depois que começar não se arrepende

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Jung Hoseok es considerado el mejor profesor que la academia de artes ha tenido. Los alumnos lo aman e idolatran. Siendo así la envidia de los otros profesores.

Éste sin embargo, simplemente hace lo que le gusta y si se lleva bien con sus alumnos, lo considera pura suerte. Si es amado o odiado, no le importa siempre y cuando siga bailando.

Creció en los barrios humildes de Brasil. Su madre coreana, conoció a su padre brasilero y se fue a vivir con él.

En su barrio, el funk era un genero bastante bailado y fue lo primero que lo llevó a la pista de baile. Cuanto más bailaba, más libre y feliz se sentía. A cada paso, un alivio. A cada giro, se sentía aceptado. Y a cada caída, una sonrisa nacía de sus labios al ser animado por sus amigos.

Nunca se sintió tan vivo como cuando bailaba. En Brasil apoyaban mucho los bailes de calle, empero, decidió ir a Seúl a ingresar en las mejores academias.

Su madre que conocía mejor Seúl, vivió con él hasta que este empezó a valerse por sí mismo.

Y hoy en día, tiene como 10 premios de competiciones y honores que recibió por ser el mejor bailarín.

Estaba acomodando sus cosas en su mochila cuando notó que su mejor alumno, entró a la sala.

—¡hola, Jiminie!— ambos chocaron los puños y el pelirrosa dejó sus cosas en el suelo.

—hola, profesor Hobi ¿qué haremos hoy?

—aún no lo sé, tal vez algo aleatorio se me ocurra— dio de hombros empezando a estirarse.

—cuando usted piensa en algo aleatorio— Empezó a decir posicionado a unos metros para estirarse también frente al gran espejo. —no lo sé, alguno de mis huesos se rompe.

—cierto, pero te advertí que te ibas a lastimar el tobillo y no me hiciste caso— le recriminó al recordar que a Jimin se le ocurrió un paso demasiado descordinado que lo hizo torcer su tobillo y sus compañeros apenas ganaron unos moratones. —pero tranquilo, no pasará nada esta vez.

Jimin asintió y sus ojos fueron en dirección a la puerta donde un chico de cabello rubio acababa de entrar con una paleta azul en la boca.

—Buenas tardes, Yoonie— le sonrió y el pálido le guiñó haciendo que se sonroje y su profesor se voltee para verlo.

Yoongi sacó la paletita de su boca y le dio una gran sonrisa al profesor.

—Buenas tardes, Jiminie. Hola, profesor Hoseok— relamió su labio inferior haciendo al profesor tragar saliva.

Jimin volteó los ojos. Todos los días la misma historia: Yoongi llega, finge que vino a bailar y provoca sexualmente a su profesor. Por favor, todos saben que estos dos se quieren comer y sólo quedan en esa, debería darles un empujón...

Oh... debería darles un empujón.

Se mordió el labio ideando algo, pediría la ayuda de sus compañeros para realizar su plan.

Hoy los haría coger sí o sí.

Vaya, sentía que iba a hacer dos adolescentes confesarse.

Yoongi tenía la costumbre de traer una camisa blanca holgada para cuando empiece a sudar se le pegue y se noten sus pezones. También usaba pantalones un poco pegados a sus finas piernas, aunque también bermudas cortas hasta la mitad de su muslo. Como la de color negro de hoy.

Yoongi se puso frente al espejo y también se puso a estirar. Al menos eso sí hacía bien de propósito. Estiró sus brazos arriba para luego bajarlos hasta tocar el suelo, acentuando un poco su trasero.

na batida ୨୧ hopega | sopeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora