Es Navidad, un apacible 25 de Diciembre, quince años atrás en el pasado.
La luna anunciaba la llegada de la noche, pero la ciudad se obstinaba a seguir despierta. Los coches se encuentran detenidos en el tráfico, impacientes de llegar a sus destinos. El clima es de frustración y fastidio, pues cerca del ayuntamiento, en un edificio de aproximadamente 15 metros de altura, se encontraba una escena que era suficiente para sacar resuellos a más de uno.
Las calles se hallaban bloqueadas justamente por esa razón. Cientos de personas se encontraban aglomeradas en ese edificio, con sus teléfonos apuntando y tomando fotos a la cima, indiferentes del panorama a su alrededor. La policía se encontraba en la primera línea, bloqueando a la multitud de entrar al lugar. Uno de ellos, el oficial McConaugh, sostenía un megáfono mientras hablaba al aire.
Todo ello eran minucias en la mente de la persona que estaba allá arriba, parada justo al borde, con los dedos de sus pies ya apartados del suelo. Era una muchachita chaparra y obesa, de aproximadamente 19 años de edad, que mientras con una mano se aferraba de una baranda, con la otra veía en su teléfono una serie de mensajes que la hacían estallar en lágrimas.
Varias fotos de ella con un hombre alto y atlético, casi de su misma edad, en poses cariñosas, contrastaban con el contenido de unos textos hostiles e hirientes como navajas.
"Siendo sincero, solamente salí contigo por lástima"
"¿Presumes tus curvas, o tus circunferencias? ¡JA, JA, JA!"
"Le haces más bien al mundo estando muerta"
"Muy guapa, sí, pero buena suerte con los paros cardiacos"
"La veo y pienso: ¿De qué mar te escapaste, ballena?"
"Adelante, vete a donde quieras. No creo que nadie te extrañe"
Todos esos mensajes provenían de una persona que elle creyó que la amaba. Siendo ese sujeto su novio, jamás hubiese esperado tanta crueldad de su parte. Pero ahora se sentía engañada, ahora que conocía su verdadero ser. Y se sentía todavía peor al ver a toda esa gente indiferente, que sólo esperaba a que ella saltase para hacerse virales en PukeTok.
Hace unos meses, ambos padres de esta chica habían muerto. ¿La consecuencia? Una depresión fatal, aislándose del mundo para evitar salir más lastimada de lo que ya estaba. Quiso deshacerse de todo ese pesar al conocer a un chico atento que la tratase bien, pero ni siquiera eso fue posible. Ahora estaba al borde de las lágrimas, con los síntomas de su eterna tristeza brotando más fuertes que nunca.
Deseaba acabar con todo, con todos.
Ya no quería despertar otro día más.
Para ella, cada día estaba condenado a ser peor que el anterior.
Y con todo eso en mente, ella se soltó.
Saltó del edificio, mientras todos resollaban sin dejar de grabarla. Su cabeza se estampó contra la acera, desparramando todos sus restos por doquier. Sangre, huesos y sesos eran los protagonistas de la escena, que todos querían documentar en sus teléfonos a como diese lugar.
De entre toda la pila de gente, un pequeño jovenzuelo de quince años se escabullía entre la gente, empujándolos bruscamente para que lo dejasen pasar. "¡Permiso, permiso!" les gritaba, iracundo y con lágrimas en los ojos. "¡ABRANSE A UN LADO, BOLA DE IDIOTAS!"
El chico llegó a la escena, justo en frente de todos los demás. Ahí estaba su hermana muerta, desperdigada en el piso, hecha pedazos y molida en un charco rojo. La gente, asqueada, tomó sus últimas fotos y se largó sin más, como si nada hubiese pasado. Esto sirvió para alimentar aún más la rabia del pequeño, quien se llevaba las manos a la cabeza sin entender qué hacer.
"Mi hermana murió..." pensó en voz alta. "¡MURIÓ POR CULPA DE USTEDES! ¿POR QUÉ NADIE LA DETUVO? ¡POR QUÉ NADIE PUSO UN TRAMPLOÍN, O ALGO SUAVE? ¡¿POR QUÉ NADIE SUBIÓ AL EDIFICIO?! ¡¡¿POR QUÉ NADIE HIZO NADA?!!"
El oficial McConaugh intervino en la escena, tomando al muchacho del hombro.
"Señor, apártese. Esta no es un área segura" le ordenó, tratando de alejarlo suavemente.
"Usted es la policía, ¿No?" preguntó entre sollozos el hermano. "Están 'Para servir y proteger'... ¡PUES VAYA MIERDA DE TRABAJO HACEN!"
"Señor, tengo que pedirle que se calme", le sugirió el hombre, acomodándose la gorra y poniendo al devastado joven de pie. Fue ahí donde el chico estalló en ira definitivamente.
"¡CÁLMATE TÚ, CARA DE VERGA!"
Le arrojó al policía un puñetazo bestial, digno de un luchador. El hombre, con la nariz sangrante y los dientes deshechos, cayó al suelo con un gimoteo de dolor. Los demás oficiales intentaron atraparlo, pero él rebuscó en sus bolsillos, arrojó una bomba de humo tóxico y salió corriendo mientras lloraba y se tapaba la nariz. Varios agentes de la ley cayeron al piso, muertos por la toxina que penetró por sus cuerpos.
La ciudad entera se hizo un caos.
Y el joven chico sin hermana siguió llorando.
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La Poetisa - Caos Antes de las Fiestas
Short StoryEs Nochebuena, y la Poetisa lo sabe. Sabe que las calles, y la gente que vive en ellas, corre tremendo peligro. Tras enterarse de la existencia de un terrorista que desea venganza navideña, la guerrera enmascarada sale de las sombras para mantener...