La Vida de Nataly

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Miércoles, 13 de julio de 1988, 7:03 a.m

Narrador en tercera persona

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En el sueño de Nataly

- No... papá..- balbució Nataly. Dio una vuelta y se giró hacia el lado opuesto de la cama.

Nataly estaba en el medio del mar, ahogándose, mientras veía cómo se padre la miraba fijamente mientras, poco a poco, iba alejándose de su vista, con una sonrisa de oreja a oreja y despidiéndose con la mano. Esta pesadilla reflejaba un trauma que había sufrido en un día que, yendo a la playa con sus padres (cuando aún estaban juntos), vio a su padre desaparecer de su vista, diciéndole adiós con la mano y viéndose fingidamente feliz. Sus padres habían discutido; lo sabe porque luego de esa escena, su padre no regresó más a su casa.

¡NO! - gritó, repentinamente asustada. De vez en cuando, al tener esta pesadilla, gritaba al presenciar la huida de su padre, James. Se levantó de golpe, echando las mantas fuera de su cama, que cayeron sobre la mullida alfombra beige de cachemira. Respiró profunda y ásperamente por la boca. Se le había bloqueado la nariz. Miró a su alrededor, tratando de cerciorarse de que la playa de su pesadilla había desaparecido. Con tristeza, una vez más comprobó que el recuerdo de su padre se había ido con ella.

Narra Nataly

Me desperté asustada y un poco alarmada debido a la reciente pesadilla que, una vez más, se había producido en mi mente. Miré a mi alrededor para asegurarme de que la playa de mi pesadilla había desaparecido, y comprobé, con cierto desánimo, que el recuerdo de mi padre también. Presencié el amanecer. El oscuro azul marino de la noche había ido despareciendo poco a poco, dejando paso primero al naranja, amarillo, rosa y, finalmente, al azul cielo. Me encantan los días soleados; puedo asomar la cabeza por la ventana y quedarme ahí durante rato, a que me dé el sol en toda la cara, y cantar, también suelo cantar por las mañanas. Me alegra el día, y despierto, de esa melódica y pacífica forma, a mi familia. Mi madre petó a mi puerta minutos después de haber empezado yo a cantar, y abrió. Me di la vuelta para estar cara a cara con Tanna Hendricks, mi madre belga. Nos miramos a los ojos, y, tras sonreír, nos abrazamos. Era como nuestro ritual matutino. Fuimos hacia la habitación de mi hermano Elías, y, sin petar a la puerta, abrimos y nos desplazamos hacia la cama donde yacía mi hermano en silencio. Gritamos y nos abalanzamos sobre él, al tiempo que le hacíamos cosquillas. Él se asustó tanto que dio un salto descomunal y se cayó de la cama, y como estábamos agarradas a él, nos caímos los tres juntos, en familia. Nos reímos a carcajadas y comenzó una guerra de almohadas y cosquillas; en la cual, yo salí vencedora.

- ¡Ja, ja! ¡¡Lo sabía!! Yo siempre gano -. grité, victoriosa. Mi hermano me tiró una almohada y yo grité ahogadamente justo antes de caer al suelo por el impacto. Mamá tuvo que separarnos, poniendo las manos en el pecho de cada uno para evitar que me pegara con un niño de seis años. Me di cuenta de lo patética que parecía en esta situación, y, enfurruñada, me alejé. Sí, en ocasiones puedo llegar a ser bastante inmadura, aunque solo con mi familia.

- Bueno, Nata, Eli, vamos a desayunar chicos. ¿Quién quiere tortitas?- preguntó mi madre con una sonrisa de oreja a oreja, consciente del impacto que causaría en nuestras mentes. Cuando mamá hacía tortitas, siempre la ayudábamos y acabábamos chupando de las cucharas, mientras peleábamos por ver quién chupaba más masa.

- ¡Yo!

- ¡Yo!

- ¡Grrr! - gruñimos los dos al mismo tiempo.

-Vamos, vamos, chicos. Ambos me ayudaréis. - nos apaciguó mamá.

Nos dirigimos a la cocina dando saltos de felicidad por desayunar tortitas; aunque yo sospechaba que mi madre quería algo a cambio. Siempre que hacía tortitas nos abordaba entre bocado y bocado, como forma de cobrárselas.

Amor a MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora