Pítica I – Para Hierón de Etna, vencedor en la carrera de carros
Aurea lira, de Apolo y de las Musas de violáceas trenzas
presa justamente compartida, a ti te atiende
el paso de danza que da inicio a la fiesta,
y obedecen los cantores tus avisos
cuando de los preludios que arrastran al coro
formas, vibrante, los primeros acordes.
Incluso el rato, lancero de irrestañable fuego,
tú apagas. Y duerme sobre el cetro
de Zeus el águila, relajando
a ambos costados su ala rauda,
la reina de las aves, cuando
sobre su curva cabeza oscura niebla,
suave cerrojo de sus párpados,
tú has derramado, y dormitando ella
mece el lustroso plumaje de su lomo,
por tus efluvios dominada. Y hasta el violento
Ares deja a un lado la hiriente punta de su pica,
y suaviza su corazón en el sueño.
Tus saetas, sí, hechizan el ánimo también
de los dioses, por la magia del hijo de Leto
y de las Musas de talle profundo.
Y todos aquellos seres que abomina
Zeus, se estremecen al oír la voz
de las Piérides, en la tierra
o en el mar indomeñable.
Incluso el que yace en el espantoso Tártaro,
el enemigo de los dioses,
Tifón, el de cien cabezas, a quien antaño
una famosa caverna de Cilicia crió.
Pero ahora, sobre él, los acantilados de Cumas,
batidos por el mar, y Sicilia le oprimen
el velludo pecho; y lo aprisiona
un pilar del cielo, el níveo Etna,
que todo el año agudo hielo nutre.
De sus abismos emergen rugientes
manantiales de juego inaccesible.
Sus ríos derraman una corriente negruzca
y humeante durante los días.
Y en las tinieblas de la noche la llama roja
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Fragmentos de poemas de Píndaro de Tebas
ŞiirPíndaro de Tebas nació alrededor de 518 a.C. dentro de una familia noble. Sus poemas destacan por tres elementos: la temática mítica que el poeta evoca de un modo libre y a través de alusiones e imágenes brillantes; el motivo ocasional de la victori...