Una sonrisa y un viejo médico

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Era un día como todos los demás en la consulta, un montón de viejos exagerando dolores y pidiendo recetas cuando, de repente, una señora apareció. No era una señora como las demás. Sonreía. Sonreía de una manera tan pura y sincera que no podías parar de mirarla. El simple echo de ver su sonrisa hacía que al viejo médico le diesen ganas de sonreír. Porque el simple echo de verla sonreir hacia que se le llenase el corazón, pero, ¿de qué? No podía ser amor, al fin y al cabo era demasiado viejo para enamorarse. ¿Felicidad, tal vez? Sí, dejémoslo en felicidad.

Pasaban los días y aquella sonrisa seguía guardada en el corazón de aquel viejo médico pero la portadora de ella no aparecía. Hasta que otro día como todos los demás, cuando, otra vez de repente, alguien llamó de forma tímida a la puerta. Él, intrigado, abrió la puerta y se encontró con aquella sonrisa que quitaba el hipo. Ella levanto la mirada y se topo con los ojos de aquel hombre con el corazón lleno de amor. Al instante ella también se enamoró.

Su romance fue hermoso, ¿sabéis el típico romance adolescente? Pues el suyo fue igual pero en dos ancianos.

Como todos los romances hermosos fue breve y con un trágico final pues ella se moría. Necesitaba un corazón sano, pero no aparecía ningún órgano que se le pudiese trasplantar. Un día, otra vez de repente, apareció un donante y desapareció un viejo médico dejando una carta en su lugar. La vieja mujer fue operada de urgencia sin saber nada de su viejo médico y cuando se despertaba en la habitación del hospital le dieron una carta.

"Mi querido amor:

No te doy nada porque mi corazón ya era tuyo. Te quiero tanto que el simple echo de ver desaparecer esa sonrisa que me alegró la vida aquella mañana en la consulta me mataba. El simple echo de no poder volver a ver esos hermosos ojos verdes me daban ganas de dejarme ciego para no volver a ver otros ojos pues ninguno sería como los tuyos. Por eso te regalo mi corazón, para que otras personas puedan disfrutar de tu preciosa sonrisa y de tus asombrosos ojos. ¿No sería un egoísta si no los comparto con nadie?

Te quiero, no lo olvides."

Cuando la portadora de la sonrisa terminó de leer la carta puso la mano en el pecho y escuchó los latidos del corazón de su querido viejo médico mientras las lágrimas caían por sus mejillas.

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⏰ Última actualización: Jun 20, 2015 ⏰

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