Capítulo único

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—Sabes que me llamo Nagi, ¿no es cierto?

Eso fue lo que Barou Shouei escuchó del tipo peliblanco que estaba sentado junto a él en la mesa del comedor. Detuvo su tenedor con un pedazo de carne en bistec a mitad del camino hacia su boca y frunció el ceño, girando la cabeza hacia el chico que lo observaba con sus ojos enormes y brillantes.

—¿Y por qué demonios tendría que llamarte por tu nombre, rey de los pesados?

Nagi de inmediato hizo un puchero y lo señaló con el dedo.

—A eso es lo que me refiero —le reprochó. Reposó los brazos en la mesa y apoyó el mentón en ellos, sin dejar de ver a Barou—. A Isagi el dices Isagi. Incluso llamas a Chigiri por su nombre. Y el otro día vi que llamaste a Reo por su nombre. Pero a mí me sigues diciendo "apestoso" o "rey de los pesados". Me llamo Nagi.

Barou terminó de llevarse el pedazo de carne a la boca y masticó gruñendo por lo bajo, observando a Nagi de reojo.

—Sé cómo te llamas, apestoso —respondió Barou, a lo que Nagi aumentó más el mohín que tenía en el rostro—. Pero no tengo por qué llamarte así si no quiero. Simplemente, no me da la gana. ¿Hay algún problema con eso?

Nagi se reclinó en la silla y se cruzó de brazos. No le gustaba en absoluto su respuesta.

—No necesariamente, pero es algo molesto. Creo que somos lo bastante cercanos para llamarnos por nuestro nombre.

—¿Eh? —gruñó Barou, girando el rostro hacia el peliblanco. Las cejas del chico se alzaron con sorpresa, como si no pudiera creer lo que Nagi decía—. ¿Nosotros, cercanos? ¿Qué demonios dices, idiota?

Nagi quiso que aquella respuesta no le doliera. De verdad, lo intentó con todo lo que tenía, pero no pudo evitar estar un poco en shock cuando escuchó la contestación de Barou.

—Está bien —contestó Nagi, levantándose del puesto. Recogió su bandeja de comida ya vacía y le dio la espalda, apretando la mandíbula—. Estúpido rey.

Detestó el tono dolido con el que sonó la frase. Estaba intentando procesar con rapidez qué era lo que sentía en ese preciso instante, aunque para Nagi siempre había difícil tales cosas, ya que usualmente... no le solía importar nada. Él vivía a su ritmo, y quizá para los demás era a un ritmo muy lento. Sin embargo, él estaba bien con ello.

Pero en aquella ocasión quería saber con exactitud qué era lo que estaba sintiendo, qué palabra exacta podía usar para describirlo y deseaba comprender por qué su pecho dolía.

—¡¿Ah?! ¡¿Cómo me llamaste?! —Escuchó que Barou gritaba detrás de él y los demás jugadores que se hallaban en la sala pegaron un salto.

Sin embargo, Nagi se alejó de la mesa, oprimiendo la bandeja. No pensó que el hecho de que Barou se negara a decir su nombre lo llegaría a molestar de esa forma, mas allí estaba; haciendo un berrinche interno por lo mismo.


El asunto siguió así por varios días. En medio de entrenamientos, siempre peleaban por el tema, con Nagi alegando que no había ninguna razón por la que no lo llamara por su nombre y con Barou gritándole que él lo llamaría como le viniera en gana. Ninguno de los dos daba el brazo a torcer.

También, entre más tiempo pasaba con Barou —incluso en varias ocasiones llegaron a entrenar a solas y milagrosamente no se gritaban entre sí, tal vez agotados por haberlo estado haciendo durante todo el día—, se daba cuenta de que el chico era... increíble. Sí, era un tipo malhumorado y con un claro problema de temperamento, además de la extraña obsesión con la limpieza y el orden —otra de las razones por las que siempre peleaban—.

Pero entre todos esos detalles, se hallaba un chico como cualquier otro. Con miedos, incluso si no se atrevía a exteriorizarlos. Con metas, las cuales luchaba cada día por cumplir. Incluso era reflexivo cuando se lo proponía y a Nagi... a Nagi le gustaba escucharlo.

