Entre Cuatro Paredes

9 2 0
                                    

Eiji podría ser inocente para muchas cosas, pero no era tan tonto como para notar que a Ash le pasaba algo.

Cuando se mudaron al departamento, estaba entusiasmado por conocer al verdadero Ash Lynx, al doméstico, al que escondía detrás de esos ojos verdes.

Sin embargo, lo que encontró era totalmente diferente de lo imaginado.
Tenía claro que no sería alguien demasiado cariñoso u hogareño, puesto que todo lo que había vivido debía haberlo herido bastante, pero tampoco estuvo listo para ver algunas cosas.

No comía. O al menos no cuando Eiji estaba allí. Al principio, pensó que era algo normal, ya que el cambio de ambiente y la sobrecarga de trabajo pueden haber influido en su apetito, pero a medida que pasaba el tiempo comenzó a notar otros detalles.

Cuando comía con él, siempre escogía algo que tuviera lechuga o alguna otra verdura. Que cuando terminaba su plato se ponía limpiarse las uñas de manera obsesiva. Que a veces, cuando pensaba que nadie lo veía, medía sus muñecas abrazándolas con sus dedos.

Pero la peor revelación para él fue cuando lo vio sin camisa.

Un día llegó herido, quien sabe por qué, pero el chico japonés de dispuso a curarlo. Ash al principio se negó, pero después de tanta insistencia se dejó. Se desabotonó lentamente la camisa empapada de sangre, y se la quitó haciéndola una bola; después de todo, estaba demasiado arruinada para volver a usarla.

Eiji sabía más o menos que esperar de la vista de su torso. Esperaba ver unos suaves músculos dañados por cortes y cicatrices antiguas. Pero la vista lo sorprendió.

Sabía que Ash era delgado. Después de todo, era fácilmente confundible con un modelo, pero era demasiado delgado. Ni siquiera podía distinguir músculos reales en su cuerpo. Solo veía sus abdominales marcados por la alarmante falta de grasa de su cintura. La clavícula estaba dolorosamente marcada en su cuello, y casi podía ver cómo su garganta se movía cada vez que respiraba. Que decir de sus costillas; estaban sobresalientes, como mostrándole al mundo lo mucho que habían sido privadas de todo.

Casi se hecha a llorar. Ash lo vio, pero no asoció su repentino cambio de humor con lo deteriorado que se veía su cuerpo. Pensaba que simplemente estaba así por verlo herido. Así que, reuniendo todo el valor que tenía, Eiji se dispuso a limpiar su cuerpo sin decir ni una palabra. En algún momento iba a enfrentar esta situación con él, pero no ahora. Primero, tenía que pensar en un plan de acción y prepararse para lo que pudiera pasar.

Pero sí. Sabía que algo le ocurría a Ash, y estaba asustado de que fuera exactamente lo que pensaba.

----------------------------------------------------------------------------

Ash no era un idiota. Sabía que Eiji sospechaba de todo. Lo notó cuando las invitaciones a salir a comer aumentaron. O cuando pedía comida chatarra en vez de comestibles para cocinar. Las excusas para librarse de todo se el estaban agotando, y estaba comenzado a entrar en pánico.

No era su intención que todo se pusiera tan mal. Al principio, comía cada vez que su cuerpo le pedía algo. Luego, cuando el trabajo comenzó a aumentar, su cuerpo dejó de pedir. Y como ya no pedía, no comía.

Se trataba de auto-convencer de que el problema era que se olvidaba de tomarse un descanso para comer, pero a medida que pasaba el tiempo supo que no era algo tan simple. Cada vez que recordaba comer algo, su cuerpo lo rechazaba, hacía mostrar su descontento. Y por esto mismo empezó a temer la próxima comida. No quería sentirse mal, lo único que haría sería ponerlo inúltil.

El miedo a comer se fue transformando poco a poco en asco, hacia la comida y a él mismo. Le enojaba como su cuerpo no podía hacer algo tan básico como comer y digerir la comida. Dios santo, era algo básico para sobrevivir. Pero no, su mente no lo captaba, y seguía con sus hábitos autodestructivos.

Entre Cuatro ParedesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora