EL CORAZÓN PÚRPURA

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E L CORAZÓN PÚRPURA

–Es el mismo retrato del abuelo, qué barbaridad. Me parece estar viéndolo de niño.

–Ojalá ese angelito no coja el mismo camino -–Sentenció la anciana destilando veneno.

–Ay abuela: no diga esas cosas, por amor a Dios, que todos no nacimos para lo mismo. Mejor entrémonos, antes de que alguien la escuche y vayan a contarle al viejo –Replicó contrariada la joven mujer que la acompañaba.

El niño caminaba desprevenido como todos los días y a la misma hora, con la vianda en la mano. Iba ataviado en el pulcro uniforme: De camisa blanca, pantalón corto, zapatos lustrosos, medias tobilleras y corbatín turquí, el maletín de los libros terciado en la espalda rumbo a la escuela; no sin antes pasar por la barbería a dejarle el desayuno a su amado abuelito.

A sus seis años vive totalmente ajeno a los vituperios y oprobios que suscita su procedencia en la incisiva anciana, la que permanecía sentada tardes enteras en la puerta de su casa, a la sombra del alero, espantando con un abanico el sopor levantado por el verano. La inquisitiva mujer no le perdía pie ni pisada a los transeúntes, jactándose de conocerle al pueblo cuantas incidencias e intríngulis vividas por sus habitantes, desde hace más de sesenta años, de frustrada e infeliz existencia.

La dama en cuestión se consideraba a sí misma el adalid de la moral, la regidora de los valores y sanas costumbres, paladin en capacidad de dar ejemplo y para desgracia ajena; convertida en la memoria viva, de cuantos acontecimientos bizarros y hechos desafortunados quisieran muchos olvidar, o al menos sus protagonistas poder borrar de la memoria colectiva, al punto que los pobladores evitaban a toda costa caer en boca de la adusta anciana, conocida por no dejar títere con cabeza y haciendo trizas al despotricado prójimo. Por supuesto, refundiendo entre dimes y diretes de su desmedida lengua su propia historia.

La calle principal del pueblo era empedrada y se conservaba igual desde su fundación, por decreto ley que propende por su preservación, como patrimonio arquitectónico del periodo colonial, además por esas calles estrechas algún día pasaron triunfantes: el libertador y luego el general; ambos ungidos de glorias como consta en sendas placas conmemorativas que a nadie le importa y mucho menos leen. La imponente torre de la iglesia, con su cúpula abovedada, la remodelada alcaldía, las casas de adobe o barro pisado, blanqueadas con cal, los techos de teja de barro, los balcones volados en los pisos altos con materas apaleadas por las inclemencias del sol, los patios solariegos, las pequeñas ventanas de hierro forjado y cortinas danzantes al viento. Eran casas de puertas de catedral que permanecían de par en par, los puentes de arco en piedra y ladrillo a la vista, en ese rincón mágico colmado de verdes paisajes, farallones lejanos de grisáceos inciertos, con abiertos campos de pastoreo, árboles frondosos, extensos sembradíos de palma y bosques madereros. Esa simbiosis prístina, componía la postal del caserío haciéndolo único entre lo estético y bello, concebido por la mano generosa de Dios e ingenio de los hombres.

El niño en su acompasado caminar encuentra a su paso personas que, al verlo, lo saludan efusivamente, reconociendo el linaje y valorando su casta. Es el nieto del general y eso lo destaca por la sencilla razón de venir precedido de riqueza y poder. ¡Al final lo que se hereda no se hurta! y eso lo hace sentir orgulloso. También las heroicas historias que se tejen alrededor de su abuelo que eran tantas y tan fantásticas como los cuentos de los libros con dibujos de colores; aunque sigue sin entender del todo, el porqué de las cosas a las que paulatina e irremediablemente va despertando, entre la admiración y la perplejidad de sus pequeños ojos pardos, a las que su madre adelantada y a la defensiva, lo alecciona; de tal manera que sabe cómo defenderse al contestar agravios, o cuando algún malintencionado lo cuestiona con impertinencias. Por ende, las respuestas eran lapidarias y tajantes, con esa misma serenidad congénita dadas a sus maliciosos compañeros. Réplicas capaces de zanjar de un tajo las malsanas intenciones y sus propósitos ofensivos:

EL CORAZÓN PÚRPURADonde viven las historias. Descúbrelo ahora