Prólogo

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Veo sus ojos grises que pueden ver bajo mi ropa. No quiero hacer caso a su mirada, pero desde la pri­mera vez que lo vi, no puedo dejar de pensar en él. Es una sensación extraña que me invade. Siento cómo las mariposas hacen presencia en mi abdomen. Muer­do mi labio y no puedo evitar mirarlo. Quiero estar cerca de él, pero no puedo estarlo. Me lo prometí. Lo hago por mí. Ese tipo de hombres no son los que quiero en mi vida, pero en mi mente solo puedo ima­ginar cómo le quito su camisa celeste clara.

Él se distrae de nuevo y la segunda vez que vol­tea hacia mi escritorio es para acercarse hacia mí.

―¡Carajo! ―susurro por lo bajo. Sé que es mi je­fe, pero de verdad quiero llevarlo a mi dormitorio y hacerle todo eso que he imaginado las noches ante­riores, repitiendo lo de la última ocasión.

Un escalofrío de placer recorre mi cuerpo, trato de disimular, pero es demasiado difícil. ¡Dios, es demasiado sexy!

―Señorita Black, tenemos una reunión. Necesi­to revisar los pendientes para esta semana. La veo en diez minutos. Espero que esté lista ―dice viendo mis labios y después bajando su mirada a mis pechos, me siento algo expuesta, pero me gusta.

¡Joder, este hombre me pone con tan solo verme!

―Sí, lo veo en diez minutos, señor Collins ―digo tratando de sonar normal, aunque sé que mi voz está algo entre­cortada.

Veo la pantalla de mi celular que se enciende po­co después de que él se marcha hacia su oficina. En ella aparece un nuevo mensaje de mi mejor amiga, que de hecho está a un par de escritorios del mío.

Denisse:

Ya te vi coqueteando con el sexy de Matthew Collins.

Yo:

¡Cállate! No estés molestando.

Denisse:

Ya sé lo que van a hacer en la junta... y no es ver los pendientes.

Les juro que sé cómo se ve Denisse en este mo­mento, volteo a verla y precisamente tiene esa cara de pervertida sexual que suele poner cada vez que hablamos de los hombres que nos gustan. La conozco tan bien que no necesito verla para saber qué expre­siones pone.

Yo:

Te juro que quiero que llegue la noche y poder quitarme estas ganas de...

Le envió el mensaje y le sonrío con picardía, levan­tando una de mis cejas. Ella sabe a lo que me refiero. Mi celular vuelve a sonar, esta vez es el señor Collins.

No puedo evitar sentir un escalofrío de placer por todo mi cuerpo, me ha enviado una fotografía, y sé que en ella encontraré algo que me cortará la respira­ción, no quiero abrirla tan pronto, pero la ansiedad me gana. Abro su conversación, el mensaje anterior decía:

"Me la pasé genial anoche, muero de ganas por verte hoy en la oficina y sentir tus labios recorriendo mi torso y yo poder tocarte hasta hacerte gemir de placer, sin penetrarte... Prime­ro quiero que te vengas para mí, y luego lo ha­remos juntos".

En la foto podía ver su torso, era digno de un dios griego, su piel dorada con ese aroma que solo él tiene, no es un perfume, es parte de su esencia y aunque no puedo oler una fotografía, les juro que en esta si puedo hacerlo. Sus ojos gris profundo me mi­ran a través de la pantalla, sus cejas pobladas y su rostro con una hermosa quijada cuadrada, con una barba de un par de días sin rasurar, sus brazos son tan musculosos. ¡Oh, Dios! Me acuesto con el hom­bre más sexy de la ciudad.

Me quedo viendo la imagen por un par de minu­tos y estoy casi que babeo. Le respondo con un emoji de un diablito sonriendo con perversión. Voy al baño de chicas y retoco mi maquillaje, solo un poco, no quiero terminar como el guasón después de la junta.

El placer de Emma y el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora