Jeon Jungkook es uno de los chicos más populares del instituto, conocido por su carisma y su habilidad para conectar fácilmente con los demás. Sin embargo, a pesar de su popularidad, hay una persona que ha captado especialmente su atención: Min Yoon...
Yoongi había vuelto a su casa casi una hora luego de estar en la de Jeon y llevaba encerrado en su cuarto desde entonces. Odiaba estar en su propio hogar y no hacer nada, aunque al menos dormiría por horas y sin interrupciones, esa era la única buena ventaja de ser sordo.
Se lanzó a su cama enterrando la cara en su suave almohada, cerró los ojos y trató de encontrar el sueño. Sintió a su gato subir a su cama y acostarse a su lado.
«Eres tan lindo cuando estás feliz.»
Yoongi abrió los ojos lentamente al recordar eso, cuentionándose internamente cómo sonaría la voz de Jungkook diciendo eso.
«¿Por qué diablos estoy pensando en ti, maníaco?»
Su mente lo llevó a la sala de Jeon, donde lo veía leer sus apuntes muy centrado. Le había gustado mucho ese panorama y lo recordaba perfectamente. Se levantó y buscó su lápiz para dibujar.
«Un buen perfil, mandíbula simétrica...»
Pensaba mientras iba dibujando los trazos del rostro del chico. Podía verlo todos los días, sin embargo, su rostro está bien grabado en su mente...
Podría decir que le gusta dibujar a Jungkook. Es el chico más lindo y dulce que ha conocido aunque no entiende que es lo que quiere de él.
Bueno, lo entiende, sólo le da miedo que después todo sea una farsa o que Jungkook vea lo irritante y aburrido que es... Y se vaya sin más ni menos. Yoongi había tenido amigos, muchos la verdad... Y todos ellos desaparecieron de la noche a la mañana.
Después de un par de horas dibujando, terminó y pudo ver el increíble retrato que había hecho.
Era el mismo panorama de cuando estaba en la casa de Jeon, con este concentrado en su cuaderno.
«Es lindo, lo admito.»
—Me quedó bien— se dijo a sí mismo, había sido en un tono bajito aunque él no podía saberlo, y cerró su bloc de dibujos. —¿Tú que crees, Saja? —le mostró el dibujo a su gato siamés quien solo se acercó, miró y se acostó en sus piernas. —Te gustó. — sonrió.
Tomó su celular para ver la hora y junto con ello: un mensaje.
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