-¡Oh, vamos Mark!
Mark siguió riéndose sin parar. Como si la vida le fuera en ello. Aunque creo que en realidad es así.
-¿En serio no has visto ese capítulo de Friends? ¡Es totalmente inaceptable, Spens! ¿Así es como esperas conseguir novia? ¿No recuerdas de verdad a Joey con el pollo en la cabeza?
Y volvemos a empezar. En bucle. Sin descanso.
Mark es mi mejor amigo desde los cinco años. Creo que sin querer, se ha convertido en mi brújula, aunque parece que siempre nos perdemos en el camino. Pero inevitablemente, siempre nos encontramos. Nacimos en el norte de San Francisco, con sus calles empinadas y bastantes cicatrices por sus tonterías a lo largo de los años. Crecí a su lado, hablando por nuestras ventanas enfrentadas, entrando en la calidez de su casa y teniendo todas mis primeras experiencias en el ámbito social con él.
Puede que Mark, sea como el otoño. Viaja sin parar, volviendo bastantes veces a casa. Deja sus hojas esparcidas por el suelo, para que toda esta gente le recuerde. Aunque yo lo hago sin que deje rastro. Corre de un lado a otro, y deja el sonido blanco de su risa, convirtiéndose en un recuerdo frío, contra el que tienes que ponerte capas para que no te queme la ausencia.
A Mark le duelen las cosas. Aunque diga que no. Aunque se crea invencible por las volutas doradas de su pelo. Aunque se crea intocable. A Mark le duelen las cosas.
Y ahora ya no estamos en casa. Es gracioso, porque creo que en esta ciudad, las únicas veces en las que me siento en casa es cuando él está.
Chicago es muy grande. Tanto que Mark cabría. Pero todavía necesita encontrar su lugar en el mundo.
-No, no lo he visto. Y deja de sacar el tema de la pareja, joder. No es lo único que hay.
Bufa mientras camina de espaldas, mirándome a los ojos.
-A ti lo que te pasa es que este trabajo de mierda te está tragando, Spens. ¿Por qué no vuelves a San Francisco? Podrías trabajar en la gasolinera del centro comercial.
Repito su gesto anterior y agarro más fuerte el maletín que cuelga de mi mano. No es fácil. No es tan fácil.
-Sí, claro. Después de estudiar durante años para este trabajo, ahora decido volverme. Mark, no. No es tan fácil.
-Siempre dices esa gilipollez. Claro que es fácil. Si no te gusta esto, puedes volver y estudiar o trabajar de otra cosa. Mírate- toquetea todo mi traje y mi pelo- estás hecho un estirado. ¿Dónde está Spencer Collins? Ese chaval, con brackets, gorra de béisbol y pecas. Que era tímido... bueno lo de tímido sí que te lo has quedado. Eres tímido como la mierda, amigo. Aún recuerdo cuando le derramaste esa bebida a esa chica sin quere...
Le paro con una mano colocada en su pecho, sintiendo la vergüenza quedarse atrapada en mi garganta, deteniéndonos en medio de todas las personas que salen ahora mismo de la jornada laboral. Como yo.
-Lo he pillado. No he cambiado, Sigo siendo tímido, como has dicho. Sigo amando a los San Francisco Giants, tengo pecas, el pelo y los ojos castaños, la piel pálida, me encanta pasar tiempo contigo, la nieve, leer, caminar en mitad de la noche y pasar con el coche por el puente de San Francisco gritando la canción de Niall Horan. Estar solo, tumbarme en la playa, salir de fiesta con los chicos, y cocinar con nuestras madres. No he cambiado. No lo voy a hacer. Solo... solo tengo que acostumbrarme.
Se queda callado, mirándome. Mark hace mucho lo de mirar dentro de mí. Un poco aterrador, pero cuando lo hace, siento montones de flores crecer entre mi piel.
El pelo se le mueve cuando una brisa pasa entre nosotros, pero sigue sin decir nada.
-Lo que pasa es que no te veo feliz y no sé qué hacer.- ríe sin ganas y aparta la mirada. Yo siento algo frío recorrer mi piel, y me siento incómodo, porque hablar de cosas así con Mark es como ver el momento justo en el que es tu cumpleaños, y tienes que soplar las velas, pidiendo un deseo, y viendo como el fuego se ha apagado, y cada vez tienes menos oportunidades.
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Romance-¿Qué fue lo que te impresionó de ella? -Todo. Quizá su manera de ver el mundo, el dorado de sus ojos, o todo lo que me hizo sentir.