Capítulo 1

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A Harry Styles no le molestaba especialmente tener que haber ido a cenar aquella noche a casa de la señora Sharp, ni la conversación de negocios que tuvo lugar a continuación. Lo que le molestaba, era tener a la hija Anna, sentada frente a él observándolo con adoración.

Anna Sharp a sus diecinueve años, era una joven verdaderamente escultural: rubia, ojos azules, marcadas curvas y piernas larguísimas y bronceadas. Sin embargo, Harry era incapaz de obviar el hecho de que apenas había dejado atrás la adolescencia, y se empeñaba en ignorarla, consiguiendo solo que Anna se volviera aún más tenaz en sus intentos de lograr que se fijara en ella.

Harry era muy consciente de la considerable diferencia de edad entre los dos, ya que él contaba treinta y cuatro años, y tenía demasiadas preocupaciones como para prestar atención a lo que para él eran sólo flirteos descarados de una chiquilla. Era el mayor de cuatro hermanos, y el único que permanecía aún soltero, con lo cual, la mayor parte de la responsabilidad del rancho familiar y el cuidado de su madre recaían sobre él. Su vida era un cúmulo de problemas con el ganado, los peones, y las finanzas del rancho, y Anna era la gota que colmaba el vaso.

Sobre todo, se dijo, ataviada con aquel vestido azul, sin manga, y con un escote, que mostraba demasiado de su dorada piel y sus generosos senos. 

¿Acaso a su madre no le importaba que fuera de esa guisa? Harry se preguntó si Mary Sharp se habría dado cuenta de lo rápido que estaba creciendo su hija.

Lo cierto era que nadie parecía tener tiempo para Anna. Podría decirse incluso que había sido Lori, el ama de llaves de los Sharp, quien había criado a Anna. Sus padres se habían separado hacía años, y él, que era piloto comercial, se había trasladado a Atlanta, Georgia, mientras que Mary siempre estaba ocupada con su negocio de venta inmobiliaria.

En ese momento sonó el teléfono, y Mary se excusó para ir a contestarlo, dejando a un incómodo Harry a solas con Anna.

—¿Puedo saber por qué llevas tanto rato mirándome con esa cara de furia? —inquirió Anna frunciendo el entrecejo. Se había hecho un recogido, y le daba un aire muy maduro y sofisticado a pesar de su edad.

—Porque ese vestido es demasiado atrevido, por eso— le contestó Harry con aspereza. No solía ser así con los demás, pero la atracción de Anna hacia él lo irritaba, y sin percatarse la trataba con cierta brusquedad—. Tu madre no debería comprarte cosas así.

—No me lo ha comprado—respondió Anna con una sonrisa traviesa—, es suyo. Se lo he tomado prestado, pero estoy segura de que ni siquiera se ha dado cuenta de que lo llevo puesto. Ya sabes lo poco que se fija en nada. Solo piensa en los negocios.

—En cualquier caso, ese vestido es demasiado adulto para ti— insistió Harry en un tono condescendiente—. Deberías llevar cosas más....apropiadas para tu edad.

Anna suspiró hastiada y lo miró pensativa antes de bajar los ojos hacia la mesa.

—¿De verdad te parezco joven, Harry?

—Te llevo quince años, pequeña— le dijo él con cierto humor, como si fuera algo evidente—. Sí claro que me pareces joven.

Los ojos azules de Anna no se despegaron de sus manos entrelazadas.

—Mamá va a dar una fiesta el viernes por la noche, para celebrar la apertura de ese centro comercial— le dijo de repente—. Ya sabes, ese que han construido sobre los terrenos que ella les vendió— añadió— ¿ Vas a ir?

—Joseph y Miranda puede que asistan— murmuró él desinteresado—. Yo soy un hombre ocupado.

La joven buscó sus ojos verdes sin darse por vencida.

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