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Este día en particular Souya no recibió una carta como los demás, le pareció extraño ya que el sujeto no se atrasaba en dejarle una carta por día, sin embargo hoy no lo había hecho y fue demasiado sospechoso para que a souya no le importara en lo absoluto.

Caminó por los pasillos en busca de algún indicio del porqué no habían cartas, sin que él notara que en realidad sí se estaba preocupando, había roto la costumbre en la cual ni siquiera él quería participar, pero se había vuelto normal el recibir las cartas que ahora el no verlas le era raro.

—– ¿Se habrá enfermado?...—– Susurró para sí mismo, negó con la cabeza al escucharse—–. No perderé el tiempo, debo ir a mi clase.—– Se golpeó internamente, no debía prestarle atención.

Durante las dos primeras horas, el Kawata se sintió un poco inquieto, seguía pensando en qué le había pasado al idiota que lo molestaba desde hace tanto, llegando al punto de no poder entender lo que su profesora explicaba en el pizarrón.

Durante el recreo el menor tuvo la pequeña esperanza de encontrarse con la carta de hoy, pero aunque dió vuelta su casillero no encontró dicha carta, ni siquiera un indicio del porqué no estaba, le parecía muy extraño.

Entre tanta conmoción, se chocó con alguien que estaba pasando por su lado, pero quedó paralizado en cuanto sus ojos se conectaron con los ajenos.

—– Cuidado y fíjate por donde caminas.—– Lo regaño el chico del año superior.

—– S-sí, perdón, Haitani-san.—– Se inclinó ante el mayor.

Todos ahí respetaban a los mayores, el mismo colegio les enseñaba las jerarquías aunque a Souya nunca le importó aprenderlas, no obstante este era un caso especial.

—– No tienes que ser tan formal, aunque admito que me gusta como suena el que los pequeños me llamen de esa forma.—– Declaró acercándose al Kawata de una forma poco convencional.

—– P-puedo llamarlo así, si eso es lo que le gusta.—– Mencionó conteniendo la respiración, se sentía nervioso.

Su semblante de chico malo se esfumó al sentir la mano del contrario en su cintura, de igual manera no podía resistirse ante el chico que le gustaba desde hace unas semanas, por eso más que nunca quería dejar de recibir esas tontas cartas, para que su amor platónico no viera que tenía a más de uno detrás de él, quería verse puro ante el Haitani.

—– Si dices mi nombre quedaría mucho mejor, lindurita.—– Pidió tomándolo del mentón.

—– R-rindo-san...—– Murmuró el menor ante el encanto del nombrado.

—– Así está mucho mejor.—– Expresó mostrando su sonrisa, era atractivo ante los ojos del peliazul.

—– A-ah... ¿Qué harás después de clases?—– Le preguntó con rapidez.

—– No lo sé, no tengo planes ¿Quieres ir a comer juntos?—– Cuestionó ante la clara propuesta.

—– Con gusto, entonces te veo después de clases.—– Planeó el menor.

—– Hay una cafetería a una cuadra de aquí, te veo allí, cariño.—– Sin más, el Haitani le guiñó el ojo y se fue como si nada.

Souya cayó en cuenta lo que iba a suceder, había sido invitado a una cita con uno de los Haitani, quienes eran codiciados como el dolar en un país latino, tenían un estatus muy alto, siendo también un poco arrogantes, pero eso a Souya le encantaba, pues los chicos con una confianza plena le resultaban lindos, ya que él no lo era en absoluto.

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⏰ Última actualización: Jan 07 ⏰

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