Para algunas personas , visitar la playa en invierno podía ser un gran aburrimiento. Las calles principales se encontraban casi vacías, algunos negocios no abrían debido al poco caudal de turistas y eso volvía todo más que desolado.
Lee Felix, un joven de 22 años se prepara para realizar su quinto paseo del día. No era nada raro para él andar por las calles solo. Su abuela siempre había habitado ese sitio, una bella casa a un par de cuadras de la hermosa playa, por eso Felix sabía a la perfección el camino que debía seguir; desde pequeño corría y brincaba por cada calle y roca que se encontrara en su camino.Amaba la playa más que a nada, eso le permitía olvidarse de sus problemas. Todos los pensamientos que se iban agolpando en su mente durante cada año que cumplía. -¿Por qué sus padres no estaban con él?-
Felix era un niño muy alegre cuando estaba junto a su abuela, trataba de no preocuparla por tonterías pero, en el fondo se sentía abandonado.
Supo de la existencia de sus padres cuando cumplió 13 años; fue casualidad, todavía podía recordarlo perfectamente. Una tarde de verano, corría a la casa entrando por la puerta trasera, se detuvo en seco cuando escuchó voces que provenían de la sala principal.
-¡No sé qué quieres que haga!- dijo una mujer que parecía bastante alterada. Era de mediana estatura, cabello largo de color negro y unos ojos color miel que parecían tristes.
Felix, quien se encontraba arrimado al borde de la puerta, trataba de visualizar a una tercera persona, además de su abuela.-No se trata de mi, Sarah, se trata de tu hijo. No puede crecer sin saber sobre ti. Eres su madre.-
Los ojos de Felix se abrieron como dos grandes platos. ¿madre? ¿mi madre?. Toda su pequeña vida se había vaciado de su mente. Muchas veces había deseado saber cómo es que sus padres lo habían abandonado. Dónde estaban, por qué no lo habían querido, cuál era su problema... Su abuela muchas veces le había dicho que no era su culpa pero ahora lo confirmaba, su madre no lo quería en su vida.
- Ese niño no es mi hijo...- soltó la mujer mientras se clavaba las uñas en sus brazos y se abrazaba a si misma.
La otra persona se acercó a la mujer y la detuvo para que no se hiciera más daño. Era un hombre que, según Felix, no podía pasar más de los 40 años.
-Basta Sarah, de nada sirve que te hagas daño... - Dijo suavemente y luego miró en dirección a la anciana que estaba sentada en el sofá cerca de la ventana.
-Sabes perfectamente que no podemos tenerlo con nosotros, está más seguro contigo.-
La anciana suspiró. Se notaba en su semblante que ya no quería continuar con la discusión y, además las cosas no iban a cambiar por mucho que tratara de hacerles entrar en razón.
Felix, que no podía procesar nada de lo que sucedía, dio un paso atrás. Estaba totalmente atónito y seguramente pálido ante tal situación. De repente, el hombre miró en su dirección, clavándole la mirada y Felix se sintió caer por un gran pozo. Sus piernas se enredaron, parecía que ya no era capaz de controlar su cuerpo y cayó. Se golpeó tan fuerte contra el suelo, que sintió el ardor en sus manos cuando chocaron contra la cerámica.
No pudo ver nada más ni tampoco escuchar, lo siguiente que tiene en su mente es a su abuela frente a él, tratando de ayudarlo para ponerse de pie y preguntándole si estaba bien.
- abuela, ¿quién estaba contigo? - preguntó casi sin aliento. Sentía sus oídos sordos, como si estuvieran llenos de agua.
Su abuela solo lo miraba, desconcertada. - ¿de qué hablas, cariño?-
- Las personas que están en la sala.- fue tratando de ponerse de pie, sujetaba su cabeza ya que se sentía algo mareado.
- Felix, cariño...no hay nadie en la sala.-
-¿Qué?- Felix sabía que se sentía mal pero no era idiota; como pudo se sujetó del borde de la pared y miró a la sala. Tal y como su abuela le había dicho, nadie estaba ahí. - ¿Pero cómo...? Estaban ahí...- susurró y luego volteó a ver a su abuela - ¡Estaban ahí, abuela! la mujer de pelo negro y ese señor...-
La cara de su abuela le mostraba un semblante de preocupación. Suspiró mientras miraba a su nieto. - Lo siento, Felix...pero no hay nadie más en esta casa, solo estamos tú y yo.-
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Parpadeó. ¿Por qué recordaba ese momento de su niñez justo ahora?.
Sacudió su cabeza, se acomodó los zapatos y salió de la casa.
Era una linda tarde que casi llegaba a su fin. Caminó por toda la costa hasta encontrarse con un gran camino de piedras que no dudó en escalar. Ya lo había hecho antes, le encantaba llegar hasta la cima de ese mediano acantilado y sentarse allí para ver al sol caer. El viento soplaba fuerte a esa altura pero no le importaba en lo más mínimo.
Pronto el sol comenzó a bajar y las nubes tomaban su lugar desapareciendo en un remolino de color anaranjado. Felix observaba cada detalle que el cielo le regalaba. El sonido del mar lo acompañaba, las olas chocaban a los lejos contra las piedras, cerró sus ojos por un segundo y se sintió como si su cuerpo volará sobre el viento que lo golpeaba de frente.
