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P. Sunghoon

Cinco cincuenta y nueve de la mañana, suena el primer grito de auxilio.

Un minuto antes de que sonara mi alarma, genial, no sé cómo sunoo logra ganarle al tiempo.

— ¡Mierda! — sí, es él.

Haré una presentación cliché, soy Park Sunghoon, veinticinco años, vicepresidente de la agencia de viajes "Crest" hijo único de la familia Park, para mi mala suerte... casado.

Hace un mes que me había casado con Kim Sunoo, de buena familia el chico, otro hijo único y con tanto dinero como para comprarle un matrimonio, tal vez por eso era tan inútil.

— ¡Carajo! — su diccionario de malas palabras me es increíble hasta el día de hoy.

Nos casamos por tratos de nuestros padres y no hubo nada mágico, yo no quería problemas de "yo no quiero casarme porque amo al maldito jardinero, bla bla" nada de eso, todo muy limpio y rápido, cuando menos lo espere nos habían regalado un lujoso departamento en el centro de Séul, a unos treinta minutos de mi oficina, hasta un nuevo auto; a decir verdad, creo que el matrimonio con este chico me beneficio como a nadie.

Tal vez mi único problema es que en el paquete venia incluido a ese escuálido chico, que en su momento resulto ser el soltero más cotizado de toda Corea, Sunoo era hermoso, no había otra palabra, no era guapo, no era bonito, era hermoso y sé que suena como una completa contradicción, pero no tenía los aires suficientes como para decir que podía llevarse a cualquier mujer a la cama, no era una bola rosa llena de amor y dulzura que irradiaba polvo brillante como para decirle bonito, era hermoso y ya, no hay que darle tanta vuelta.

Nos conocimos el día de la boda y puedo aportar que nunca nadie se sintió tan fuera de lugar como yo esa tarde.

Sunoo no me miro a los ojos en ningún momento, mejor se puso a ver un punto fijo en el piso, hasta el momento que tuvimos que besarnos. Joder, nos dijimos primero nuestros votos que un simple hola.

Desde ese día el chico intentaba hacer de todo para que yo estuviera a gusto con él.

Esa mañana como ya era costumbre desde ya un mes me levante a alistarme para irme a trabajar mientras escuchaba todo tipo de blasfemias por parte de mi esposo, tranquilos, que aquí empieza lo gracioso de esta historia, Sunoo se esforzaba, pero no lograba hacer nada bien.

Cuando entré a la cocina pude verlo todo despeinado, bailando en pijama, descalzo y hasta con su camiseta sucia, había cascarones de huevos rotos por todo el piso y como estaba descalzo, bueno...

También había polvo de harina por todos lados, el mismo estaba tan pálido por ello, mantequilla en nuestra estufa, en fin... el chico intentaba hacer hotcakes.

— ¡Buenos días, Hoonie!

Sabía lo mucho que se esforzaba, pero enserio, eso era demasiado. Se esforzaba para que nuestro matrimonio no pareciera algo molesto sino más bien algo con amor, pero yo no amaba a sunoo no podía hacerlo, era simple lógica y enamorarse de su físico no contaba. Buscaba mi amor tan desesperadamente que llegué a creer que eso podría salvarse, pero no, sunoo y yo eramos tan opuestos que mucha gente no creía tampoco eso de nuestro amor. Pero nuestros padres nos obligaban, yo necesitaba más tiempo para pensar bien si quería confiar en él

Crónicas de un espantoso esposo [Sunsun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora