La fría espada que sobresalía de su estómago le recordó que hacía ahí. Al frente de él estaba un hombre con el pelo blanco, ese hombre era su maestro, su perezoso maestro. Sin embargo, algo no estaba bien. Los ojos usualmente aburridos estaban conmocionados.
Se llevo las manos al estómago en donde sobresalía la espada y recordó quien era. Sintió la sensación fría del metal salir de su cuerpo. El leve raspón que siguió en sus mano le recordó quien era. Escucho a mucha gente gritar, demasiadas. Solo se concentró en una, en cuanto lo vio, recordó quien era.
—Maestro...— Las fuertes manos de su maestro lo sujetaron con fuerza, tanta fuerza que podría romper los huesos de alguien normal. Pero, el no era alguien normal.
Sus rodillas ya no daban para más. Le resultaban tan pesadas como dos carretas con caballos juntos. Cayó al suelo mojado y sucio debajo de el, en cuanto sintió el suelo debajo de el. Recordó quien era.
Sabía que iba a morir, pero solamente quería ver, el oscuro cielo arriba de él. Solamente eso. Su maestro le estaba obstruyendo la vista. Sentía algo en su estómago nuevamente.
Miro a su compañera que estaba llorando más que una cascada. Movió su mano todo lo que pudo y tocó su mejilla. Al momento en que tocó su mejilla, lo miró.
—Sakura, déjame descansar... para.—Su garganta ya estaba cansada de hablar, su mente ya estaba cansada de pensar, su cuerpo ya estaba cansado de luchar, y aun en sus últimos momentos, recordó quien era.
Su mirada volvió al cielo, y recordó quien era.
Las estrellas lo saludaban con un abrazo reconfortante. Y recordó quien era.
Y en cuanto sintió que su corazón parar.
Recordó quien era.