De golpe, sintió un gran peso en su pecho, un profundo ardor que lo hacía sentir inquieto. Abrió los ojos, asustado y ahí fue cuando pudo ver una fuerte luz que caía desde el cielo. Ese resplandor se hacía cada vez más débil, el viento lo empujaba sobre el mar como si se tratara de una luciérnaga gigante. Felix trató de seguirlo con la mirada hasta verlo golpear directamente dentro de una cueva que se formaba a unos cuantos metros de donde estaba.
Sin dudarlo, se levantó y comenzó a correr. Sintió como sus pies casi parecían volar de lo rápido que iba. Trató de bajar cuidadosamente las rocas pero era algo difícil. Varias veces se cayó, rasgando un poco su ropa en el proceso y después de algunos raspones, finalmente llegó hasta la entrada de la cueva.
Nunca había estado en ese sitio, le parecía un poco aterrador y vaya que lo era, más cuando la noche estaba haciendo su entrada triunfal al mundo.
Se armó de valor y comenzó a adentrarse. No podía ver casi nada así que decidió usar la luz de su celular para poder guiarse.
En las paredes de la cueva se podían apreciar pequeños destellos que iban desde el color dorado al rojo y eso era algo cautivador para Felix, nunca había visto una cosa similar. Se alegraba de haber entrado para apreciar tal belleza.
El camino parecía hacerse cada vez más iluminado gracias a esos destellos así que apagó su celular, lo guardó en el bolsillo de su campera y siguió caminando.
Llamado por su curiosidad, posó su mano sobre la pared para sentir esas pequeñas luces y tal como lo imaginó, estas se le pegaron a la mano como brillantina.
Estaba embelesado por todo a su alrededor que no notó que el camino estaba dañado.
Su pie se metió dentro de una abertura haciendo que tropezara. Cayó al suelo con bastante fuerza y su cuerpo resbaló cuesta abajo hasta chocar contra una pared.- auch... - Frotó su cabeza mientras trata de ponerse de pie. Se sujetó de algo que estaba a su lado y al sentir suave al tacto, abrió rápidamente los ojos.
Un joven estaba tirado justo cerca de él. Tenía marcas en su ropa, como cortadas. Sus manos estaban sucias con algo que parecía ser barro. Lo examinó bastante tiempo.
Llevaba una camisa negra, al igual que sus pantalones. El cabello negro le cubría casi toda su cara, aunque no lo suficiente como para dejarle ver una cortada en su mejilla izquierda. Tenía más heridas en su cuerpo, en especial sobre su espalda.
-Mierda...¿acaso está...?- Se acercó un poco más para revisar si tenía pulso.
Un largo suspiro de alivio salió de su boca cuando confirmó que el joven respiraba.
-¿Qué hace este chico tan herido aquí?-pensó. Quizás también había seguido esa luz y cayó como él lo había hecho hace tan solo unos minutos, pero... ¿y esas heridas?.
De repente, algo golpeó ligeramente a Felix sobre su cabeza; alzó la vista y sintió otras pequeñas cosas que golpean su rostro. Piedras; pequeñas piedras se desprendían desde la parte alta de la cueva. Sacó su celular, encendió la luz y apuntó en la dirección de donde provenían esos pequeños escombros. Grande fue su asombro al ver un agujero en la parte superior de la cueva.
-¡¿Acaso este chico cayó desde esa altura?!-
Su mirada fue alternando rápidamente entre el joven en el suelo y el agujero del "techo".
-wow- exclamó sorprendido cuando vio que el joven comenzaba a moverse en el suelo como tratando de levantarse.
Aquel muchacho de pelo negro tosió, dejando caer un poco de a lo que Felix le pareció sangre.
- Maldita sea... eso fue duro- susurró el muchacho mientras se pasaba el dorso de la mano por la comisura de sus labios para limpiarse el hilo de sangre que le había quedado.
Tardó un poco en tomar conciencia de dónde estaba. Su cabeza daba vueltas y sentía como el aire le quemaba las fosas nasales. No fue mucho después de que se pusiera de pie que notó finalmente al chico rubio que estaba delante de él. Frunció el ceño, observando a Felix fijamente.
- ¿Quién eres?-
-Lo, lo, lo mismo pregunto...- Contestó Felix mientras trataba de apagar la luz de su celular y guardarlo en su bolsillo.
El extraño joven chasqueó la lengua en una clara señal de desagrado.
- Bueno, yo pregunté primero.- Llevó sus manos hasta su cabello y se lo acomodó hacia atrás.
La luz de la luna se coló por el agujero que ahora servía como una claraboya.
Felix, que estaba mirando fijamente al joven, pudo notar que tenía una hermosa mirada, con un brillo único en sus ojos que no le permitía afirmar si eran color café o negros.
Era hermoso a pesar de tener esa herida en su mejilla y la tierra que llevaba encima.
-Soy Lee Felix- soltó con voz tímida.
El joven se acercó al temeroso chico rubio y le extendió la mano.
- Hwang Hyunjin-
Felix, aún algo tímido, sujetó la mano del alto pelinegro que tenía frente a él y quizás era su miedo o algo en la luz pero, pudo jurar que vio formarse una pequeña sonrisa de satisfacción sobre los labios de Hyunjin.
- Gusto en conocerte, Lee Felix - dijo el más alto marcando firmemente el nombre del más bajo.
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Esta historia va a ser actualizada cada día (en lo posible)
Gracias por leer :)
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Holy War
Fanfiction"Nunca encontrarás por tierra o por mar el maravilloso camino que conduce a la salvación de este infierno." _*Si Felix creía saber todo sobre su vida, estaba a punto de darse cuenta que se equivocaba. Lejos, en una oscura cueva, un joven de cabello...