Dolor, un inmenso dolor.
Estaba ahí, dónde la nieve comenzaba a quemar su piel, sentía como la nieve de derretía en su ropa y como la fría sustancia comenzaba a filtrarse entre su piel, llegando hasta lo más profundo de sus huesos. El dolor era tan cegador que lo único que podía observar a través de sus dilatados ojos era el rojo esparcido entre la nieve, el olor a metal abrumaba su olfato y su respiración agitada era lo único que tronaba dentro de sus oídos.
¿Qué estaba sucediendo? ¿Porque dolía tanto? ¿Dónde está ella?
Miles de preguntas se repetían en su cabeza, estaba a la espera de que algo más pasara, que un estímulo más grande que el dolor, más grande que la pena de ver la sangre escurrirse del cuerpo de la mujer que tenía en frente. Con su mano, intentó tocarla, buscar ese calor reconfortante que tanto la caracterizaba, pero solo el frío y su mirada vacía fueron la confirmación de que ella ya no estaba en este mundo. Escuchó la nieve crujir por el peso y sintió como la mano de su agresor tomó un puñado de su cabello y la alzó. Un alarido salió del fondo de su garganta de forma involuntaria, sus ojos se llenaron de lágrimas y no pudo evitar que estas corrieran por sus mejillas.
-Parece que la pequeña perra mestiza sigue viva- dijo con diversión uno de los machos que había causado tanto dolor a su cuerpo-. Creo que necesitamos enviar un mejor mensaje, ¿no creen?
Un coro de risas y palabras vacías llegaron a sus oídos. Uno de los machos se acercó a ella y tomó su rostro entre sus dedos, el tacto le hizo estremecer, podía sentir la sangre de su madre en sus dedos. No pudo evitar mirar su rostro, era como todos los Altos Fae, anguloso e impecable, incluso las largas y afiladas orejas, sin embargo, ese rostro fue lo único que nunca podría olvidar, esa mirada que le aseguraba dolor y pena en los escasos momentos que aun podía tener de vida. Sabía que había más personas a su al redor e intentó enfocarse en algo, cualquier cosa, que le diera un escape de lo que sucedía a su alrededor.
Miró a todos los lugares que pudo, los grandes árboles, la nieve manchada con sangre, el carruaje destrozado y finalmente un muchacho. No podía ser mayor a su hermano y sin embargo se veía más pequeño, inseguro, demasiado asustado para ayudarla. Ambos se miraron y por un momento vio la pena que él le tenía, tal vez él no quería estar ahí y sin importar como ahora se encontraba como el espectador de un asesinato. Los otros se dieron cuenta de donde esta posando su mirada vacía y no tardaron en burlarse.
- ¿Crees que él va a ayudarte? -se carcajeo con burla-. Él no es más que un pequeño cobarde, que no tiene el valor suficiente para salvarte. -Susurro maliciosamente lo último.
Ese muchacho era una víctima, como ella, ambos estaban en ese sangriento escenario por las decisiones de otros. Nunca apartó su mirada de el, ni aun cuando la arrastraron por la nieve y la dejaron a merced de aquel que parecía ser el líder de la operación. No se atrevió a mirarlo, si lo hacía, sabía que nunca podría olvidar esos ojos, así que mantuvo la mirada en el suelo, quitando su mirada de aquel joven por primera vez.
-No es la manera de tratar a una dama, muchachos. -Podía escuchar el tono burlón de su voz, el agrio sabor del miedo inundó su boca-. Miren que cosita curiosa, -pasó sus manos sobre la base de sus alas, sus hermosas y preciadas alas. - tiene alas. Una señal clara de que su sangre esta contaminada por la sangre illyria de su madre. ¿Porque no lo solucionamos?
El macho acaricio sus alas con aparente cariño, su cuerpo se tenso y se preparó para lo que viniera. Sintió el agarre en el centro de sus alas y sintió el primer tirón, el pánico recorrió su cuerpo y rezo. Rezo a la Madre y al Caldero a cualquier ser celestial que pudiera escucharla. Rezo para que alguien la salvará, que evitará que le arrancarán sus alas. Justo como habían hecho con su madre.
Por favor, suplicaba, quiero vivir. Que no se las lleve, rogaba ella con el pánico creciente y el dolor en sus alas.
Escucho las risas a su alrededor, escucho los sonidos lastimeros que salían de ella y sobre todo sintió el dolor atronador de sus huesos romperse. Estaba herida, sabía que su muerte estaba cerca, pero no quería morir así.
Así que rogó, rogó hasta que su mente su volvió difusa y dolor de sus alas fue el protagonista. Sintió como los músculos de su espalda se tensaron, cómo los huesos de su espalda tronaban al recibir la fuerza del macho en sus alas. Y, cuando se estaba dejando ir, cuando se comenzaba a rendir escucho una voz en su cabeza, un arrullo suave que le hizo sentirse a salvo.
Y solo floto y el dolor se fue...
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Sonata Inmortal
FanfictionSiempre se supo que existían otros mundos, los demonios que cazamos vienen de ellos, nunca entendimos la cantidad de mundos existente, y tal vez nunca lo haremos. Bien se dice que el conocimiento es poder y el poder que muchos han buscado nos ha lle...