Prólogo

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Nada de lo que veo en este lugar puede ser real.

Por favor dime que este no es el Hades.


La sangrienta batalla continuaba, ahora todos estaban frente al rey del inframundo; imponente, viendo a sus contrincantes con una mirada que hacía sudar frío.

Seiya había lanzado la armadura de Athena hasta ella, que aún seguía en aquella vasija que todavía absorbía su sangre, teniendo la esperanza que así saldría libre de esa pieza sagrada.

Por fin, el emperador de los muertos y la diosa de la guerra justa se encontraron frente a frente. Era de esperarse, después de tanto tiempo disputando el dominio sobre la tierra la lucha seguía y se mantenía firme.

Athena sufría al ver a sus caballeros arriesgar sus vidas por la seguridad de ella y la de la tierra, ¿es que ellos, humanos despreciables a los ojos de las deidades del olimpo, no podrían disfrutar nunca de la vida? Ella también sufría al tener esa responsabilidad tan grande en sus hombros pero, sin lugar a dudas, ella tenía quien la salvara y, en cambio, ellos se salvaban a sí mismos y trataban de ayudarse mutuamente.

Ahora de pie, portaba la armadura de la diosa, con Nike en forma de báculo en sus manos.

Seiya, al igual que sus amigos, sintió satisfacción al verla así, tan fuerte como lo que ella representaba.

— ¡Athena!¡Qué bueno que estás bien! – exclamaba Seiya intentando reincorporarse – ahora podemos luchar a la par tuya... Saori.

Pero no podía verlo, ni a él ni a ellos, ¿cómo podía hacerlo? De alguna forma quería recompensar todo lo que hicieron por ella. Sí, ella les daría lo que tanto necesitaban: una vida normal.

— ¿Qué pasa Athena? No te preocupes, nosotros vamos a protegerte como siempre lo hemos hecho – ahora habalaba el caballero de Fénix.

— Así es, ¡vamos a recuperar la paz que los dioses le han quitado a los humanos! – escupió de forma violenta Hyoga, el caballero de los hielos.

Rogaba por favor que ya no siguieran, ya no quería oírlos hablar, porque sabía que no tendrían ninguna oportunidad de ganarle al enemigo que se posicionaba frente a ellos.

— ¡Ya basta! – decía en un intento desesperado por salvarlos, tono que amenazaba a llegar al llanto – por favor, sólo quiero que ustedes sean felices y que ya no arriesguen más sus vidas, porque... ese es trabajo mío – exclamó dejando sorprendidos a los muchachos.

Antes de que alguien más pudiera decir algo, Saori, mejor conocida como Athena en el mundo mítico de los dioses, alzó la mano con la que portaba a Nike, encapsulando a cada uno de sus santos en una burbuja cristalina.

— ¿En serio prefieres salvar a esos imperdonables humanos que a ti misma? En verdad me sorprendes, querida sobrina – el dios del inframundo hablaba con burla mientras miraba a los ojos a Athena.

— Eso es algo que tú no entenderías, tío – ahora Saori regresaba el ataque con palabras tan frías nunca antes vistas salir de la boca de la chica.

El lugar se llenó de la estruendosa risa del enemigo, todos los presentes miraban con miedo, impregnado en sus caras, como Hades se acercaba amenazante hacía Athena.

— ¡Es que eres tan ingenua!¡cualquier humano se aprovecharía de una tonta como tú! – la ira del dios era tanta que logró preocupar aún más a los caballeros de bronce, pero en especial a uno – ¡no voy a permitir que Zeus pase la vergüenza de que su hija sea la fiel seguidora de los humanos! Voy a matarte yo mismo, luego me disculparé con él – sus últimas palabras estaban llenas de odio y de una seguridad tan inquebrantable que alimentaba más su miedo, convirtiéndolo en pánico.

Sus intenciones eran claras, iba a clavarle su espada a Athena en el pecho, pero alguien no lo permitiría.

— ¡Meteoros de Pegaso! – el puño de Seiya se estampó en el cuerpo de Hades, sin embargo, la espada que iba directo hacia el cuerpo de Athena terminó por introducirse en el suyo.

— ¡Seiya!¿¡por qué nunca me haces caso!? – más que un regaño, parecía un lamento por parte de Athena, ahora siendo sólo Saori para Seiya.

— Porque... si no puedo protegerte a ti... ¿cómo voy a salvar al mundo? – contestó con dificultad debido al arma clavada en él.

Los otros habían ido a ayudar a Seiya, pero ya era muy tarde. Además, Hades volvió a pararse y los atacó sin piedad.

— ¿¡Cómo puede ser posible!?¡de todos los caballeros del santuario, el más molesto es Pegaso!¡también el más atrevido! – su coraje creció tanto que ahora le era imposible controlarse.

Dejó de lado a su querido caballero, volteó a ver a los demás, era una vista que quería y ubiera evitado, pero una vez más no pudo hacerlo.

— Hades, es que tú, como dios, ¿no puedes entender un sentimiento tan complejo como lo es el amor? – su voz se escuchaba débil, pero su fuerza nunca decreció, al contrario, subió tanto que ahora su ego era mucho mayor que el de su tío.

— ¿Amor?¿No lo puedes comprender? Tú no sientes amor por esos mortales, lo que sientes es una extraña obsesión, ¿Qué vas a saber si eres tan inmadura como ellos? – ahora trataba de estrangularla, tratando de poner sus manos en el cuello de su sobrina.

No pudo, el báculo lo traspasó, causándole un dolor punzante y constante, ¿por qué nunca podía ganarle a su repugnante sobrina?¿qué sus causas no eran justas?

— No lo entiendo... tus caballeros asesinaron a mis espectros... y a los dioses gemelos, ¿y son considerados justos? – aullaba como un animal herido, desvaneciéndose lentamente.

Ya no obtuvo respuesta pues su tiempo expiró, haciendo que el sonido de algo caer, el arma sagrada, retumbara en el suelo.

Los Campos Eliseos comenzaron a desmoronarse, los otros llegaron para proteger a Seiya y a Saori.

Pero, antes de poder escapar, una luz los envolvió a todos, llevándolos a un lugar desconocido para ellos, pero muy conocido para ella.

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Buenas, ya sé que me enterré por siglos, pero ya volví jajaja y con una nueva historia que espero que quede chida.

Voy a continuar mis historias, mejoradas ps ya mejoré un poquito mi ortografía y mi gramática :)

Espero les guste.





.Muerte súbita.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora