Son altas horas de la noche en Etérogeno, un bar que de no ser por las buenas lenguas que comentan que es uno de los peores de la ciudad, no hubiese despertado en mí la curiosidad de visitarlo, pues me llaman la atención los lugares con mala reputación. Y en efecto es tan malo como dicen, pero no es el lugar, porque su fachada es la de un bar antiguo medio lujoso. El problema, más bien, es el ambiente que presume música Jazz de fondo toda la noche, y las caras largas de los meseros que espantaría a cualquiera. Aún así, me agrada lo inusual que puede llegar a ser para el montón, y lo peculiar que se ven las pocas personas aquí dentro. Así que me anclo aún más en la barra pidiendo la tercera ronda, que me entrega el bartender con la sonrisa más falsa que he visto en mi vida. Aquel sujeto me produce cierta incomodidad, quizá es más normal que yo, no sucede nada con él, y todo es producto de lo asustadizo que puedo ser a veces, pero lo único que quiero recibir de él son las cervezas que me sirve. Me acabo lo que queda de un trago y me dirijo hacia el baño; luego de vaciar mi vejiga, observando como espumea mi orina en el retrete, pienso que cualquiera que bebiera un vaso de ella se embriagaría instantáneamente. Este pensamiento vago y típico de un borracho inadaptado se ve interrumpido por un sonido familiar que proviene de uno de los retretes aislados. Me acercó sigilosamente, y desde la ranura al costado de la puerta veo a un sujeto sentado con los pantalones abajo, que debido al movimiento de sus piernas y aquel sonido incesante, es evidente que se está masturbando. Al salir de allí con una sonrisa burlesca, noto que entra una mujer al bar, y que ambos abrimos la puerta al mismo tiempo. Ella la de la entrada y yo la del baño, que espacialmente están justo al frente, como si estuviésemos sincronizados. En ese momento siento como mi semblante cambia por completo y juro casi sentir como mis pupilas se dilataron. De camino hacia la barra, se me hizo imposible desviar la mirada de su voluptuosa cadera al caminar, y sus senos libres de sostén, evidenciando sus grandes pezones detrás de la blusa. Sospecho que los pocos hombres que están aquí debieron experimentar el mismo asombro que yo, pero, no me intereso en lo más mínimo mirar sus rostros, al igual que ella mirarme a mi. Se dirige hacia la barra y se sienta en la misma silla donde yo estuve hace un momento, me siento a su lado tratando de ocultar la evidente atracción por su simple existencia, y pide una cerveza. Volteo la cabeza para ver su rostro más a detalle, y allí supe que definitivamente sabía que la observaba, pero muestra una compostura sólida y rebelde, obviando el hecho de que entró a este sitio con un solo fin; beber. Su piel mulata y suave, sus grandes ojos, su nariz casi perfilada, y sus gruesos labios despertaron en mi piel un cosquilleo, como la adrenalina que produce el descenso de una montaña rusa. Cuando el bartender le entrega la cerveza, ella lo mira con un gesto de desconfianza, como si pensara exactamente lo mismo que yo de aquel sujeto, y le pide otra cerveza para mí. Me desconcierta por completo, ya que estaba tan distraído pensando en como llegar a ella para ablandar su compostura, que no me lo esperaba... pero quizá es demasiado inexpresiva y sólo es un gesto de cortesía.
-Mira... no soy de invitarle cervezas a nadie, pero no se porque siento que me caes bien- dice la mujer de manera tajante.
Solo reaccioné con una mirada receptiva a su comentario y a su rostro inexpresivo que me resultó lo más tierno que ha desfilado por mis ojos.
- ¿Nos tomamos las cervezas a fondo?
-Cuando estés lista- respondí con una sonrisa de oreja a oreja.
Alzamos nuestros vasos y ambos nos tomamos la cerveza completa en el mismo tiempo récord al que yo estaba acostumbrado. En ese preciso momento supe que no me podía ir de este sitio sin ella... por su mirada pícara mientras limpia la espuma de sus labios, creo que ella piensa lo mismo.
Pasan las horas y ya están a punto de cerrar el lugar, solo quedamos ella y yo. Me invitó una cerveza más y yo le invité dos para devolverle el gesto, y a pesar de todo el tiempo que había pasado, ninguno se interesó en decir una sola palabra; parecía que nos estuviésemos comunicando telepáticamente. El bartender sospechoso, nos dice que ya debemos irnos con el tono de voz y el aliento de un borracho. Supongo que por tomarse algunos tragos a escondidas, lo cual nos da completamente igual porque nosotros también lo estamos. Nos miramos al mismo tiempo como reacción a esto, y el bartender alza su dedo para hacernos una seña de silencio. Esta mujer, la cual no se su nombre todavía, saca un balboa de su bolso y lo estrella contra la barra del bar como propina, acto seguido yo hago lo mismo, y allí me convencí de nuestra profunda conexión.
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Etérogeno
General FictionUn joven conoce a una mujer peculiar en un bar que le enseñara mundos que no conocía, y cambiara su percepción sexual para siempre.