Yoongi

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El bullicio del  restaurante se difuminó mientras trataba de controlarla mi furia. Intenté contener el deseo de gritar y mantuve la voz baja, si bien cada palabra rezumaba ira. 

—¿Qué mierda acabas de decir? Estoy seguro de que no escuche bien.

Jimin se acomodó en su silla, sin preocuparse en lo más mínimo por mi cabreo. 

—He dicho que Jin va a ser ascendido a socio.

Apreté el vaso que tenía en la mano con tanta fuerza que me sorprendió no romperlo. 

—Se suponía que ese ascenso era mío. 

Él se encogió de hombros. 

—Las cosas han cambiado. 

—Me he dejado la vida trabajando. He traído nueve millones a esta empresa de mierda. Me dijiste que si superaba lo del año pasado, sería socio. 

Jimin agitó una mano. 

—Jin ha traído doce millones.

Estampé la palma de la mano contra la mesa, sin importarme si llamaba la atención de los demás o no. 

—Eso es porque el muy hijo de puta me quitó clientes. La idea de la campaña fue mía. ¡Él me quitó de en medio! 

—Es tu palabra contra la suya, Yoongi. 

—Una mierda. ¡Esto es una mierda! 

—La decisión está tomada, y la propuesta ya está hecha. Esfuérzate y tal vez el año que viene será tu año. 

—¿Y ya está? Así como si nada, ya esta? 

—Ya está. Te has ganado una generosa pasta.

«Una generosa pasta».

No quería otra plata. 

Quería el ascenso. 

Debería haber sido mío.

Me puse de pie tan rápido que volqué la silla, que golpeó el suelo con fuerza. Me enderecé para enfatizar mi metro setenta y uno de altura, y lo miré con el ceño fruncido. Teniendo en cuenta que Jimin no superaba el metro setenta, sentado me parecía muy pequeño. Jimin enarcó una ceja. 

—Cuidado, Min. Recuerda que en Big Inc. lo importante es el trabajo en equipo. Sigues formando parte del equipo. Una parte importante. 

Lo miré fijamente, reprimiendo el deseo de mandarlo a la mierda. 

—El equipo. Ya.

Me alejé meneando la cabeza. Volví al trabajo y entré dando un portazo. Mi asistente me miró, sorprendida. Tenía un sándwich a medio comer en la mano. 

—¿Qué mierda te tengo dicho de comer en la mesa? —le solté. Ella se puso en pie con torpeza. 

—Es... estaba usted fuera —tartamudeó—. Estoy trabajando en sus gastos y he pensado que...

—Pues ha pensado mal, deje de pensar.—Me incliné sobre la mesa y le quité el dichoso sándwich de la mano, haciendo una mueca por la atrocidad—. ¿Mantequilla de mani y mermelada? ¿El sueldo no le da para más o qué? —Solté un taco cuando la mermelada me manchó el borde de la chaqueta—. ¡Que asco!

Su cara, ya blanca de antemano, perdió todavía más color al ver la mancha roja que se extendía sobre mi traje gris. 

—Señor Min, de verdad lo siento mucho. Lo llevaré a la tintorería ahora mismo. 

AGREE. - [MIN YOONGI /SUGA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora