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Día 67

Había recibido noticias de Gabriel. Pero quizás ya nunca volveríamos a

estar juntos. Desde el día de su desaparición hasta ese día, nada había

transcurrido como era debido...

Día 60

Todos sabemos, porque lo hemos leído en la Historia, que la costumbre

es matar al mensajero portador de malas noticias. Se le torturaba y se le

mataba, para desahogarse. Se les asimilaba a la propia naturaleza del

mensaje. Ahora, yo era la mensajera y no estaba en mejor situación. Había

sido una estúpida al contar a Gabriel la verdad sobre la actuación de

Rebecca, había matado nuestra relación, que apenas acababa de nacer. Para

empezar, no era de mi incumbencia y, para seguir, había conseguido

provocar su huida. Ahora estaba sola ante las preguntas de todos. ¿Cómo

les iba a contar? ¿Cómo iba a confesarle a Sol que había traicionado su

confianza? ¿Cómo podría mirar a Rebecca a los ojos y soltarle que la había

desenmascarado ante su marido?

Por el momento, sólo Magda estaba al corriente porque me había

encontrado llorando en la cocina cuando salía del castillo, agotada de

bailar durante toda la noche. Después de escuchar mi historia, intercalada

de convulsos sollozos, se había hecho cargo de todo y había contado a

Rebecca que había visto a Gabriel y que tenía mucha prisa por un asunto

urgente. De eso hacía ya dos días; ahora todo estaba a punto de reventar. La

mujer de Gabriel sentía que le faltaban algunos datos clave y no dejaba de

mirarme con sus ojos color esmeralda, como preguntándome si estaba

segura de que no pasaba nada.

Desde esa mañana, estaba intentando relativizar, quizás para no autoflagelarme tanto. La noche del baile había sido horrible para mí,

incluso mucho antes de la fuga de Gabriel. Rebecca había sido muy

desagradable y su comportamiento conmigo espantoso: humillarme como

lo hizo delante de sus amigos fue muy vil por su parte. Ya era hora de que

Gabriel supiera la verdad. ¿Cómo había podido ser capaz de desaparecer,

disimular un secuestro y dejar a su marido plantado y sumido en el

remordimiento durante años? ¿Y cómo había podido reaparecer después y

atreverse a mirarle a la cara?

Si le conté a Gabriel que en realidad había huido con un amante, no fue

por vengarme, sino porque se culpabilizaba por nuestra aventura. Su

tristeza, su empatía por la «pobre» Rebecca, una mujer valiente y

amnésica... habían terminado por volverme loca. ¡Alguien tenía que

decírselo! Ahora, su desaparición era el castigo que debía pagar.

***

Gabriel no era el que daba vida y animación al castillo, de eso se

Muerdeme Vol.4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora