- Oye, ¿estás bien? Estás pálida. - Repitió Steven, su entrecejo fruncido. -¿Necesitas sentarte?
- Yo... - ¿Dónde diablos estaba la memoria cuando se la necesitaba? Se sabía de memoria el papel, lo había leído miles de veces, ¿dónde había metido eso? Y ya de paso, ¿dónde quedaba su sentido de reacción? De un momento a otro iba a empezar a babear por él y ahí si que se vería más como una inquilina de un manicomio que como una persona cuerda. -Yo...
- Ven, vamos a sentarnos antes de que acabes cayendo en mis brazos.
¿En sus brazos? ¡Por Dios, eso era exactamente lo que quería en esos momentos!
Después de autoconvencerse a sí misma para pensar que él le había mandado una foto falsa descubría, de primera mano, que no era así. ¡Era mejor que en la foto! Llevaba unos pantalones vaqueros oscuros y una camiseta blanca de manga corta que no hacía más que resaltar la piel bronceada que escondía debajo. Y para rematar, la maldita cazadora de la foto con la cual había fantaseado más de una vez. El pelo, de punta, le daba un aire misterioso y salvaje y junto a la barba de tres días que llevaba, lo suficiente como para irritar un poco la piel pero no para ser molesta, estaba para comérselo a besos todo él.
Steven la ayudó a llegar hasta una mesa alejada del barullo y la sentó en la silla mientras él se dejaba caer al otro lado. Le ofreció una copa a medio beber y ella lo miró.
- Es mi copa, solo es un martini pero te sentará bien. - Elizabeth desvió la vista hacia el vaso largo sobre la mesa. ¿Quería que bebiera de su vaso? ¿Qué posara sus labios donde él podía haberlos puesto? Sus labios se sintieron repentinamente secos y tuvo que mojárselos con la lengua mientras avanzaba su mano indecisa hacia el vaso. Un beso indirecto, un beso indirecto,... Su mente parecía andar solo a dos kilómetros por hora. - ¿Vas a poder sostenerla o quieres que lo haga por ti? - Sugirió torciendo su boca en una sonrisa.
Eso fue lo suficiente para alcanzar el vaso y beber de un golpe todo el contenido, aunque después el efecto no fue el deseado pues se puso a toser calmando el escozor y abrasión del alcohol por su garganta.
- ¿Mejor? - Preguntó cuando dejó de toser.
- Mejor... Lo siento. - Respondió aclarándose la garganta.
- Menos mal, pensaba que te desmayarías.
- No, tranquilo. Ya estoy bien. Gracias por lo de antes.
- Me llamo Steven, ¿y tú?
- Yo... - Ahora tenía la oportunidad, ahora, ahí estaba él, y ella tenía que decirle la verdad, que estaba delante de Ellie, de la mujer con la que había quedado esa noche y... - Elizabeth, me llamo Elizabeth. - Cobarde gallina...
- Hola Elizabeth. ¿Estás sola?
- Si, ¿y tú?
- He quedado aquí con alguien, pero parece que se retrasa.
- Ah... Quizás... Quizás es que no os habéis visto... Hay mucha gente...
- Puede ser. No tengo su móvil con lo cual ni siquiera puedo llamarla.
- Qué pena. - Habían pensado darse el móvil en varias ocasiones pero al final siempre lo dejaban pasar pues tenían los correos. Una fortuna para ella. Se quedó contemplándolo embobada. Sus labios empezaron a moverse pero ella solo se fijó en esos sensuales movimientos que dejaban entrever su boca, dientes y lengua, algo que empezaba a tener un deseo irresistible de besar. ¡Cuernos era el hombre con el que llevaba un año escribiéndose, la tentación hecha carne, lo que cualquier mujer pediría a cambio de su alma!
- … noche? - Oyó terminar. Elizabeth lo miró inocentemente antes de ruborizarse.
- Perdona, no te oí. - Steven rió, esa risa que entra por los oídos y te hace vibrar todo – y cuando se dice todo es todo – y se apoyó en la mesa con el codo.
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Todo sobre tí
RomanceElizabeth, una chica que vive encerrada en su mundo de fantasías, conoce a Steven por medio de un correo, que había sido enviado equivocadamente. Ella se ve envuelta en un tremendo lió, cuando el decide conocerla personalmente y ella anteriormente...