Prólogo

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Creo que tenía cinco años la primera vez que pensé en eso. La muerte. ¿Cómo era? ¿Un día cerraría los ojos sin saber que no volvería abrirlos? ¿Sería como dormir? ¿Y después que, todo se vuelve negro o es como soñar sin tener que despertar? todas esas dudas revoloteaban en mi mente desde antes de siquiera saber leer. Ninguna de esas preguntas me fue respondida, solo seguí dándole vueltas hasta que me familiaricé con esa incertidumbre e hice las pases con la duda. Sin embargo, no era la muerte lo que me asustaba, claro que no, era el no saber que había después, si todo terminaba ahí o había algo más por enfrentar.

Esa fue la primer cosa con la que cargué, y para bien o para mal probablemente sea la que más difícil me resulte dejar. Porque aunque te familiarices con la incertidumbre, esta no deja de punzar, como una herida abierta, escociendo en la piel aún cuando ha dejado de sangrar. Duele, pero aprendes a vivir con ello. O no, tal vez el dolor es demasiado para vivir así.

Las cosas que dejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora