Capítulo 1

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Nota autora

Hi, girls, otra vez yo aquí, solo aclarando qué, todo esto sucede después del juego de ajedrez de Zelda y Faustus, pero Constance no va a estar muerta, y nunca estuvo embarazada, Prudence no es hija de Faustus, y en el infierno habrá mañana, tarde y noche, hora, lluvia y todo lo que conlleva eso.

Hi, girls, otra vez yo aquí, solo aclarando qué, todo esto sucede después del juego de ajedrez de Zelda y Faustus, pero Constance no va a estar muerta, y nunca estuvo embarazada, Prudence no es hija de Faustus, y en el infierno habrá mañana, tarde...

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- Cariño - Hilda tocó la puerta de la habitación de su hermana - el Sumo Sacerdote esta aquí, pidió hablar contigo.

Zelda expulsó el humo de su boca, apagó lo poco que quedaba de su cigarro, prendiendo otro enseguida, se levantó no sin antes mirarse en el espejo de su tocador, asegurándose que se encontraba radiante como siempre.

Salió de la habitación y bajo las escaleras, yendo directamente a la sala.

- Oh hermana Zelda, siento mucho irrumpir en su hogar sin antes avisar, pero me gustaría hablar de un tema en específico - comenzó el padre Blackwood.

- Directo al grano Faustus - dijo Zelda dando una gran calada a su cigarro y expulsando el humo.

- Nuestro señor oscuro me ha revelado - se levantó de su asiento, acercándose a Zelda - Que debo tener un heredero y como sabrás Constance no ha podido concebir hijos, pero tú mi querida hermana, tengo conocimiento que aún puedes tenerlos - habló mientras señalaba la pequeña cuna de Evangeline, hija de ella y quien fue el gran amor de su vida, la niña nunca fue puesta al ojo público, de hecho muy pocas personas sabían de su existencia.

- Quieres que me embarace solo para darte un heredero?, por favor - Zelda rió sarcásticamente mientras expulsaba el humo de su boca hechandolo directo a la cara de Faustus.

- Conmigo no cuentes para eso, pideselo a una de tus putas baratas, estoy segura de que accederán sin queja alguna, y si no tiene más nada que decir, padre Blackwood, que realmente me importe, le pido por favor que se retire - habló mientras se levantaba.

Estas palabras enfurecieron enormemente a Faustus quien tomó a Zelda de una manera brusca por el mentón.

- Te vas a arrepentir lo juro, y ten por seguro que tu vas a traer a mi heredero al mundo - dijo esto y la soltó, saliendo de inmediato de la casa.

Zelda se quedó estupefacta, sobando su mentón adolorido, apenas escucho la puerta la principal cerrarse, sintió los pasos de su hermana acercándose hacia ella.

- Estás bien Zelds, qué te dijo el Sumo Sacerdote - preguntó con un poco de preocupación, pues la mirada e Zelda se encontraba un poco perdida.

- Na-nada de importancia hermana, dónde está Evangeline? - preguntó evadiendo el tema.

- Ah ella está tranqu... - ambas escucharon el llanto de la bebé - estaba tranquila.

Ambas salieron de la sala yendo a la cocina donde se encontraba otra pequeña cuna para la bebé, claro que está fue idea de Hilda.

- A lo mejor tiene hambre, vamos Zelds, dale de comer - habló Hilda.

- Claro, preparale su biberón - dijo mientras tomaba a la pequeña bebé en brazos y sentándose en la mecedora, ésta idea de Sabrina.

- Ya basta Zelda, la niña nació prematura, necesita tomar leche materna - la regañó su hermana.

Escucharon pasos provenientes de las escaleras que se aproximaban a la cocina, al levantar la mirada las mujeres, saludaron a su sobrino Ambrose.

- Hola pequeña bruja - habló con cariño a la pequeña quien le sonrió de inmediato.

- Ambrose por favor, pásame el biberón de la niña - dijo Zelda.

Ambrose miro a su tía Hilda, pues sabía que ella se oponía a que su tía Zelda alimentara a Evangeline con fórmula, sabía que la niña nació mediante complicaciones, pues nació antes de tiempo, gracias a un mal episodio que vivieron en casa, y que todos se sintieron mal por su tía, pues fue a la que más afectó la situación.

- Discúlpame tía, pero recordé que tengo algo pendiente que hacer - dijo mientras salía de la cocina.

- Antes era a mi a la que temía, el pobre ni desayunó.

Después de mucha insistencia de parte de su hermana menor, Zelda sacó su pecho y lo llevó a la boca de la pequeña niña, chillando y arrugando el entrecejo ante el dolor de sentir su pezón magullandose.

- Vez, no se te cayó nada - dijo sarcásticamente y se giró a seguir preparando el desayuno, que cuando estuvo se lo sirvió a su hermana, pues no había estado comiendo bien desde que su pequeña sobrina nació.

Rato despues ya se encontraba Sabrina, Ambrose, Zelda y Hilda reunidos en la mesa desayunando, pues la pequeña niña ya se había dormido, Zelda como siempre había estado leyendo su periódico ruso, pero no logrando concentrarse pues las palabras de Faustus no salían del todo de su cabeza.

- Tía Zelda, qué tienes? - preguntó la chica al notar que su tía se encontraba con la mirada perdida en el periódico, sin leerlo, además no había musitado palabra alguna, ni había tocado su desayuno.

- Ah nada, no tengo nada - sonrió y dejo su periódico a un lado, empezando a desayunar, pero sin unirse a la conversación, Sabrina poco aliviada se dijo a si misma en sus pensamientos "Al menos ya está comiendo".

Rato despues al ya terminar, Hilda se retiró y fue con el Dr. Cee, Sabrina se fue con sus amigos, y Ambrose fue a una cita con Prudence. Zelda se había quedado sola en casa.

Se encontraba leyendo en la sala, de pronto sintió un fuerte olor a azufre, ya imaginándose de quien provenía, dejó su libro a un lado y se dirigió a la habitación de su hija.

- Vamos pequeña, tu mami a venido por ti - habló Zelda con una dulce e irreconocible voz.

Tomó a la niña en brazos y una pequeña maleta que ya tenía lista, pues sabía con anticipación que la otra madre de su hija vendría.

Al bajar las escaleras, la encontró ahí, sentada en donde ella estaba antes, con un hermoso vestido largo rojo y su perfecto peinado despeinado.

- Buenas Tardes Lilith, aquí esta la niña, y creo que está algo ansiosa de ir contigo - dijo dándole la niña a Lilith y el bolso a Sbirro, quien siempre venía a dejar cosas que la bebé pudiera necesitar o en ocasiones como esta, venía acompañando a su señora.

- Gracias, - vió a la bebé en sus brazos - Cómo has estado mi pequeña - dijo acariciando a la bebé, luego miró a Zelda - y tú Zelda?

- Yo qué? - habló Zelda alzando su cabeza para mirarla.

- Tu cómo has estado? - preguntó la demonio.

- Bien, bien, unos minúsculos problemas, pero nada de que preocuparse, gracias - respondió Zelda.

- Segura? - Zelda asintió, igual ella no le creyó del todo - me tengo que ir, pasado mañana por la tarde la traeré.

Dijo esto y se fue, junto a ella Sbirro, quien si se despidió por lo bajo, más Lilith no, Zelda se sentó en el sillón prendiendo su cigarro y dejando salir las lágrimas que tenía contenidas.

Continuará...

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⏰ Última actualización: 4 days ago ⏰

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