4 "Las cuerdas que nos liberan"

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Por Dak Ma De H'aa

Adaptación del cuento tradicional Amol.

Cuentan los abuelos, que antes la ciudad estaba allá, en el valle. Sí, justo por donde cruza el rio que se ve desde el risco del ojo y que llega al valle bajando entre las piedras. Hoy desde nuestra ciudad se ve como un bosquecillo de formas curiosas con macizas piedras rectas y lisas.

Hace muchos, muchos años, dicen que el mundo se detuvo y que en cielo se escuchó el crujir de la maquinaria que mueve el sol, las estrellas y el tiempo. Cuentan las historias que el mundo se detuvo y la civilización mundial tuvo un infarto.

Pero nuestro antiguo pueblo en el valle no se detuvo, aquí regresaron a la vida sencilla, simplemente los lujos del consumismo dejaron de llegar: comida dulce, alcohol y artículos para fumar. Las tiendas se vaciaron y volvieron a trabajar el campo para sobrevivir, dicen las historias.

También cuentan que la vieja ciudad no renunció a su dios padre y no reconoció el advenimiento de Gaia, de tal manera que su vida empeoraba cada año. Lograron por unas pocas generaciones sostener el precario equilibrio, pero seguían fuera de la gracia de Gaia y todos sus esfuerzos estaban fuera de la gran cuerda de los acontecimientos, de manera que cada cierto año regresaban las hambrunas y consigo, las epidemias. La población se diezmaba y otra vez podían regresar a cierto equilibrio, pero a costa de penurias y muertes.

Cuentan los ancianos que oyeron a sus abuelos platicar sobre un adolescente que perdió a su hermana en una de estas tragedias cíclicas, Barkal. A Barkal de lejos, lo conocería la historia.

Barkal salió un día de la ciudad en el valle para buscar un remedio para la situación de su gente. Había escuchado que había sobrevivientes en las tierras más bajas y decidió ir a buscar una solución para su pueblo. La tradición decía que en las grandes ciudades había medicinas y máquinas que nos permitirían vivir mejor. Barkal esperanzado se despidió de sus padres y amigos, se adentró en el bosque de pinos, cruzó barrancas y ríos, fue bajando poco a poco hasta que el horizonte se llenó de encinos, y más lejos divisó bosques con árboles de colores que nunca había visto.

Dicen que caminó por días, perdido y cansado, encontrando a su paso pueblos abandonados y ciudades derruidas; en el onceavo día de viaje, bajo una jacaranda, mientras descansaba del sol de mediodía, Barkal tuvo su primer encuentro: bajando del árbol lo topó una iguana roja. Barkal no conocía las iguanas, la miro con curiosidad hasta que la iguana le habló.

Hola Barkal - dijo la iguana - que bueno que vienes

Dicho esto, bajó del árbol y se adentró en un sendero escarpado desapareciendo entre hierbas y rocas. Barkal por supuesto se congeló dudando de que fuera cierto, pensó que soñaba; esto le dio un valor desconocido para seguir al extraño ser parlante de piel escamosa.

Caminó y escaló entre un sendero apenas visible, siguió por un tiempo el camino creyendo ver una cola que desaparecía cada tanto., No volvió a ver al animal parlante y en un momento el camino desapareció, bajó por unas piedras y se encontró que no podía regresar y hacia adelante no se veía camino alguno, empezaba a obscurecer y le dio miedo. Recordó su casa, sus familiares y a su amada hermana a la que había querido y cuidado como si fuera de él y le perteneciera. Recordó su pueblo acogedor y tibio, el olor de los pinos y del humo de las fogatas y chimeneas, recordó el sabor del agua casi congelada y el picor en la nariz de los motores de combustión, nunca pensó extrañar esas cosas, pero ahora ...

Extraño lugar para descansar -- dijo la iguana saliendo de la nada y acomodándose a distancia prudente de Bakar, que la seguía mirando como si pudiera encontrar un letrerito o algún indicio de que eso era un sueño.

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⏰ Última actualización: Apr 02, 2023 ⏰

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