Propuesta del Destino

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Beep. Beep. Beep.

El sonido estridente lo sobresaltó. Su cerebro, todavía lento por el sueño y la terrible jaqueca que amenazaba con abrirle la cabeza a punzadas, intentó recordar algo. Pero ese maldito sonido no se detenía y no le dejaba concentrarse.

Beep. Beep. Beep.

Intentó abrir los ojos pero parecían pegados y le pesaban tanto los párpados que la idea de buscar a ciegas el origen del sonido infernal parecía más razonable que luchar contra su propio cuerpo para obligar a sus párpados a moverse.

Beep. Beep. Beep.

Se estiró, intentando alcanzar su teléfono. No recordaba haber programado el despertador.

Riiiiiiiiiiingggggg. Riiiiiiiiiiiingggggg.

El cambio del sonido lo asustó, haciéndolo caer de la cama y golpearse contra la mesita de noche.

—Ouch. —dijo frotándose la cabeza intentando aliviar el dolor.

El golpe por fin lo despertó y suspiró, intentando calmar las náuseas.

—No volveré a beber, jamás. —se dijo, quitándose de la cabeza una pañoleta que no reconocía.

¿Qué demonios había estado haciendo anoche?

Riiiiiiiiiiingggggg. Riiiiiiiiiiiingggggg.

Encontró su celular en la puerta de su habitación, tirado en el suelo. Y de repente recordó haber salido a beber con Fife, Wilding y Stanton.

Se levantó de un salto, recordando que día era y revisó su celular. Tenía 15 llamadas perdidas de Will, 20 mensajes de Albion y... estaba atrasado por media hora.

— ¡Maldición!

Tenía que correr. Necesitaba ducharse, cambiarse y prepararse.

—Tarde. Tarde. Tarde. —repitió una y otra vez mientras corría por su departamento, buscando con desesperación su traje formal negro.

Debió ir a recogerlo. Estaba seguro de que si había ido a la tintorería a recoger su ropa. Debería estar ahí, en alguna parte.

Si de alguna forma había olvidado ir por su traje para la boda, estaba acabado.

Penélope iba a odiarlo.

Por ser tan irresponsable. Por arruinar su boda. Por decepcionarla.

Sintió ganas de llorar.

¿Cómo pudo quedarse dormido en un día tan importante?

¿Y qué si estaba nervioso por la boda?

Sus inquietudes no eran razón suficiente para fallarle a Penélope.

Le había prometido estar en la iglesia cuando ella llegara, para que cuando ella lo viera al pasar se sintiera apoyada. Incluso le había pedido a Eloise que revisara el polarizado de las ventanas del auto alquilado, para asegurarse de respetar el deseo de Penélope de que no la viera en el vestido antes de la ceremonia, no necesitaba verla pero si que ella lo viera.

Temblando de arrepentimiento, por fin encontró su traje. Por lo menos su yo del pasado había tenido el buen sentido de dejarlo colgando en el perchero de la entrada antes de ir al bar.

Fue la ducha más rápida de su vida.

Miró su reloj y el corazón se le cayó a los pies, la ceremonia iniciaría en menos de veinte minutos y era un recorrido de por lo menos treinta y cinco minutos hasta la iglesia—. Buen Dios.

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