Marie & Lolé

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Paris, tan penumbrosa iluminada con las farolas, que sólo los animales nocturnos como nosotras recorren las calles.

Nos llegaban noticias de la guerra, los marinos, nuestros más frecuentes clientes nos cuentan todo sobre el conflicto que comenzó el año pasado en mil novecientos catorce. Estos tiempos tan oscuros dicen que nosotras les damos un poco de felicidad, a cambio de unas monedas.

Mi amiga Lolé esta triste, perdió su casa en un incendio con una familia dentro que ella les daba refugio, yo trato de hacerla reír un poco pero no sé hasta cuando su conciencia aguantara.

Le Rue de Braud, es nuestra calle preferida, cerca del puerto y de casa. Allí tenemos muchos clientes, tanto de día como de noche, las mujeres pasan nos miran con desprecio, los hombres se hacen los distraídos ante nuestra presencia.

Una tarde ella salió temprano a trabajar yo me retrasé, pero en el camino me crucé con un hombre alto de unos ojos color miel, una mirada profunda, su pelo rojizo brillaba debajo de su sombrero, y una barba de varios días sin cortar, que le daba una expresión seria, además de  un caminar tan seguro, mentón en alto, que ocasionó una distracción tal en mí que tropecé con un adoquín a medio salir en la calle.

Al ver mi distracción esbozó una sonrisa entre su barba, Lolé venia de estar con un cliente vio mi caída y me ayudó a levantarme, a la vez que miró a ese hombre, me pregunto ¿Quién es? Solo por curiosidad ella a sus pocos años había perdido interés por los hombres, el sexo era solo un trabajo para nosotras, a veces un placer momentáneo y otras veces era más que asco.

Los domingos por la tarde nos gustaba salir a pasear, recorríamos la ciudad por calles que sabíamos que nadie nos decía nada, aunque las miradas de reojo, los comentarios por lo bajo eran frecuentes. Otra vez nos encontramos con el hombre de la barba roja, hizo un ademan tocándose el sombrero para saludarnos, Lolé más atrevida que yo le dijo.

- Hoy no estamos de servicio

Él sonrió diciendo

- No deseo sus servicios, saludo por cortesía, vivo aquí cerca creo que nos vamos a ver seguido señoritas.

Yo acepte el saludo con una sonrisa y un movimiento de mi cabeza y el mirándome a los ojos dijo

- Lucien, me llamo Lucien

Yo con la voz entrecortada, mientras Lolé me tomaba del brazo para seguir caminando

- ¡Marie! Dije antes de seguir caminando

Con Lolé habíamos caminado unos metros, ella se detuvo se dio vuelta gritando

- Yo soy Lolé

Lucien dió vuelta la mirada, levantado su sombrero haciendo otro ademan de saludo para seguir su camino.

Una noche nos separamos con Lolé, cada una se fue con un cliente, los bares de La Rue de Braud estaban llenos de marinos, deseosos de un poco de carne. Yo me fui con Antoine un marino pesquero, era un hombre muy amable pero cuando se emborrachaba sacaba lo peor de si, en una callejuela me aprisiono contra la pared, apretándome con sus grandes manos, levantando mi vestido, apretó mi mejilla contra el muro, ante mi suplica de que fuera despacio que me hacía daño, parecía que eso lo hacía gozar más y aumentar su violencia, me apretó el cuello por detrás, sentía que se estaba bajando sus pantalones, su miembro me rozaba, quería que pasara todo rápido apenas podía respirar, comencé a llorar a pedirle por favor, siento un sonido de un golpe seco, su mano que estaba en mi cuello se deslizó suavemente en mí, a la vez que sentí a Antoine quejarse en el suelo, y ahí estaba Lucien con un trozo de madera en su mano.

 Yo me fui con Antoine un marino pesquero, era un hombre muy amable pero cuando se emborrachaba sacaba lo peor de si, en una callejuela me aprisiono contra la pared, apretándome con sus grandes manos, levantando mi vestido, apretó mi mejilla contr...

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Ayudó a acomodarme mis ropas, me acompaño a casa, yo solo le dije repetidas veces, gracias.

El solo se aseguró que yo estaba bien, por casualidad pasaba por ahí, sintió a una mujer llorar y quiso ayudarla.

En la puerta de casa me pregunto otra vez si estaba bien, le dije que sí y que estaba agradecida, el me abrazó y se fue.

Le conté a Lolé lo sucedido ella se preocupó por mí, pero le precio raro que justo Lucien pasaba por ahí. Ella desconfiaba de los hombres le sobraban razones, en cambio yo quería creer.

