hacían saber que su pequeño había mirado mal a algún Lord.
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Adicto a ti
RomanceAemond Targaryen y Lucerys Velaryon, alfa y omega, están felizmente casados y muy enamorados y hace unos meses dieron la bienvenida a su primer hijo, Laenor. Pero ha pasado el tiempo y cada vez que Aemond quiere hacerle el amor a su esposo, este reh...