Lucía

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"Perdón por llegar tarde, me tenía que duchar." No te preocupes, aún no ha pasado el bus. ¿Te duchas por las mañanas? "Así me despierto de paso." Cada quien con sus gustos. "No creo que lleguemos al colegio hoy." ¿Por qué no? "Algo de una estafa o no se muy bien, el tema es que el puente se ha hundido." ¿Y ahora qué haremos? "Podemos ir al parque o algo." Vale.

Una lágrima cayó de mi ojo derecho. Los buenos recuerdos siempre me han afectado más. Por suerte la mayoría no lo eran.

"¿Todo bien ahí dentro?" Sí. Solo me estoy cambiando. "¿Quieres que te ayude?" No entres por favor. "¿Estás llorando?" No. "Voy a entrar" No, por favor. "¡¿Quién te ha hecho esos golpes?!" Nadie. "Ay cariño, ¿por qué lloras?" No estoy llorando. "¿Qué pasó?" No le presté mi muñeco a un grupo de niños. "¿Por qué?" No quería que lo rompiesen. "Deberías habérselo dejado, mírate ahora." Perdón. "Hoy te acompaño a clase para que pidas perdón a los niños." Perdón.

Mi ojo izquierdo empezó a llorar también. No quería recordar eso. Cogí la escopeta del suelo. Tenía dos balas. Disparé una vez contra la pared del cobertizo. Funcionaba, bien. Después de comprobar esto apunté a mi objetivo, mi cabeza.

"No me gusta el ruido de las pistolas, me asusta." Perdón.


Nuevo colegio en un pueblo de las afueras, el de mi familia más concretamente. En parte fue mí culpa estar ahí, no debería quejarme tanto. Llegué a la parada del autobús que me llevaría a clase. Aunque fuese un pueblo, el camino andando para llegar hasta allí eran 2 horas, 30 minutos si andabas rápido y con agilidad por el bosque. En la parada había una niña de mi edad, quizás unos meses mayor. Lucía. No le tome mucha importancia ese día.

En el colegio estaba totalmente perdido, los pasillos eran como un laberinto. Unos chicos me vieron y se ofrecieron a ayudarme, pero sus intenciones no eran buenas. Ya he vivido esto antes.

No recuerdo cómo llegué a ese punto, pero de repente tenía un moratón rodeándome el ojo y a cuatro chicos dándome patadas mientras intentaba levantarme. No pasó hace tanto, pero casi no lo recuerdo. Mi memoria es cada vez peor. Fue ahí cuando Lucía llegó y me salvó. No sé de qué hablaron, solo sé qué se fueron, y Lucía me ayudó.

Desde ese día me la encontraba todos los días en el autobús, como antes pero ahora su presencia se notaba más. Nuestra relación se basaba en ella hablando y yo intentando escuchar. Un día llegó con dos ramilletes. Se puso uno en su pelo y otro en el mío, no sin antes preguntar si me molestaba. No recuerdo haberla visto sin el ramillete desde ese día.

Me presentó a sus amigos, pero ninguno me cayó tan bien como ella. Su forma de hablar sin esperar una respuesta era única. No es como si no me dejase hablar, no era ese tipo de persona, pero si veía que no quería responder, el cual solía ser el caso, seguía hablando. Otra gente me preguntaría si me pasaba algo, obligándome a hablar, pero ella me entendía de alguna forma mística.

Algo que noté es como la gente no muy cercana a ella la llamaban "Chuchi". Nunca supe qué significaba ese mote, y me daba miedo preguntar. Lo usaban mayoritariamente para reírse de ella, por lo que supuse que sería un mote estúpido. Pero, un día fui a su casa ya que se olvidó de un libro en ella. Cuando llegamos, noté que sus padres también la llamaban "Chuchi", así que pregunté.

          - Ah, no es nada, una historia del pasado aburrida. -Sus palabras mostraban confianza al  igual que sus gestos, pero sus ojos contaban otra historia- preferiría que me llamases Lucía, o Luci.

Decidí no preguntar más.

He de admitir, que en algún punto de la historia, me empezó a gustar de una forma más romántica. Me hacía sentir bien, libre. Un día que no hubo clase por algo de unos residuos lanzados al lago, fuimos al bosque. Los dos juntos, solos. Estuvimos todo el día corriendo por ahí, incluso llegamos al instituto de tanto andar. Tuvimos una conversación sobre quien nos gustaba ahora o nos había gustado, aunque fue muy breve. A mí me daba vergüenza admitir mis sentimientos y a Lucía nunca le gustó nadie. No lo recuerdo con alegría pero tampoco con tristeza.

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