«Luces, cámara, acción!»
El chico dorado de red bull era astuto, perspicaz, frío, calculador y decidido. Él sabía lo que le convenía. Tenia el mundo en la palma de sus manos y no planeaba soltarlo.
Con lo que no contaba el joven promesa, era que, de...
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Amaya Lombardi
La vida puede cambiar de un día a otro. Lastimosamente puede dar giros drásticos, que te pueden entregar el mundo, pero al mismo tiempo arrebatarlo de tus manos.
En ocasiones es injusta, es despiadada y frívola. Te enseña a ser más fuerte, a dar los golpes primero antes de que te golpeen a ti.
Pero por primera vez, no quería golpear de vuelta. No quería hacer nada más que ahogarme en el whisky que estaba en mis manos, entrar a la reunión que llevaba poniéndome de los nervios hace meses y acabar con esto.
Llevaba meses esperando una oportunidad de dirigir por mi propia cuenta una filmación. Por fin me habían dado luz verde para poder poner mi nombre en lo más alto, pero justo en el momento más bajo de mi vida se me dan las cosas.
Lo único que me quedaba actualmente era este trabajo; este sueño. Esto era lo que tenía para lograr salir del hoyo en el que estaba metida hace par de meses atrás.
Familia. Compromiso. Amor. Amistades; Fracaso.
Tenía claro que dirigir este documental era arriesgado, pero luego de perder todo lo que creía que era 'para mi' ya no me importaba fallar una vez más.
Sabía que todo era una pantalla, una nube de humo para cubrir el desastre social que había estado siendo últimamente el piloto principal de Red Bull. Estaban desesperados por encontrar una manera de sacarlo a flote públicamente y decidieron que esta era la mejor forma.
Había tomado en mis manos unos de los proyectos más importantes para el área deportiva. Sabia que debía ser minuciosa. Era un proyecto arriesgado que debía salir totalmente bien; debía ser literalmente una salvación.
Había perdido mi relación de ocho años, a mi prometido, a mis amigos y alejado de mi familia. Todo esto por una persona, que decidió que quería lo que yo tenía.
¿Qué más podía hacer? la mujer que se había encargado de arruinarme la vida en menos de dos meses estaba en aquella sala de reunión, esperando a quitarme algo más; mi trabajo.
—Amaya, admiramos tu entusiasmo, pero este es un proyecto sumamente importante. Nos están pagando millones por esto. Necesitamos a alguien con experiencia. —Explicó el hombre frente a mi.
Suspiré en mi lugar tratando de calmarme. Debía de mantenerme cuerda si quería que esto funcionara.
—Entiendo, pero no puedo ganar experiencia sino me dan la oportunidad. —Respondí. —Llevo tres años en esta empresa, Ray.
Sentía la mirada de la mujer frente a mi quemar. Ambas anhelábamos este trabajo. Estábamos dispuestas a conseguirlo sin importar nada.
