El Ruiseñor

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Abel caminaba por las calles de la pequeña ciudad de El Ruiseñor. Era una ciudad tranquila y apacible, rodeada de montañas, era una ciudad muy hermosa a primera vista. Abel había crecido en esa ciudad y la conocía como la palma de su mano. Era el lugar donde había nacido, donde había aprendido a caminar, a leer y a escribir.

Pero a pesar de la aparente tranquilidad de la ciudad, Abel siempre había sentido que algo extraño se escondía debajo de la superficie. Había historias que se contaban en voz baja, leyendas urbanas que parecían cobrar vida propia. Historias de desapariciones misteriosas, de apariciones fantasmales, de crímenes sin resolver. Historias que hacían que la gente se encerrara en sus casas por la noche, con las puertas cerradas con llave y las cortinas corridas.

Abel, sin embargo, no era como la mayoría de la gente. Él era un hombre curioso y valiente, que no se dejaba amedrentar por historias de terror. De hecho, él era escritor, y estaba siempre en busca de inspiración para sus historias. Así que, cuando comenzó a oír rumores de algo extraño que estaba sucediendo en El Ruiseñor, no pudo resistirse a investigar.

Comenzó preguntando a la gente de la ciudad, a sus amigos y conocidos, si habían oído algo extraño últimamente. Al principio, nadie parecía saber nada. Pero después de un tiempo, Abel comenzó a notar que la gente parecía inquieta, como si hubiera algo que les estaba preocupando. Algo que no querían compartir con nadie.

Fue entonces cuando Abel decidió seguir investigando por su cuenta. Se dirigió a los lugares más oscuros y recónditos de la ciudad, a los callejones sin salida, a los edificios abandonados. Y allí encontró lo que estaba buscando.

Descubrió que algo extraño estaba sucediendo en la ciudad. Algo que tenía que ver con la iglesia antigua del centro de la ciudad, con sus gárgolas de piedra y sus vitrales rotos. Algo que tenía que ver con una secta oscura que se reunía allí por la noche, realizando ritos extraños y peligrosos.

Abel no podía creer lo que estaba viendo. Había encontrado la inspiración que estaba buscando para su próxima novela, pero también había descubierto algo que ponía en peligro la seguridad de la ciudad y de sus habitantes. Algo que no podía ignorar.

Así que Abel decidió actuar. Reunió a un grupo de amigos valientes y decididos, y juntos comenzaron a investigar la secta oscura. Fueron capaces de infiltrarse en sus reuniones secretas, de descubrir sus planes oscuros y sus intenciones peligrosas.

Pero pronto se dieron cuenta de que estaban en peligro. La secta oscura era mucho más poderosa de lo que habían imaginado, y estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para proteger sus secretos. Abel y sus amigos se encontraron atrapados en una red de peligros y amenazas, luchando por su vida y por la seguridad de la ciudad.

Abel se sentía atrapado en la iglesia, rodeado por la secta oscura y su líder. Los miembros de la secta se habían reunido para llevar a cabo un sacrificio humano, y Abel y sus amigos eran los elegidos.

La adrenalina corría por sus venas mientras luchaban por escapar, pero era inútil. El líder de la secta, un hombre con una sonrisa siniestra, los tenía acorralados.

Fue entonces cuando Abel recordó algo que su abuelo le había enseñado de niño. En el bosque cercano, había una cueva que se decía que estaba maldita. Su abuelo le había dicho que allí vivía un espíritu ancestral que protegía la ciudad de todo mal.

Abel no sabía si era cierto o no, pero era su única esperanza. Les dijo a sus amigos que lo siguieran mientras corrían hacia el bosque. Podían oír los gritos de los miembros de la secta mientras los perseguían.

Cuando llegaron a la entrada de la cueva, se detuvieron para respirar. Los gritos de la secta se habían detenido, y todo lo que podían oír era el sonido del viento aullando a través de los árboles.

Abel avanzó, su linterna iluminando el camino. La cueva estaba oscura y húmeda, pero podía sentir que algo estaba allí con ellos. Podía sentir los ojos que los observaban, las sombras que se movían en la oscuridad.

De repente, una figura apareció en la oscuridad. Era un espíritu antiguo, una criatura de pesadilla que parecía estar formada por sombras y oscuridad. Abel y sus amigos gritaron de terror mientras intentaban escapar, pero era demasiado tarde.

La criatura se abalanzó sobre ellos con una velocidad increíble, devorando sus almas y arrastrándolos al abismo oscuro de la cueva maldita. Los gritos de Abel y sus amigos se desvanecieron en la oscuridad, mientras el espíritu ancestral se quedaba con sus cuerpos destrozados y sus almas corrompidas.

La ciudad de El Ruiseñor nunca volvió a ser la misma después de eso. La secta oscura desapareció misteriosamente, y la gente comenzó a contar historias de las almas atrapadas en la cueva maldita. Se dice que si escuchas atentamente en las noches de luna llena, todavía puedes oír los gritos de Abel y sus amigos, y la risa siniestra del espíritu ancestral que los devoró.

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⏰ Última actualización: Apr 05, 2023 ⏰

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