Capítulo 1

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La sociedad se había dividido bastante cuando los géneros secundarios aparecieron. No se había imaginado que no solo serían los subgéneros lo que dividiera la sociedad, sino que también se empezara a usar métodos de separación de jerarquías, algo tan desagradable. Si antes existía, ahora era peor. Ahora las diferencias estaban claramente señaladas y la gente lo había aceptado como algo normal. Alfas en lo más alto de la pirámide, betas el género que era algo más libre, pero seguía sirviendo a los alfas; y los omegas al final, solo utilizados para casarse y tener hijos, educados para ser buenas amas de casa.

Al principio los omegas quisieron hacer una vida normal, pero pronto fueron muchas prohibiciones, muchas desigualdades y poco a poco empezaron a aceptar el papel que se les había otorgado. Ahora era normal que los omegas, hombres o mujeres, buscaran la forma de obtener un buen matrimonio con un alfa que tuviera una buena posición económica. A cambio de dar descendencia ellos obtendrían grandes beneficios económicos.

Claro que habían omegas profesionales, pero eran muy pocos los que podían darse el lujo y usualmente eran omegas casados que obtenían el patrocinio de parte de sus esposos. Muchas veces solo tenían el título pero no ejercían, o se les permitía participar en "cosas de omegas", como danza, música, espectáculo o arte, fuera de ello la sociedad los veía como inútiles.

Existían varias escuelas especializadas en el entrenamiento de los omegas, y con entrenamiento se refiere a los modales y conductas que debían de tener, además también ayudaban al momento de escoger pretendientes. Pero dentro de ese sistema, desprendía del valor de cada omega -económico como linaje-, se basaba en lo que cada uno podía aspirar. Aunque no era la única forma, también existían agencias matrimoniales y casas tradicionalistas, que contaban con historial de preparación de omegas, familias se habían hecho famosas por dar en matrimonio a buenos omegas.

Estas familias prestigiosas habían mantenido el linaje de sangre de omegas perfectos, criando así a omegas deseados y de gran demanda para pertenecer a familias de alfas de élite y seguir reproduciendo más alfas que siguieran las tradiciones.

La familia Kim había criado por diez generaciones preciosos omegas, de buenos modales, talentosos en el arte y entrenamiento, y su mejor atributo a los ojos de la sociedad era la increíble fertilidad que poseían, con una taza de 95% de probabilidad que los cachorros fueran alfa.

Taehyung pertenecía a esa casa, desde pequeño había sido educado cuidadosamente. Era amable, de buenos modales, inteligente y hábil en la música y la danza, pero sobre todo era hermoso, muy hermoso. Con piel acanelada, labios rodados, cabello azabache y ojos castaños, atraía la mirada de muchos cuando salía a pasear. Más de un alfa se había ido a presentar en su hogar en busca de obtener su mano en matrimonio. Las costumbres dictaban que debía haber un cortejo y para Taehyung se había vuelto normal aceptar las proposiciones de los alfas. Sus modales dictaban que una vez visto el perfil de su pretendiente, si cumplía con las condiciones, él aceptaría sin dudar el cortejo para ver si el matrimonio se llevaría a cabo.

Había estado saliendo con un pretendiente por casi un mes, ahora se encontraban hablando tranquilamente en un restaurante elegante, en una mesa apartada para tener mayor privacidad.

—Taehyung, esto no funcionará —dijo su pretendiente.

—Lo sé —respondió él—. Después de todo no eres mi tipo. —Sonrió.

—Si alguien supiera cómo eres...

—Entonces tendrías muchos problemas —canturreó sonriente.— No quieres que se sepa lo tuyo tampoco. Así que ya sabes, deja la compensación al irte.

—No te daré el dinero, y no diré nada. Solo te digo esto; cuando alguien te guste de verdad, te abandonará en cuanto vea tu verdadero rostro.

Taehyung lo miró para después soltar varias lágrimas.

—¿P-Por qué eres así? Pensé que buscabas algo serio —dijo sollozando.

—¿Qué? —preguntó confundido por sus lágrimas, pero se dio cuanta de lo que sucedía al notar las personas que estaban cerca.— Basta —susurró.

—¡Me hiciste todo eso y luego me abandonas! —exclamó angustiado levantando la voz.

—¡Dije que basta! —ordenó alterado golpeando la mesa, atrayendo más miradas que lo obesarvaban de forma desaprobatoria—. Solo detente, ¿Quieres? —dijo esta vez más calmado—.  Te daré lo que me pediste.

—Firma el acuerdo entonces —dijo deteniendo todo su teatro y sacando los papeles que necesitaba—. Quiero el dinero en mi cuenta personal y tu promesa de silencio. Si dices algo te demandaré.

—Ya, firmaré. —Arrebató los papeles de su mano de mala gana.— No tenías que montar todo eso. Alguien puede reconocerme y hablar mal.

—Solo dirán la verdad. Que eres un patán maltratador de omegas.

—Sabes que no lo soy.

—No estoy tan seguro. No después de que me follaras y trataste de dejarme después de eso.

—Shhh, cállate que alguien puede escuchar —ordenó molesto para luego devolver los papeles.

Tomó su celular y mediante una aplicación hizo la transferencia a la cuenta de Taehyung. El azabache recibió la notificación de la transacción y este verificó que todo estuviera en órden.

—Oh, que amable de tu parte. Me diste una propina.

—Claro que te daría una propina —dijo sonriente—. Después de todo, a las putas se les paga, ¿No?

Taehyung solo río socarrón.

—¿En serio? ¿Pensabas que lloraría o me indignaría por llamarme así? —Su rostro sonriente cambió drasticamente, poniéndose serio—. Lo pasaré por esta vez porque es nuestra cena de despedida, pero recuerda que aún tengo todas las fotos y videos. Si escucho aunque sea un leve rumor, todo se dará a conocer. —Nuevamente, retomó la compostura, viéndose tan fino como siempre.— Ahora, si me disculpas, debo irme. —Se levantó de la silla y tomó su abrigo.— Ya es muy tarde y soy un omega decente que llega temprano a casa. Tú pagas la cuenta. —Le sonrió una vez más antes de alejarse de la mesa.

—Maldito omega —susurró el alfa.

Taehyung salió del restaurante algo melancólico por lo que acababa de hacer. Miró el cielo nocturno junto a las estrellas que ya habían empezado a notarse y suspiró con pesadez. El restaurante estaba ubicado, pero aún así sentía que había demasiado ruido en el exterior, carros pasando, gente caminando, risas y conversaciones, sonrisas falsas y otras auténticas. Deseaba tanto no tener que regresar a "casa". Miró la hora en su reloj de muñeca, diez de la noche, era demasiado tarde para pasar a visitar a sus padres. Tendría que encontrar otro pretendiente pronto para poder visitarlos más seguido.

Con pesadez, sacó su celular y marcó un número.

—Ya terminé, ¿Puedes venir por mí?... Gracias. Aquí te espero. —Cortó la llamada y volvió a mirar al rededor.

Desearía tanto poder sonreír de verdad también, pero aún no podía. No se rendiría, solo debía trabajar un poco más, tal vez cuatro pretendientes más y escaparía de su prisión.

El engaño del omega •ᴷᵒᵒᵏᵛ•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora