¿Qué se siente volar?

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¿Qué se siente volar? Se preguntaba la joven sentada al borde de un abismo, en un lugar alejado en el que se podía ver con claridad los enormes edificios de la ciudad. Algunas personas que viajan por esa carretera solían hacer una parada y apreciar esa vista tan maravillosa, sobre todo los fines de semana donde el correr para llegar al trabajo no era necesario, donde pararse a mirar por un instante estaba bien para quién quería tomar una fotografía o para quién quería decir algo importante a una persona importante.

Ana era el nombre de esta joven que se cuestionaba, si al volar podría sentir libertad

— ¿Será lo mismo? — cuestionó— No, probablemente no, probablemente sea un pensamiento distorsionado—pensó

Pero ¿por qué esta distorsión? Tal vez era porque Ana se sentía atrapada en el mundo. Muchas veces se sentía asfixiada, ahogada, aprisionada....

—Si me lanzo desde acá podría tal vez por unos segundos sentir que estoy volando—dijo mientras miraba la altura en la que se encontraba. Era la primera vez en todo el día que escuchaba el sonido de su voz.

Era un día martes por la noche, el lugar se encontraba solitario, silencioso, la brisa corría por los cabellos sueltos y revueltos de Ana, su vestido color lila y suelto se revoloteaba al compás del viento.

De pronto sintió una presión en el pecho y una lágrima comenzó a recorrer su mejilla.

Recordó la pregunta en la audición que le habían hecho el día de ayer para entrar en una nueva academia de baile

—¿Quién eres?—le habían preguntado con el fin de que se presentase, como siempre se hace en estas audiciones.

Podría pensarse que esta era una pregunta indefensa, insignificante, común para cualquier persona... pero no para Ana, para esta joven tan gris, tan llena de preguntas y reproches, significaba enojo, angustia, impotencia y dolor...

¿Cómo no se daban cuenta de que esta pregunta la molestaba? 

Ana había sentido durante toda su vida que era un camaleón, adaptándose siempre a la situación, a las personas, a los lugares, al ambiente... ¿Cómo podría saber quién es realmente si siempre estaba fingiendo? Siempre estaba disculpándose con sus amigos, profesores y familia por cualquier cosa, tan solo para ser aceptada, tan solo para no sentir esa terrible soledad que tanto la asustaba.

Hacía mucho tiempo que Ana estaba cansada de no poder ser quién era con las personas, estaba cansada de no poder decir y actuar libremente como quería. —Soy una muñeca de papel, en este mundo de papel—pensó con cierto asomo de molestia.

A Ana la asqueaba el mundo, la asqueaba las personas, le asqueaba la rutina, le asqueaba la vida misma.

De nuevo ese sentimiento de estar aprisionada, de estar atada, de nuevo el sentimiento de agobio.

Respiro profundo.

—Debería practicar—dijo al tiempo que se levantaba y sacudía sus manos de la tierra.

La audición del día anterior había salido muy mal, y tenía otra oportunidad, por lo que debería practicar más. No había tiempo que perder. 

No había tiempo.

Cerró sus ojos, sintió el viento golpeándole la cara, sacó una bocanada de aire y pensó en esa melodía que se había vuelto su favorita. La composición que había escuchado tantas veces que se la sabía de memoria. Era una melodía melancólica con la que podía imaginar historias, aunque siempre con un toque triste, siempre con un toque a —Despedida—dijo susurrándole al viento.

Comenzó a moverse al ritmo de la melodía que reproducía en su cabeza solamente para ella. Sus manos se movían con delicadeza, sus pies apenas si tocaban el suelo, su vestido lila se movía al compás de cada giró.

Era una hermosa escena iluminada por la luz de la luna, espectada únicamente por la soledad.

 Hubiese sido una escena digna de admirar de no haber sido por el ambiente desesperanzador que se había creado.

La joven en aquella escena, bailaba, lloraba y sentía... sentía eso que solo las personas que han sentido romperse por completo podrían imaginar.

Giro.

Ana tenía amigos con quienes salía de vez en cuando, Ana tenía una familia no tan amorosa pero que estaba presente, a su manera. Ana tenía el sueño de ser bailarina y estaba a punto de cumplirlo.

—¿Con qué derecho puedo sentirme así?—se reclamó. Refiriendose a la profunda tristeza, al abismal vacío, a su ahogo interminable.

Giro.

—Debería ser feliz—estaba a punto de decir de no ser porque los recuerdos de ella recostada completamente en el suelo de su habitación llorando amargamente y deseando morir la golpearon repentinamente.

Oh cuánto deseaba morir aquella joven que nunca fue capaz de gritar realmente lo que sentía.

Oh cuánto deseaba morir aquella joven de vestido lila a quién nunca se interesaron por preguntarle cómo estaba.

Oh cuánto deseaba morir aquella joven bailarina que hacía mucho tiempo había dejado de sentirse viva.

Giro.

—Para querer morir se necesita una buena razón—le había dicho su mejor amiga quién solía culparla y reclamarle por desaparecer algunos días, sin saber que Ana no tenía ni siquiera fuerzas para abrir las cortinas en su cuarto, no tenía las fuerzas para levantarse de la cama ni siquiera para comer.

—Perdóname, soy una mala amiga—le había dicho tantas veces, sintiéndose terrible con ella misma por tener que disculparse por ser quién era.

La joven seguía bailando y llorando mientras sus pensamientos se mezclaban con la melodía

—Las personas que están rotas suelen dañan a los demás—pensó sintiéndose culpable de nuevo.

Giró.

—Eres una amargada, pareces una vieja, ni la abuela se comporta tu—le habían juzgado tantas veces su madre y sus hermanos ante sus actos de aislamiento, de tristeza, de molestia, porque muchas veces Ana estaba molesta, molesta por respirar sin vivir.

En aquellos momentos había prometido cambiar para que no la juzgarán, y lo hizo, pero la realidad era que sólo había fingido, fingido divertirse en las reuniones familiares, en las salidas con amigos, solo fingía reírse, aunque realmente no sintiera desde hacía mucho lo que era la felicidad.

Giro.

—¿Seré realmente mala amiga? ¿mala hija? O tal vez es que... solo soy una mala persona—determinaba mientras iba sintiendo su cuerpo cada vez más pesado.

—Si pudiera volar no estaría atada—pensó nuevamente.

Se sintió cansada.

—Debería terminar ya con este baile—pensó para sus adentros.

La joven triste de vestido lila con cabellos desordenados, sola en aquel barranco que usaban como mirador, ante la luz de la luna, siendo observada por la noche decidió dar su último giro al borde de la orilla pensando... ¿Qué se siente volar?

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⏰ Última actualización: Mar 15, 2023 ⏰

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