No le importaba —por el momento— si no decía su nombre y lo seguía llamando "rey de los pesados"; Barou era increíblemente interesante y empujaba a Nagi a superarse a sí mismo.

Y, entre todas las cosas malas, hacían un buen equipo. Tenía que admitirlo. Jugar con Barou era como... entrar en la jaula junto a un león hambriento y sediento de sangre. Tenías que luchar con todas tus fuerzas para salir de allí con vida, pero cuando lo lograbas, no quedaba más que satisfacción.

Con Barou, el amor que le tenía al fútbol iba aumentando cada vez más. Y al mismo tiempo, un sentimiento completamente desconocido para él también iba creciendo.

En ocasiones se preguntaba si llegaría el día en el que podría ponerle una palabra a lo que sentía. De hecho, ¿había algo capaz de describir lo que él percibía cada vez que jugaba junto a Barou...?

—¡Nagi!

La conocida voz resonó con fuerza en los oídos de Nagi en ese segundo, deteniendo la retahíla de pensamientos. El peliblanco se giró en su puesto, todavía jadeando después de que el sonido que indicaba el final del partido resonara en la cancha.

Y entonces, vio una imagen que creyó que nunca vería. Su corazón pegó un salto y fue como si todo lo que había estado borroso a su alrededor, se hiciera claro.

Ahora veía con más claridad lo que sentía. La respuesta estaba justo delante de él.

Barou, el dueño de sus pensamientos desde hace semanas, igualmente sudando y con el rostro enrojecido, alzó el brazo hacia él con una expresión de absoluta victoria. Nagi chocó los cincos con él de forma automática, todavía estaba anonadado por lo que acababa de escuchar. Ni siquiera le importaba el hecho de que recién habían ganado uno de los partidos más complejos que habían tenido.

—¿M-me acabas de llamar por mi nombre...? —susurró, acercándose al pelinegro.

La sonrisa de Barou dudó por un instante. No sabía si se debía al cansancio o a algo más, pero alcanzó a ver que incluso sus orejas se pusieron rojas de golpe.

—¿Lo hice? —preguntó Barou, rodando los ojos y rascándose la nuca—. Qué más da, idiota.

Nagi sintió una calidez inexplicable dentro de sí, sin importarle en lo absoluto el insulto. Nunca se había sentido de tal forma. Y sí, sabía bien que por algún motivo cada vez que veía a Barou o jugaban juntos, una emoción completamente diferente crecía dentro de él; pero en ese segundo exacto, lo que estaba percibiendo era...

Nagi se arrimó más a Barou, viéndolo con fijeza. Los ojos del peliblanco resplandecían, con ilusión.

—Llámame otra vez por mi nombre.

Barou dio un paso hacia atrás, mas no importaba porque Nagi se acercaba inclusive dos pasos más a él. Quería saber que lo que había escuchado no había sido una ilusión.

Aunque no lo era, porque el rostro abochornado de Barou le daba la respuesta.

—¿Qué? Claro que no, apestoso.

—Vamos, Barou, llámame. Quiero escucharte otra vez.

—¡Ya dije que no, aléjate!

Los demás chicos del equipo los observaban riendo de lejos, sin entrometerse en la discusión. Quizás a ojos de los demás, se veía como algo normal. Después de todo, era común que estuvieran peleando por ese tipo de cosas.

Pero para Nagi aquel momento en concreto era especial. E incluso si todavía no podía encontrar una palabra exacta que describiera lo que sentía, por ahora no era necesario nada más.

Lo único en lo que pensaba era que quería escuchar de nuevo la voz de Barou pronunciando su nombre. 


***

N/A: Buenas, buenaaas! Aquí traigo un one shot cortito BaroNagi, es una de mis ships supremas de Blue Lock y no me quería quedar con las ganas de escribir algo de ellos. Es tonto e ignoren por completo lo OOC que es (además que no es lineal con lo que pasa en el manga, sorry xd), solo quería verlos siendo unos pendejos enamorados. Espero traer más cositas de estos dos y mis otras ships pronto <3 

Cuando dices mi nombre |BaroNagi - Blue Lock|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora