| P r ó l o g o |

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Un dolor punzante recorría todo su sistema, a este punto bastante débil. Aquel muchacho que en algún momento estuvo lleno de vida y que, incluso sirvió a su país con honor durante la Segunda Guerra Mundial se desvanecía de a poco, con cada segunda que transcurría Jeno sabía que no le quedaba mucho.
Su cabello negro ahora estaba opaco, y su piel lucía incluso más pálida transmitiendo un tono blanquecino enfermizo; pequeñas gotas perladas resbalaban de su frente, si le preguntaran no sabría cómo describirlo, simplemente era una sensación terriblemente espantosa.

Sentada sobre un pequeño banco de madera notablemente desgastado por los años estaba su madre quien con un paño húmedo limpiaba el sudor de la frente de su único hijo. Sollozaba, con los ojos hinchados y rojizos debido al llanto, esperando resignada lo que inevitablemente sucedería en cuestión de tiempo.
Viuda desde hace penas unos cuantos meses, Jeno vivía con su madre en una pequeña cabaña ubicada en el campo, que lástima que al igual que su padre tuviera que dejarla sola sin compañía de nadie más.

Jeno tosió un par de veces, incluso si su cuerpo se encontraba arropado por sábanas sufría de constantes de escalofríos.

-¿Quieres que traiga un poco de agua, hijo?

-No, madre, me gustaría que te quedaras aquí conmigo, no me queda mucho tiempo, puedo sentirlo- Su mano fría tomó la cálida de la mujer y la envolvió.

Incluso si el dolor físico era mayor, su pecho no dejaba de quemar, sabía perfectamente de quién se trataba, incluso si hace años que no veía su rostro, dentro de su mente vivía su imagen, esa bella sonrisa resplandeciente o aquellas mejillas sonrojadas cada que le decía algún cumplido. Jaemin siempre estaba dentro de su cabeza, penetraba tan profundo dentro de él que cada que despertaba lo único que podía ver y pensar era él, su más grande amor.

Jeno tragó duro, su madre pudo notar su nerviosismo que dio un pequeño apretón a su mano, reconfortándolo,

-Jeno ¿Hay algo qué quieras decirme?- El joven dio un largo respiro y cerró sus ojos un instante.

-Yo... si, madre, y-yo, me gustaría ser sincero contigo antes de que no pueda hacerlo más- Una gruesa lágrima resbaló por su mejilla- Las cartas que he estado recibiendo no han sido de una enfermera que conocí en la guerra... han sido de un soldado de quién me enamoré- Contrario a lo que esperaba, su madre sólo lo abrazó con cariño y limpió sus lágrimas.

-Jeno, no hay nada de qué sentirse avergonzado, eres mi hijo y yo siempre te querré, no importa que, me alegro que hayas tenido la confianza de contármelo.

-Gracias...

Horas después el sol se había ocultado y la oscuridad azotó su hogar, la mujer se había quedado dormida junto a él, Jeno simplemente tenía la mirada fija sobre el techo ¿Qué diría Jaemin al ya no recibir más cartas de él?

Ahí, en su lecho de muerte imaginó como sería su vida si las cosas fueran distintas, si la sociedad no fuera tan cerrada y pudieran aceptar una relación entre dos hombres.

-Mi querido Jaemin, perdóname, perdóname por todo. Mi cuerpo ya no resiste más y es momento de que yo me vaya, pero prometo que en mi próxima vida y en las que siguen te encontraré y podré darte lo que no pude. Te amo.

Era una promesa, la más sincera.


Primero me gustaría aclarar y disculparme si algo no llega a tener coherencia mientras narre sobre las vidas pasadas, me estoy informando sobre el tema y espero que salga bien.
También espero que les guste 💗

Meant to be | NominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora