•. ✶ Capítulo II ✶ .•

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Sabía que su guerra había terminado cuando Harry acabó con Voldemort, así que cuando sintió los gritos y vio la sangre, supo enseguida que esta guerra no era la suya. 

Aunque, si bien no era suya, no era del todo extraña. Había visto pinturas así en museos y libros. Caballeros en armaduras combatiendo a caballo y con estandartes erguidos a la distancia. No, esta no era su guerra, ni sus árboles, ni su cielo, y definitivamente no su ropa. En verdad no sabía de dónde habían salido el estúpido vestido lila y las camelias en el pelo. 

De cualquier forma, ahora no era el tiempo de pensar en aquello. El ambiente era pesado, y no solo por los gritos de soldados a unos cuantos metros de ella. Era pesado porque algo le faltaba. 

No era el aire, porque podía respirar, y tampoco era una dolencia física. A decir verdad, se sentía exageradamente bien para haber sido alcanzada por una maldición oscura. 

No, era algo peor. Faltaba magia en el ambiente. Se parecía un poco a cuando estaba en lugares con mucha tecnología. Por alguna razón, a veces la magia se sentía menor que en otras partes, pero nunca tan evidentemente como acá. Parecía como si la única fuente de magia fuese ella, y era agotador. Por su parte, la poca magia que había se sentía antigua, prehistórica inclusive. Como una fuente que hace siglos no había sido tocada. 

No, ella supo enseguida que esta no era su guerra cuando vio a cuatro hombres peleando. Tenían espadas como en las pinturas, pero este no era un combate amistoso. No podía escuchar nada, pero no dudo lo que sus ojos veían ni por un segundo al ver a uno de los hombres matar a 2. 

Hermione había matado, pero nunca así. Jamás había alzado su varita primero, y nunca espero terminar una vida. Las bajas del lado de los mortífagos debieron ser muy bajas, porque sabía que su lado no era así: ellos peleaban por la vida, no por la muerte. 

Alcanzó a los hombres, y por suerte pudo ver que los dos que habían sido atacados estaban vivos. Si fuese sincera con ella misma, no sabía lo que estaba haciendo. Su cuerpo actuó con voluntad propia al paralizar al hombre rubio y al otro más joven. Tenía miedo, pero por suerte tenía su varita y su bolso con, lo que esperaba, todas sus cosas que había llevado al viaje. 

Salvó a los hombres, que si hubieran tenido que esperar un poco más, hubieran muerto. Vivirían, pero se encontraban débiles. Tendría que darles más pociones, porque las heridas que sufrieron no fueron para apaciguar un ataque, sino para matar. 

Tras devolverlos a la normalidad, le preguntó a los hombres quienes eran, y la respuesta del más joven fue suficiente para romper su mundo. 

-Mi nombre es Robb Stark, hijo de Eddard Stark, señor de Invernalia, señora- el chico parecía tener su edad. Era un niño atormentado por la guerra. Como ella - Los hombres a quienes curó son mis abanderados. Este hombre que trató de matarlos es el matarreyes en persona-.

Esas palabras respondieron a su pregunta silenciosa. Esta no era su guerra, y estos no eran sus árboles, como este no era su cielo, ya que este no era su mundo. Cualquier hechizo que el mortífago hubiera lanzado la había mandado a otro lugar, y uno muy distinto. 

Uno sin magia. 

Miró al rubio, al hombre que trató de asesinar a dos hombres que quisieron proteger a un niño. El supuesto matarreyes. 

- ¿Y será que el matarreyes tiene nombre?- Se sorprendieron. Quien fuera el matarreyes, era muy conocido en este mundo. 

-Jaime Lannister, loca- la palabra la molestó -¿Podrías decirnos quién eres y soltarme de una buena vez?-. Hermione sabía que todos eran amenazas, más cuando la habían visto hacer magia, pero este hombre parecía matar como quien respiraba, así que decidió no lidiar con él. Después de todo, esta no era su guerra, y si el niño en verdad era hijo de un lord, podría hacerse cargo de él. 

La Bruja de las Camelias | Harry Potter X Canción de Hielo y FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora