Pretty Boy (NoMin)

Capítulo único

Tuve que responderte varias historias antes de que comenzaras a devolverme los mensajes. Había algo extraño en la forma en que interactuábamos al inicio; tú todo frío, yo intentando llegar a ti.

¿Por qué?

Habían tantos por qué, tantas preguntas.

¿Por qué quise acercarme?

¿Por qué no me dejabas?

¿Por qué insistía?

¿Por qué me ignorabas?

¿Por qué siempre volvía a caer por ti?

¿Por qué te abriste a mí y tuve miedo?

¿Por qué me enamoré de ti?

Primero fue tu cachorro, luego fue una selfie. Después una foto estudiando, caminando, escuchando música. Fue en la historia en donde estabas en la cima de un cerro, ¿recuerdas? Se veía la ciudad y escuchabas The Neighbourhood.

"Sí, son grandiosos. ¿Irás a verlos?"

No. No iba a ir, pero esa misma noche compré una entrada para el siguiente concierto en la capital, y antes de pensarlo dos veces, te respondí que sí, que iba solo y que, si querías, podríamos juntarnos.

¿Por qué estaba tan interesado en conocerte?

Creí que estaba relacionado a tu forma distante, una personalidad a la que no estaba acostumbrado, pero que llamaba mi atención, un muro que yo deseaba romper y construir una fortaleza entorno a los dos; a mi y al chico que le gustaba escuchar the neighbourhood en los cerros. 

Comenzaste a responderme cada dos días, luego a diario y finalmente, cada vez que tus estudios dejaban algo de tiempo. ¿También llamé tu atención?

Fue un mes después de comenzar a hablar que supe tu nombre, edad y ciudad de nacimiento. También supe que vivías con tus padres, pero que ellos estaban más interesados en salvar su irreparable matrimonio que en entender que tu mente solía jugarte malas pasadas. Eras una persona reservada, pero aprendí a saber cuando estabas mal, cuando estabas feliz o cuando querías estar solo.

Al segundo mes, me hablaste de tus relaciones pasadas. Chicas manipuladoras, mujeres mayores que te perseguían, tu profesora de inglés. Solo tenías dieciséis años y nadie te creyó. ¿Por eso te gustaba la soledad? ¿Porque era la única que te entendía?

Al tercer mes me dijiste que te hice reír. ¿Eso debió calentar mi corazón tanto como lo hizo? Estuve tan feliz. No había forma en el mundo en que la sonrisa desapareciera de mi rostro, mi hermana preguntando cada dos minutos qué era eso que me tenía feliz, mi madre frunciendo el entrecejo porque no le gustaba que hablara con personas que no conocía.

Al cuarto mes, me pediste que te llamara. Estabas al borde de una crisis de ansiedad, encerrado en el baño, solo. No supe bien que hacer, jamás había tenido que sostener a alguien, pero dijiste que te hablara, que eso te calmaría. Tenías una voz ronca, temblorosa, quebrada quizá por el llanto, pero era la voz más hermosa que había oído en mi vida. Estuve al teléfono una hora y media, escuchando tu respiración, tus hipidos y pronto, la calma después de la tormenta. Dejó de ser un monólogo y conversamos por media hora más antes de colgar por falta de batería. Odié mi celular, pero un nuevo sentimiento afloró en interior; confiabas en mi.

Fue el mismo cuarto mes cuando comencé a sentir miedo. Te conocía, pero no lo suficiente. Sabía cosas profundas, pero jamás había visto tu cara. Me gustabas, pero no sabía si era correcto. Había descubierto que no me importaba el género de mi pareja cuando cumplí los quince, así que el impacto sobre saber que era un chico quien hacía saltar mi corazón no fue tanto como el sobresalto que me dio al descubrir que eras tú. Vivíamos a 500 kilómetros de distancia, no te gustaba compartir tus ideas, te guardabas la mayoría de las cosas y tus traumas pasados evitaban que quisieras volver a intentarlo. Me lo dijiste no una, varias veces. Te dolía pensar en gustarle a alguien y yo caí. La negación estuvo conmigo hasta el final de ese mes, con la necesidad de alejarme, de no seguir alimentando mis deseos, de no sentir, pero era inevitable. Me contabas tu días, me llamabas, me decías que jamás te habías sentido tan apoyado, me querías.