✙•Capítulo Cuatro•✙

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Al salir del hotel muchos reporteros se acercaron al español para entrevistar su repentina salida ya que por varios años se había recluido de su carrera, este los ignora y lleva a Rusia a un auto con vidrios polarizados.

─Mis disculpas por hacerte pasar por esto, el plan era llegar de forma incógnita─ se disculpa España con el euroasiático.

─No se preocupe por eso señor España, el mundo no es perfecto.

''Con esto me confirma que es alguien de un buen nivel'' pensó Rusia al recordar la agitada gente que invadía sin cesar su espacio personal, le preguntaban cosas incomodas y tomaban fotos de cualquier ángulo.

Viajaron por la carretera por un largo camino hasta que la cuidad fue desapareciendo y venia a ellos una basta vegetación, Rusia estaba aun mas interesado por las precauciones del español que tenia hacia su hijo con los medios de comunicación. Pasan 4 horas y llegan a una muralla escoltada por guardias armados, estos exigieron identificación y con solo ver a España les permite el paso.

─Viene preparado─ comenta Rusia ocultando su alegría de ser pagado de forma exuberantes.

─Solo tomo precaución─ dice España y dirige su mirada a la ventana ─Aunque creo que no es suficiente para alejar todo el mal del mundo─ murmura mientras que tenia el seño fruncido al tener de nuevo aquellos recuerdos que tanto le atormentan por las noches.

Después de mucho llegan a una modesta construcción, el cual era conformado por una casona modesta con características españolas.

─Es un lindo lugar─ comenta el ruso admirando discretamente el lugar que, a pesar de tener una fachada simple para el, tenía un toque mágico gracias a las abundantes plantas que la rodeaban y sepultadas

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─Es un lindo lugar─ comenta el ruso admirando discretamente el lugar que, a pesar de tener una fachada simple para el, tenía un toque mágico gracias a las abundantes plantas que la rodeaban y sepultadas.

─Era lo más rápido y discreto que pude conseguir después de que le dieran de alta en el hospital. No dejaban de molestar en ninguna de mis propiedades─ responde España con un tono de voz apático.

Se bajan del automóvil y caminan hasta llegar a la puerta, abre la puerta y, tanto España como Rusia, se sorprenden de que la puerta este abierta.

─No puede ser, no otra vez─ se queja el español y rodea la construcción llegando a una puerta secundaria, lo abre y en medio del jardín encuentra a su hijo ─México, ¿Cuántas veces he dicho que no te acuestes en el suelo? Hay hormigas e insectos que pueden hacerte daño─ regaña a su hijo que a menudo salía y se recostaba en el pasto sin importar la hora o el clima.

O bueno, en cuestión del clima si es selectivo porque evita cuanto puede la lluvia.

Rusia traspasa y ve a la persona del video, o más bien, lo que quedaba de el. Era México, hijo de España. Pero se veía muy... muerto que vivo.

─Hijo, te quiero presentar a tu nuevo psicólogo. Rusia, el es mi hijo México─ presenta a ambos. Rusia alza la mano con la disponibilidad de saludar a su paciente, sin embargo, este se oculta detrás de su padre ─Discúlpelo, le pone nervioso la gente nueva.

''Ansiedad, un síntoma común al tener relación con el trauma'' analiza el ruso haciendo notas mentales de sus futuros métodos para tratar a su boleto dorado de su carrera.

─No se preocupe señor España─ dice ''amablemente'' para luego dirigirse al mexicano ─Espero que nos llevemos, nuestros padres son amigos y espero que tu y yo lo seamos.

Con esto se gana un poco la confianza del mexicano y hace un ademan con la cabeza para saludar, esta acción a Rusia le fascino que el  contrario no era tan retraído socialmente, a ellos le es difícil de atender ya que a el tampoco le gusta socializar con cualquier gente. 

Se adentran a la ascienda y mientras los ayudantes acomodan las maletas de Rusia en una de las habitaciones de invitados, este se concentra en observar cada pequeño detalle del lugar. Aunque no lo pareciera, el hogar de alguien es el reflejo de una persona y Rusia lo sabia bien al tener sus cosas en lugares específicos, no le gustaba el desorden y mucho menos la suciedad. Ni hablar de la ropa que detesta arrugarla innecesariamente.

El lugar a pesar de tener colores vivos el ambiente era denso, desolado, triste. Las puertas de madera eran tatuadas por rasguños de objetos punzantes, las paredes tenían leves manchas marrones de tal vez tierra de las macetas o sangre ante algún altercado con sus predecesores. Camino hasta quedar enfrente de un ventanal que daba la vista de donde antes se hallaba México ante su llegada. Desde el suelo se veía todo desordenado, pero al tener otro ángulo el césped tenia una forma de algo particular, algo que no se esperaría de alguien que ''odiara la música''.

─Al parecer aun amas las melodías─ murmura el ruso al ver que en el césped se leía una rudimentaria partitura que componía un ritmo.

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─Mi niño, ¿Qué sucede si te enfermas como el mes pasado? No quiero volver a ver que estés conectado a una intravenosa por anemia─ reprendía a su hijo a la vez que le secaba el cabello luego de darle una ducha caliente. Deposita sus manos en los hombros de este y se acerca para darle un beso encima de la toalla ─Se que este es bueno, pronto te curaras.

A veces España iniciaba conversaciones con su hijo intentando a que el hablara, mas eran en vano pues solo recibía como respuesta silencio. Le era desesperante que a pesar de los años no haya hecho algún avance desde que fue rescatado, ninguno mas que responder si y no a preguntas cerradas.

Suspiro* De acuerdo, vamos a cenar. Te traje de la cuidad jamoncillo. Tu dulce favorito─ le habla dulcemente y lo anima a pararse de la cama y seguirlo hasta el comedor.

Bajan al primer piso y llegan al comedor, el cual Rusia ya estaba esperando a sus anfitriones. Se sientan y los ayudantes sirven con cuidado en cada plato un pozole rojo acompañado de pan blanco tostado con mantequilla y un agua de escancia de Jamaica recién hecho.

─Muchas gracias por dejarme quedar en su casa─ dice el Rusia para luego tomar los cubiertos, sin embargo es detenido por un manotazo de parte de México haciendo que los cubiertos cayeran al suelo e hicieran un ruido fuerte.

─Discúlpelo Rusia, es que el y yo hacemos una oración antes de comer─ explica el español y procura que las manos de su hijo no tuvieran algún daño pues su piel se ha debilitado por su nulo contacto con el Sol cuando los terapeutas estaban presentes.

─No hay cuidado. Perdone mi falta de respeto a su casa─ se ''disculpa'' Rusia por su ''descortesía'' a casa ajena.

Al mexicano le pareció bien la disculpa y toma una de las manos de su progenitor para que el iniciara con la oración. El euroasiático solo se limita a inclinar y observar los movimientos del contrario. Le es intrigante, que a pesar de apenas conocerse unos minutos, se haya atrevido a golpearlo. Con cualquier persona lo denunciaría por agresión, pero como se trata del hijo de alguien de buena clase lo dejaría pasar.



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