✓ | DECAY → ethan landry

━ 𝟐𝟑

𝐜𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐯𝐞𝐢𝐧𝐭𝐢𝐭𝐫𝐞́𝐬

EL APARTAMENTO ESTABA EN SILENCIO mientras Kirby estaba sentada en la sala de estar escuchando cualquier señal de movimiento de la habitación de los adolescentes, pero ningún sonido vino. Habían pasado dos semanas desde que Robin se encontró en la casa de la hermandad y la chica apenas había sido vista por alguien.

se quedó tumbada en su habitación completamente a oscuras, con la colcha sobre la cabeza, y permaneció allí durante horas sintiéndose insensible al mundo que la rodeaba.

los platos de comida empezaron a juntarse junto a su puerta, y se los llevó Kirby -todavía llenos- al final del día, antes de irse a la cama.

Kirby se mordía la piel de las uñas con ansiedad mientras miraba fijamente las imágenes en movimiento de su televisor, no sabía cómo enfrentarse a esto. ni siquiera después de los ataques de ghostface, robin había llegado tan lejos en su depresión.

un ruido proveniente de la habitación de Robin hizo que la mujer se levantara rápidamente mirando hacia la puerta, esperando que saliera de la habitación.

pasaron unos minutos y ella nunca apareció.

Robin estaba sentada en su cama mirando la pared frente a ella sin expresión. Sus ojos estaban hundidos y rodeados de bolsas negras, su delgada figura era débil y pálida.

Buscó en la mesilla de noche las pastillas que le habían dado hacía una semana y las abrió de un tirón: ya casi no le quedaban.

Robin buscó su teléfono y se dio cuenta de que estaba en el otro lado de la habitación.

tecleó rápidamente su mensaje antes de mirar hacia su ventana, pensativa. su habitación estaba justo al lado de la escalera de incendios, podía entrar y salir fácilmente, pero Kirby podría entrar y ver que no estaba allí.

Robin volvió a coger su teléfono y empezó a teclear: "sé que es una posibilidad remota, pero ¿crees que podrías traerlos aquí? te pagaré el doble".

"Estaré allí en 20 minutos."

Robin dejó escapar un suspiro de alivio y abrió la ventana subiéndose a la escalera de incendios respirando profundamente el aire y su cabeza empezó a dar vueltas.

se sentó en la escalera de incendios durante lo que le parecieron horas, la sensación del aire frío mordiéndole la piel descolorida le puso la piel de gallina mientras se desconectaba. los ruidos ajetreados de las calles de abajo ni siquiera penetraban en sus oídos.

— ¡Eh! —  Robin oyó que Devon la llamaba desde abajo, sacándola por fin de su aturdimiento.

Robin miró hacia abajo haciéndole señas al chico para que se levantara y él subió corriendo los escalones oxidados con una sonrisa, — ¿cómo está mi mejor chica? — preguntó, observando su figura, dándose cuenta de que llevaba una fina camiseta de tirantes y pantalones cortos de ciclista.

sus ojos hundidos lo miraron fijamente y ella se encogió de hombros, — ¿tienes las pastillas? — murmuró.

Devon hizo un mohín sentándose a su lado, — esa no es la forma correcta de hablarle a alguien que te ha salvado el culo varias veces, ¿verdad? — bromeó, dándole ligeros besos en los hombros y Robin negó con la cabeza alejándose de el.

— No hagas eso, Dev — , murmuró ella, apartándose de él.

— Vamos nena, lo hemos hecho antes, ¿qué es tan diferente ahora?"

Robin se estremeció al oír sus palabras: — Estaba drogada, Devon. Me drogaba siempre.

se burló levantando el frasco de pastillas, — igual que lo estarás dentro de cinco minutos. eres una yonqui, necesitas tu dosis y yo soy la única forma de que la consigas.

la chica hizo un mohín mirándole desesperada, — esta es la última vez —  susurró, volviendo a mirar hacia su dormitorio con el corazón roto.

— Buena chica —  murmuró él, colocando el recipiente en sus manos mientras sus labios recorrían su cuello.

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