Capítulo único.

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   El comienzo del otoño era hermoso, las hojas de los árboles tomaban un color rojizo y amarillento, se descolgaban y llenaban las calles y veredas haciendo que el caminar crujiera. Las clases habían comenzado hace algunas semanas luego de las vacaciones de verano, un ambiente tranquilo y digno de disfrutar.

   El pequeño Mikage de tan solo doce años de edad, sentado en las escaleras al final de clases, esperaba algo. Esperaba que pasara algún suceso mágico, como él lo llamaba. ¿Y estamos hablando de Reo Mikage? Claro que no, esa es una historia que todos conocemos, ahora hablaremos del pequeño hijo fruto del amor de ambos personajes, Rio Mikage. Sí, Seishiro Nagi había dejado que su pareja pusiera el apellido, no le importaba demasiado aquello; con tal de tenerlos era feliz. 

   Pero no nos desviemos del tema principal, Rio, que cursaba el primer año de secundaria; era un chico tranquilo y pacífico, casi como su padre pero para nada perezoso más bien era paciente, eso era algo que Reo agradecía; pues ya tenía suficiente con su esposo. El pequeño Rio esperaba pacientemente algo.

   Sentado en las frías escaleras, miraba por la ventana que tenía enfrente. El cielo cambiaba de color y eso le parecía maravilloso, sus ojos amatistas brillaban mientras veía la tarde caer. La historia de sus padres le parecía algo mágico así que, elegía creer en la magia. Es por eso que se encontraba sentado en las escaleras.

   Bicho raro, le llamaban, y era así pues, nadie en su sano juicio se quedaría sentado sin hacer algo a orillas de las escaleras, observando una ventana como una estatua por largas horas. Era lo de menos, estaba seguro que algo pasaría. Tenía esperanza. 

   Tal como sus padres se conocieron, quería hacerlo de esa misma manera. Le gustaba esa historia y pedía que se la contaran cada vez que sus padres estaban desocupados. Por fin, hoy era el día en el que su larga espera daría frutos.

   Como todas las tardes desde que las clases habían comenzado, se sentaba a esperar la magia; la campana terminaba de sonar anunciando el final de la jornada, Rio acomodó sus cosas en su mochila y cuando estaba por salir del salón, lo detuvieron.

—Rio-Kun, espera —dijo una de sus compañeras, acercándose a él—. 

—...Naomi... 

—Te quería preguntar si quieres venir a tomar algo con nosotros —la niña apuntó a gran parte de sus amigos, Rio sabía que no era completamente bienvenido así que se negó—.

—No, gracias. 

   Sí, así de secas sus palabras habían sido. La niña se sintió un poco apenada por haber sido rechazada pero aceptó su respuesta. 

—Entonces para la próxima. Nos vemos, Rio-Kun.

   Sin perder tiempo, Rio se dirigió a las escaleras del tercer piso, a pesar de que su salón se encontrara en el primero, era una rutina y costumbre subir todos los escalones hasta llegar a aquella misma. Las posibilidades de que alguien anduviera por ahí eran de un 0,01% pero vaya que le tenía fe a esa magia. 

   Minutos y minutos pasaron, ni una señal de magia aún; estaba por levantarse pero alguien o algo chocó contra su espalda y al no tener asentado sus pies en el suelo correctamente, se fue de boca hacia abajo. 

   Hubiera rodado hasta el final e incluso hasta el segundo piso de no ser porque alguien tomó con fuerza su saco, impidiendo que siguiera su rumbo. Agradecía haber cubierto su cabeza con sus brazos, sino, seguramente estaría desmayado. 

— ¡Dios! ¿Estás bien? —escuchó de aquella persona mientras veía como se agachaba a su altura—.

—...U-Ugh... Duele... —murmuró abriendo sus ojos poco a poco, tocando su boca y parte de su nariz—.

La magia en un encuentro💫💫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora