Capítulo 3: La chica del violín
WILSON WALTER
Dejé la bicicleta en el garaje y entré a la casa. Mi pequeño schnauzer, de pelo negro con manchas blancas, me saltó encima moviendo la cola en señal de saludo. Le acaricié la cabeza con una ligera sonrisa y lo levanté, dándole un abrazo y llenándolo de besos mientras me dirigía a la cocina. Allí estaba mi madre, apoyada en el mesón con un delantal puesto, tomando un poco de té y con el teléfono en la mano.
—Hola, mi amor. ¿Cómo te fue? —preguntó, dándole otro sorbo a su té.
Dejé a mi perro, Ragnar, en el suelo, y él se fue corriendo.
—Bien, bien —respondí—. No es tan malo como pensaba.
La escuela de talentos no me daba tanto miedo como creí que lo haría. Había muchos chicos de diferentes categorías, como arte, música y deportes. Pero esas eran clases extracurriculares que se tomaban después de las normales, y eso me gustaba, porque me daba tiempo para todo, especialmente para pintar, que me tomaba mi tiempo.
—¿Conociste a la muchacha de la que habló la vecina? —preguntó, girando sus ojos marrones hacia mí con curiosidad.
—Sí, se llama Bellota o Bellum, algo así —respondí, realmente no había entendido bien su nombre.
—¿Y qué tal? —siguió preguntando. Entendía su curiosidad, porque no era común que una vecina mayor se acercara con un pastel de bienvenida y luego prácticamente rogara para que me hiciera amigo de su hija que iba al instituto.
Eso, a mi parecer, era un poco penoso, pero ahora comprendía a la señora. Su hija era muy reservada. La conocí por casualidad y me di cuenta de que era mi vecina cuando la dejé en la puerta de su casa, pero aun así, me agradó haberla conocido. Al ser nuevo, me gustaba familiarizarme mejor con la gente.
—Es agradable —admití—. No habla mucho ni parece tener muchos amigos. Vomitó al salir de clases.
Se veía tan débil y frágil, pero cuando hablé con ella, me di cuenta de que no le gustaba dar lástima. Se hacía la fuerte, como si levantara un muro entre ella y los demás.
—¿Está embarazada? —preguntó mi madre.
Me reí un poco, porque fue lo mismo que yo pensé al principio.
—No —respondí—. Creo que algo le cayó mal.
—Ah... —dijo mi madre—. ¿Y te pareció bonita?
Me guiñó un ojo de manera exagerada, y me reí, sabiendo que bromeaba.
—Mamá... —dije, girando los ojos.
Ella se rió y añadió:
—Más tarde llamaré a la vecina para decirle que ya te acercaste a ella.
—No creo que sea necesario —dije—. Ya somos amigos. De hecho, me cae muy bien.
Ella entrecerró los ojos con una sonrisa, disfrutando la broma.
—¿Tan bien? —preguntó, alzando una ceja.
—Mamá... —me reí.
Ella me guiñó ambos ojos, como siempre hacía cuando terminaba de bromear.
—Anda, ve a bañarte para que comas algo —me pidió.
—Vale —respondí, y subí a mi habitación.
Agradecía que todo estuviera marchando bien. Mudarnos a América, donde la vida era más agitada y la gente parecía no tener tiempo para disfrutar de nada, era algo nuevo para nosotros. Al menos mi madre parecía más tranquila, y eso me daba paz.
Si ella y yo estábamos a salvo, todo estaría bien.
***
Al día siguiente, llegué temprano a la escuela en mi bicicleta. La aparqué en la entrada. Me gustaba que todos fueran tan simpáticos y amables conmigo. Me sentía como la sensación del lugar. Es decir, en mi antigua escuela también era “popular”, pero serlo aquí me hacía sentir que todo sería mejor que antes, que iba por el buen camino hacia nuevas oportunidades.
Me coloqué los audífonos y puse *Decode* de Paramore. Saqué mi estuche de pinturas y pinceles del casillero y me dirigí a las aulas en el segundo piso. Caminé por el pasillo, sabiendo que debía ir al salón del final. De repente, el instrumental de la canción bajó de volumen, y pude percibir un suave sonido de violín. Era una melodía tan delicada que me detuve. Puse en pausa mi música para escuchar mejor.
No podía reconocer la pieza, pero me envolvía completamente. Dejé que el sonido me guiara hacia la puerta entreabierta a mi izquierda, y me asomé. Junto a la ventana, una chica tocaba el violín. La luz del sol iluminaba su cabello color caramelo, y sus ojos estaban cerrados en una concentración total. Mantenía el violín apoyado en su hombro mientras deslizaba el arco por las cuerdas, y su cuerpo se balanceaba ligeramente con la música, mientras sus dedos se movían rápidamente.
Lo que tocaba era precioso. Me tenía hipnotizado. No podía creer la pasión y la velocidad con la que seguía la partitura.
Quise asomarme más para detallar su rostro, ya que me gustaba guardar esas expresiones concentradas en mi mente para futuros retratos. Sin embargo, un grupo de estudiantes pasó corriendo y me empujó, haciendo que perdiera el equilibrio. La puerta se abrió de golpe y caí de frente al suelo.
Joder.
Alcé la vista y vi cómo la chica se detenía, sorprendida por mi interrupción. Sus ojos verde oliva se enfocaron en los míos.
Bellota.
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Últimos Deseos De Amor [Completo]
Ficção AdolescenteEl nuevo chico Wilson Walter es el tema de conversación en el Instituto, para Borsun que ya está cansada de la rutina, el nuevo chisme no le parece interesante hasta que una mala conexión de bluetooth hace que sus vidas se crucen de una manera inesp...