Primera parte.

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A nosotros no nos describe la palabra "Amigos de la infancia". No alcanza, no es suficiente. Algo que es bello y repugnante al mismo tiempo, no se puede expresar. Es complejo, surrealista y difícil de entender.

Algo que no vale la pena...

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Caminando por el solitario bosque, dos niños de cuatro años totalmente relajados, conversaban entre sí mientras los ruidos de la naturaleza creaban un eco de fondo, sonando suave y bajo en comparación a sus voces.

—Kacchan, eres genial.

Dijo el pecoso mientras apretaba sus manitas en formas de puños. Éstas ocasiones eran sus favoritas, tan solo era él y su mejor amigo Kacchan. Podían hablar de lo que fuera y, ya que no estaban los otros niños de la vecindad, Kacchan no era cruel y tampoco se burlaba.

—¡Puedes hacer cualquier cosa!

Tengo recuerdos donde estoy contento de ver sus ojos brillantes. Siempre me miraban.

—¡Por supuesto! ¡También soy genial!

El pequeño rubio atrapó al contrario entre sus brazos y lo apretujó de forma amistosa. Ambos con relucientes sonrisas, notablemente alegres por la situación.

—¡Sí, sí!

Katsuki sujetó los mofletes ajenos entre sus digitos y los apretó con algo de fuerza, estirando la piel pecosa y jugueteando con las mejillas de Izuku mientras este se dejaba hacer entre sus manos.

—¡Izuku! ¡Mírame siempre! ¡Mira siempre lo genial que llegaré a ser!

—¡Sí! ¡Estaré mirando a Kacchan todo el tiempo!

Fue una promesa declarada por el cruce de meñiques, sellada con la esperanza de permanecer unidos por la eternidad. Inocencia, pureza, fe... Dos niños, dos amigos de la infancia.

Hice una promesa verdadera.
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—¿Estás bien? ¿Puedes levantarte?

Fuera de lo que había sido un simple gesto de amistad, inconsciente de cómo marcarían sus palabras en el otro, Izuku tendió su mano mientras el líquido transparente ejercía fuerza en contra de su postura. El río seguía en movimiento y el silencio aturdía sus oídos.

Alguien que es estúpido se burló de mí.

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Los asientos libres dejaban a entender que las clases habían terminado y el salón estaba casi vacío. Solo estaban los extras y él, por supuesto, esperando y concordando con los planes de ésta tarde.

—Katsuki, hoy vamos a jugar, ¿vienes?—Preguntó mientras hacía uso de su peculiaridad, alargando sus indices y tocando sus puntas repetidas veces.

—¡Oh!, bueno. Ha salido un juego nuevo...—Agregó, con una sonrisa, intentando convencer a su compañero el otro joven.

Por su parte decidió ignorarlos y seguir camino a la salida, pateando la puerta en vez de abrirla como otra persona normal. Sin una razón en específico, se sentía muy irritado.

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⏰ Última actualización: Jan 21 ⏰

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