Al filo de los confines
alguna vez prosperó la tierra
llena de florescencia que bordeaba palacios
con su tornasol de cantos sobre un penacho
cuyo río de lumbre
halló en los cielos un consuelo para sus alas,
mas no me confundan,
nunca he creído la teoría del buen nativo;
ellos conocían mejor la guerra,
tanto que aquella grandeza
se les vino en picada como una obsidiana al pecho:
el hierro de una vena, palpitante lujo entonces,
su precio el desastre.
¿Es la codicia del oro
único signo de civilización?
Cuando existen cosas más relucientes,
sedosas, equivalentes a la vida,
por ejemplo el ropaje del ave casi extinta,
lustre de la sangre que reposa en un charco,
el desflore constante de una patria
aún más salvaje
o esa tarde entre las manos de Cortés.
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La Sombra de Jade.
RandomPoemario dedicado a la naturaleza, la antigüedad de su armonía con el hombre.