Capítulo 9

766 40 9
                                    

Berlín – Alemania

Thiago

—Todos están adentro. —me informa Rocco.

Ajusto mi Rolex antes de bajarme del todo terreno. Avanzo hacia el almacén que a simple vista parece abandonado, pero que es una guarida para las reuniones con los hombres más importantes del clan alemán.

El antiguo jefe, mi padre era muy respetado por ser justo, pero yo no soy así, he visto de primera mano lo que le pasa cuando eres justo con la persona equivocada.

Aunque eso no lo hacía menos temido, mi padre fue el mejor jefe que he conocido y lo admiro por su tenacidad e inteligencia. El mundo criminal no es como todos lo pintan, te ganas muchos enemigos y no es fácil ser el criminal más buscado del mundo y un excelente padre, además de esposo.

Alexis Schwarz.

Este hombre pudo con todo eso y más, su único error fue confiarse demasiado, nunca debes subestimar al enemigo. Eso lo llevo a la muerte.

Pero ellos también cometieron un error dejándome con vida. Les mostraré porque nunca debieron meterse con mi familia. Acabere con todos ellos.

Hay cuatro hombres mayores y un hombre joven en la mesa de gran tamaño del medio de la sala. Una mesa para siete personas.

—Señor. —asiento hacia ellos.

Es una tradición muy anticuada si me lo preguntan, pero mi padre pensó que sería buena idea hacer estas reuniones cada mes con estoy vejetes.

—Ya estoy aquí, agradecería que fueran rápidos. —ordeno impaciente.

—El lado sur está controlado, los criminales de nivel bajo, están pagando sus cuotas como es debido. No hemos tenido ningún problema. —Ivan Schultz, el que administra todos mis negocios del lado sur del país termina de hablar con un deje orgulloso.

Asiento satisfecho, el es de los pocos vejetes que me agradan de esta mesa.

—Los clubes están siendo una buena distracción como lo supuse, y la distribución de las drogas está más alta que el mes anterior. —Guillermo Sadin, el más joven hasta ahora, tomó el cargo de su padre hace un mes, ya que el viejo Sadin no está en condiciones de seguir.

—Buen trabajo. —felicito al rubio que me da una sonrisa amplia, todos estuvieron molestos cuando decidí que un chico de veintitrés años sería el que manejara las distribuciones de dogras, pero sabia que era capaz.

Todos ellos pensaron que era demasiado joven para el cargo, tenía diecisiete años cuando padre murió, aseguraron que no sería capaz de seguir con el legado y podrían manipularme como quisieran, cuán equivocado estuvieron.

Veo algunos rostros tensos, pero no se atreven a comentar nada, paso al menos dos horas escuchando sus informes y como han estado administrando mis negocios, y me permito relajarme por unos minutos.

—Estamos ansiosos de que Hugo tome su lugar en esta mesa. —si, ser justo no esta en mis planes.

—Que te hace pensar que no lo está. —pregunto sin dejar de mirarlo. Dionisio Petraeus, el vejete más irritante de la mesa tenía que abrir la boca.

—No es lo que quiero decir. —me mira molesto, todavía piensa que un hombre joven no puede darle órdenes—Pero es un Schwarz, y ha estado escondido toda su vida, no creo que sea capaz de entrar a nuestro mundo.

Rocco niega cuando quiero tomar mi arma de la cinturilla de mi pantalón y me recuerdo mantener la compostura, no necesito una guerra entre mi gente ahora, tengo una venganza que terminar y no vale la pena tener a mis hombres en mi contra. Aunque se que muy pocos estarían en mi contra ya que la mayoría son leales a mi.

Diamante de Zafiro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora