Dulce espera

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El yerno llega a casa y tras comprobar la ausencia de la familia se encuentra a su suegra, medio desnuda en la cama, pidiendo guerra.

Esta página se está convirtiendo para mí en una especie de catarsis. Así, hace ya unos meses contaba en "De limpieza con mi suegra" lo que yo creía algo extraordinario: Mi primera experiencia extramatrimonial... ¡nada menos que con mi suegra!, una señora de 63 años, 1,55 metros de estatura y con unos pechos y culo que el paso del tiempo han sabido respetar dentro de unos límites más que aceptables. Hoy me he dado cuenta que no soy el único, que no soy excesivamente raro y que, además, cuando uno comienza determinados caminos, en ocasiones es imposible evitar volver a hollarlos.

Pues bien, mi primera experiencia sexual había creado una cierta complicidad entre mi suegra y yo, que, eso sí, no pasaba de furtivas miradas o comentarios en reuniones familiares, que, salvo para nosotros dos, eran absolutamente indescifrables en su auténtico mensaje para el resto de contertulios. Pero, lo que menos sospechaba yo eran las ganas que aún me tenía mi suegra... El día 9 de septiembre de 2000 salí de dudas.

La tarde de aquel inolvidable día me encaminé a casa de mis suegros donde, creía yo, estaban esperándome mi mujer y mis hijos:

- ¡Buenas...! -- exclamé al abrir la puerta, como hacemos todos habitualmente, para advertir de nuestra llegada.

- - - ¡Pasa! -- oí la voz de mi suegra desde la zona de las habitaciones.

- - Cerré la puerta y, mientras me encaminaba hacia el lugar de donde provenía la voz, comencé a decir:

- - - Pero, ¿todavía no han vuelto?.

- - - No, acaban de telefonear y dicen que el abuelo -- así llama mi suegra a su marido cuando habla con su hija o conmigo -- todavía tiene cosas que hacer.

- - - Pues yo traía algo de prisa -- comencé a decir --. Tenía que ir a ...

- - No me salieron más palabras, al empujar la puerta del dormitorio de mis suegros enmudecí. Mi suegra estaba recostada de medio lado en la cama. El albornoz de satén rosa, abierto intencionadamente, dejaba ver sin recato su bien conservado cuerpo: los pechos, aprisionados en un sujetador de encaje con disimulados refuerzos, se erguían turgentes y provocativos; un minúsculo tanga dejaba al descubierto por completo su culo mientras cubría con precisión milimétrica los rizos de su cuidadísimo pubis, todo ello unido a un rostro discretamente maquillado, evidenciaba largos minutos de ensayo para adoptar aquella pose.

- - - No vas a pasar -- me sonrió.

- - - Pero,... y esto ... -- yo no sabía qué decir.

- - - Pues, "esto", es que, el día que me ayudaste a limpiar me quedé con ganas de repetir,... pero de otra manera -- se levantó, y al acercarse a mi noté como inspiraba profundamente y metía barriga para realzar más sus pechos --. Esta vez no estoy sudorosa ni sucia,... pero espero que tú me acabes ensuciando y derritiendo -- susurró de forma voluptuosa.

- - Sin dejarme contestar, ya a mi lado, me plantó un lascivo beso y, a la vez que introducía su lengua en mi boca, hacía lo mismo con su mano en mi bragueta.

- - - ¡Vaya! -- exclamó -- veo que ya estas preparado.

- - - ¡Mujer...! -- contesté, aturdido todavía -- ¿cómo quieres que esté?.

- - Pero mi suegra ya estaba en el disparadero y no atendía. Con un suave movimiento de hombros echó hacia atrás el albornoz y este se deslizó blandamente hasta sus pies. Se arrodilló sobre él y, sacándome la polla del pantalón, comenzó a realizarme una descomunal mamada.

- - Con tierno primor, se introdujo sucesivamente los huevos en su boca, luego recorrió con su húmeda lengua mi endurecida tranca, más tarde chupó, con inusitada delicadez, el glande y, finalmente, se tragó "todo" hasta el fondo de su garganta,...

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