Las manos de la muchacha se movían avidas, poseídas en búsqueda de su ansiada libertad los dedos se enterraban en la madera de pino; lograba hacer que algo de pez brotara sucia y putrida manchado su rostro de oscuridad; arrancaba parte de aquella madera logrando que la madera cayera en su rostro en forma de astillas de pino. La tierra fue alcanzada era blanda, suelta y estaba recientemente revuelta, aquel hueco logró que el aire llegara a sus pulmones y el sonido a sus oídos todo aquello en su claustrofobico encierro. Escucho como nunca lo había hecho, una campaña repiqueteando sin cesar, los pájaros de amarillos ojos revoloteaban y graznaban asustados y las ramas se movían por el aire chocando, huyendo como alma que lleva el diablo.
Su mano llena de pez escaba de la tierra logrando que la manga de seda comenzara a deshacerse cayendo en hilos, al igual que su negro vestido las sedes hiladas se deshacían al arrastrarse, ahora los pulsos eléctricos denominados adrenalina eran sustituidos por un ansiados oxígeno que llenaba cada vez más sus pulmones. La luna iluminó su rostro, aquellas cavernosas mejillas amarillentas, al igual que la repugnante pez que salía de sus poros su cuerpo putrefacto era arrastrado por una inercia, sus brazos esqueléticos y su piel gris con manchas amarillas, se caíacaía, sus ojos estaban totalmente vacíos de toda vida con una única y verdadera intención en cada uno de sus movimientos.
Pasaba por un frío pavimento, un césped húmedo y descuidado para terminar su mortuoria gesta delante de una puerta corredera de un hogar arrasado por el caos. La madera crujía húmeda y mohosa bajo sus pies, sus manos aparentemente carentes de fuerza tomaron un afilado de plata para después ascender por los escalones de frío mármol, llegó a un cuarto, dos personas en pleno acto , ya sabía lo que pesaba y...
Mató sabiendo que ella ya lo estaba.