Él fue a verme, a la mañana siguiente, yo tenía una marca en mi cuello, y en mi mejilla, pero estaba bien, aunque me dolía mucho mi costilla no se en que momento me había golpeado allí.

Me despoje de la parte de arriba de mi vestido, no sentía pudor ante la mirada de él, me dijo que tenía un moretón en mis costillas derecha, él se acercó tocando la zona de mi espalda preguntando

- ¿Duele?

Hice un quejido de dolor, me dolía y mucho. Atiné a taparme mis pechos, era la primera vez en años que sentía pudor, ¿pudor de qué?.
El pasó su mano suavemente por mi espina dorsal, instantáneamente se me erizó la piel, sentí su tacto cálido en mí cadera, y en mis hombros, otra vez había algo de vida en mí, experimentar un deseo genuino por alguien que apenas conocía, un don nadie que sacudía todo mi ser, ese instante lo guardaría toda mi vida, creo que era la primera vez que hacia el amor con alguien sin necesidad de sexo.

Le conté a Lolé lo sucedido ella reía a carcajadas, me decía

- ¡Estas enamorada!, me vas a dejar porque te vas a ir con él- a la vez que hacia un gesto triste en su cara.

- Sabes que por nada del mundo te dejaría.

Yo me sentía feliz por ella, era hermoso verla reír de esa manera, he pasado noches dormida junto a ella tomadas de la mano, tenía pesadillas de esa madrugada que llegó a su casa estaba esa madre con sus hijos quemados, fue solo una desgracia una mala pasada, pero ella se culpaba, por haber deseado que les pase algo, estaba cansada de esa mujer, de sus niños, pensaba cuando se van de casa, hasta llegó a arrepentirse de haberlos ayudado, pero ese mal paso del destino, ella ni nadie lo esperaba.

Era mi hermana del alma, juntas siempre una para la otra, no teníamos familia, pero nos teníamos a nosotras, yo era capaz de matar por ella y viceversa.

Lucien seguía pasando por las mañanas, nos traía pan, u otras cosas para comer, Lolé en su curiosidad trataba de preguntarle detalles de su vida, pero el solo hablaba de sus viajes, había conocido Londres antes de la guerra, una ciudad oscura que le parecía repugnante.

París ya no me parecía tan deprimente, con él todo cambió, algunas noches yo llegaba de trabajar, Lucien ya estaba en mi habitación dormido, yo me acostaba a su lado, lo abrazaba, esperaba todo el día ese momento.
El insistía que en poco tiempo iba a poder dejar de prostituirme, pero mi condición era que ayudara a las dos, sin Lolé a ninguna parte.

Una tarde llegué a casa unas horas más temprano, Lolé no había salido, se sentía resfriada preferí que se quedara para recuperarse. Entré, había trapos y ropa tiradas por doquier, en su habitación la encuentro tirada en el suelo, tenía un golpe en su cabeza, la sangre chorreaba lentamente entre su cabello oscuro, al tocarla sentí que respiraba, y pude oír ruidos provenientes de mi habitación, telas que se rajaban, pasos y un murmullo de alguien hablando por lo bajo

- ¡Lucien! ¿Estas por ahí?- no contestaba nadie.

Ingresé a mi habitación él estaba fuera de sí, sacando ropas y trapos, me decía,

- Tengo que quemar esta casa, ella se debe quemar, como quemó a mi familia

Yo lo tomé de los brazos

- ¡estás loco!

El me apartó de un solo golpe, diciendo que le había pagado a Antoine, para que me golpeara y así poder ayudarme, todo lo hizo para acercarse a nosotras, solo quería quemar viva a Lolé, conmigo no tenía nada, yo podía huir.

Me tranquilicé o fingí estarlo, le pregunte a Lucien, que haríamos después que pase todo, él me contestó:

- Iremos al campo a vivir, allí no te faltara nada, ahí estaremos bien...

Mientras él hablaba yo observaba la habitación para aprovechar cualquier oportunidad y hacer algo.

Interrumpió la voz de Lolé, decía mi nombre, apenas podía pronunciarlo.

- ¡Marie!, ¡Marie!

Lucien se distrae mirando hacia donde estaba ella, yo aproveché ese momento, para tomar las viejas tijeras que estaban sobre la cama, clavarlas en su pecho, cayó de espaldas tropezando con un baúl que se encontraba detrás, yo me abalancé sobre él, esta vez clavando las tijeras en su cuello, el me miró fijamente sin parpadear y dijo.

- Je t'aime (yo te amo).

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