II

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—Oye Zoro, ¿Hay algo en especial que quieras pedirme?— preguntó con voz infantil e inocente el pequeño pelinegro mientras observaba el rostro lleno de felicidad de sus demás nakamas, disfrutando y celebrando con gran gozo sus distintos y diferentes regalos.

—No hay nada en especial que quisiera pedirte— respondió con su característica voz ronca, aún si segundos antes, al escuchar dicha pregunta sintió su garganta secarse que tuvo que tragar con disimulo para evitar ser descubierto de como alguien en su interior se removió ansioso por responder, tanto así que por inercia se mordió la lengua para evitar decir una estupidez.

—¿Estás seguro?— volteo hacia atrás, estirando su cuello con un puchero inconforme por tal respuesta, para poder encararlo aún si la posición en la que coloco su cuello era un tanto incómoda —Si hay algo que Zoro quiera, yo podría buscarlo y dártelo en cuanto lo consiga— sonrió victorioso, sus cejas alzándose levemente, cerrando los ojos en el proceso, soltando su singular risa.

—Es algo que tú no puedes darme— susurro nostálgico, soltando las palabras sin darse cuenta de su error hasta que el pelinegro dejo de sonreír para ponerse totalmente serio, volviendo a su forma original y está vez, caminar la distancia que los separaba hasta invadir el espacio personal del peli-verde

—¿Que es eso lo que Zoro acaba de decir pero no me lo quiere decir?— pregunto confundido por sus propias palabras.

La fiesta continuaba alegre en la cubierta principal, absortos en su propio atmósfera compartiendo no solo alimentos y bebidas sino nuevos recuerdos combinados con sus diferentes aromas de su característica casta. Ussop parecía estar burlándose acosta de la mala suerte del cocinero con las mujeres, puesto que por primera vez iba a conseguir a una cita con una chica de aquella isla sin parecer un completo acosador que de repente le sangraba la nariz, pero el tiempo no estuvo de su lado cuando llegó la armada de la Marina en busca de arrestarlos a todos ellos, por lo que tuvieron que huir sin obtener lo que realmente querían ahí, sino fuera por su capitán que en realidad si presto la suficiente atención para saber que era lo que quería cada uno de sus nakamas antes de bajar del barco y distraerse un poco en busca de una aventura.

Más que buena voluntad podría llamarla suerte; meterse en distintos problemas, terminar corriendo hacia los lugares correctos y que los distintos objetivos comprados fueran bastante llamativos para sus ojos, aunque en realidad pago más de lo que debía. Tener a un montón de gente detrás suyo y detenerse lo suficiente para recibir cambio, sin que este mismo fuera consciente, no era un buen augurio.

—Olvida eso Luffy, volvamos a la fiesta antes de que se termine la comida— rodeo a su capitán, con su caminar lento, evadiendo la pregunta con una táctica que sabía que nunca fallaba. La mayor debilidad de Luffy; la comida.

"Estúpido"

Susurraron dentro de su mismo, y no tenía que ser un sabiondo para saber quién era.

"Cállate, no sabes lo que dices" respondió dentro de si.

Y en primer lugar, la razón por la que se había alejado del cálido ambiente era la misma cuestión de siempre. La marca.

Una marca que no era suya y no podía brindarla.

Podría reprocharse a si mismo por seguir con lo mismo, pero como no estarlo si a diario podía ver el avance que hacía el cíborg hacia su otra nakama de cabellera negra, que por más que intentara ocultar sus feromonas, estás la engañaban cuando marcaba al beta con su aroma de una manera bastante sutil y a la vez marcada para otros como ellos que podrían fácilmente olfatear las feromonas y alejarse.

No tenía ni la menor idea de como terminaría ese romance, hasta su momento, no había escuchado una relación de esa índole, tal vez al revés pero no así, y no era como si prestará tanta atención de lo que sucedía en su alrededor que no fuera a sus nakamas, y en especial a su capitán.

Abrazo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora