Sweet Complication

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Ser Damian Desmond era complicado.

Después de todo, ser un Desmond y un erudito imperial implicaba que fuera el mejor en todo, sobre todo en superar cada uno de los logros que su hermano mayor había impuesto años anteriores, y guardar una imágen impecable en el proceso.

Pero no eran esos los motivos por los que ser Damian Desmond era complicado. Sus problemas tenían más un rostro delicado de ojos traviesos y sonrisa ancha, enmarcado por bucles de cabello rosado; era Anya Forger.

No importó la insistencia con la que se alejó de Anya en un inicio, con el paso de los años habían terminado envueltos en una amistad y sus sentimientos por ella no hicieron más que crecer sin remedio.

Y eso lo complicaba todo.

En las clases de educación física, Damián se interpuso una y otra vez ante las pelotas que fueran dirigidas hacia ella justo cuando estaba demasiado distraída para esquivarlas. Para su suerte, y la de su rostro, aprendió a responder las pelotas en lugar de solo dejar que lo golpeen.

Todo lo que hizo Anya después era girarse hacia él y darle una cálida sonrisa de ojos brillantes, y era también lo único que necesitaba.

Así era su dinámica, ella se vería involucrada en distintas situaciones, y él no lo pensaría demasiado antes de seguirla, incluso cuando eran cosas que normalmente nunca se hubiera planteado hacer.

Solo días después Anya empezó a sangrar de la nariz en medio de una ceremonia. No era cualquier ceremonía, estaba repleta de representantes importantes, y por lo que sabía, Anya se emocionó con la idea de estar ahí.

Sin embargo, terminó a punto de deslizarse hacia el suelo, si no fuera porque Damian llegó lo suficientemente rápido para sostenerla entre sus brazos. Sus ojos se cerraron en cuanto se conectaron con los de él, se había sentido desesperado por la falta de respuesta y por la fragilidad de su cuerpo entre sus brazos.

Era como estar sosteniendo una pluma, en lugar de a la siempre intranquila e hiperactiva Anya Forger.

Ella no despertó en la enfermería, ni en las siguientes tres horas, en las que él permaneció a su lado pese a la insistencia de sus profesores porque volviera a la ceremonia. No había fuerza humana que lo apartara del lado de Anya, o no la hubo, hasta que Loid Forger apareció por la puerta.

En un inicio, Damian estuvo molesto de que apareciera tan tarde al llamado de emergencia, pero al ver su ceño fruncido, y prácticamente su rostro entero consternado en preocupación, sus propias emociones se apaciguaron. Nadie cuidaría mejor de Anya que su padre, se dijo, en cuanto decidió abandonar la habitación.

Después de un rato, en medio de una declamación por parte de un representante del partido político de su padre, alguien murmuró que Forger despertó preguntando por él, porque al parecer aún semi inconsciente tenía muy claro quien la sostuvo.

Damian sabía previamente que el representante fue seleccionado para darle un premio honorífico por sus logros en el último semestre, pero nada de eso era lo suficiente para retenerlo. Él simplemente salió del salón en dirección a la enfermería, con miradas de asombro siguiendo su andar.

En cuanto cruzó el umbral fue recibido por un par de ojos verdes centellantes, que hace tan solo unas horas estuvieron cerrados. La alegría lo albergó.

—¡Damian!

—Forger —fingió no impresionarse por la mención de su nombre, mientras tomó asiento a su lado.

No pudo disimular una sonrisa por encontrarla repuesta. Aún estaba presionada en ese vestido azul marino que eligió junto con Becky, pero en comparación, su piel casi retomó su color habitual.

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