La Sombra

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Llego a casa, es tarde, me asomo a mi habitación, Lorena duerme plácidamente, voy a ver a Amelia está dormida abrazada a su muñeco del principito.

En la heladera hay un pedazo de tarta, unos tomates, es una holgada cena, pero justa para antes de irme a dormir.

Después de una ducha, el insomnio me puede, prefiero prender mi computadora e intentar escribir algo para saciar mis ganas de contar alguna historia.

Ya es sábado por la madrugada, llevo más de una hora escribiendo, el silencio es atroz, solo los sonidos de los botones del teclado hacen eco en mi espacio, mientras que una luz dura de una lámpara de pie produce una sombra exactamente duplicada de mí.

En algunas pausas de inspiración juego con esa sombra, levanto mi brazo derecho, saludo a la pared, y sigo.

La historia que escribo, se trata de una persona manejado su auto a altas horas de la noche, cuando se cruza a una misteriosa mujer de vestido blanco, ella le dice: se tu futuro, tienes algo que te persigue, piensas que es tu sombra, pero está allí al acecho desde el bajo astral esperando su oportunidad.

Refriego mis ojos por debajo de los anteojos, me levanto a tomar un vaso de agua. Al sentarme de nuevo, veo que mi sombra demora un instante en sentarse, quedo observando, sonriendo a la pared, (son ideas mías, la historia que escribo me está afectando).

La sombra se oscurece aun más, miro a la pared, vuelvo al monitor, (creo que ya debo ir a dormir) pienso.

Otra vez me detengo en la pared, mi sombra está exactamente igual, pero esta vez se despega su cabeza de la pared, salto de mi silla de un golpe y unas palabras salen de esa figura humanoide totalmente negra.

—¡Llego tu hora!

—¿Sos la muerte? Le pregunto.

—¡No lo soy!, pero nosotros somos los creadores de la muerte para ustedes.

Esa figura se despega totalmente de la pared parándose frente a mí.

—Entonces ¿por qué llego mi hora? Pregunto tembloroso y paralizado.

—Vengo a tomar tu lugar, vas a ser ese escritor exitoso que siempre quisiste, pero ese voy a ser yo. Igual como lo hicimos con Orwell, cuando escribió 1984.

Pienso que ¡esto es un sueño! luego de cenar y ducharme en realidad fui a la cama.

—No es un sueño, esto es más real que tu realidad.

La sombra contesta mi pensamiento, a la vez que se ilumina cambia de negro a un color gris, se materializa de a poco un rostro, pelo, una sonrisa, un cuerpo exactamente igual a mí.

—¡Ya está!, ahora soy tu.

Trato de salir de escapar, pero mi cuerpo esta petrificado, tieso, una sensación horrible y desesperante, mi otro yo se acerca, poniendo su cara frente a la mía, me quita mis anteojos, se los pone, diciendo.

—¡Ahora estoy completo!

Yo desesperado y enojado intento gritar.

—¡Hijo de Pu...!

Mis labios se sellan, posa su mano en mi boca luego con el dedo índice en sus labios dice.

—Shh, ¡vas a despertar a Lorena y a mi hija! ¡Más respeto che!

Mis pensamientos no paran ¿qué hago?, ¿cómo puedo escapar?

—¿Escapar? Jajaja... Imposible, vas a desaparecer, pero te voy a conceder por un rato ser mi sombra para que veas como tomo tu vida y nadie se da cuenta.

Mi otro yo posa su mano en toda mi cara, quita la mano haciendo un sonido con su boca.

—¡Bum!

En ese momento, mi cuerpo comienza a oscurecerse y me arrastro automáticamente hacia la pared, intento resistirme, pero es una fuerza inmensa que me lleva a la nada hasta quedar en el lugar donde debía proyectarse mi sombra.

Intento gritar no puedo, no hay sonido, hay vacío no hay absoluto, solo mi conciencia en la pared, soy mi sombra.

Comienzo a desesperarme, veo que Amelia se despertó, camina hacia el living, arrastrando su principito por el suelo, ve a mi otro yo de espaldas y dice.

—¿Pá?

—¡Anda a dormir hijita! Que es tarde.

—¿Dónde está mi papá? — Contesta Amelia

—Soy yo, ¿quién más puedo ser?

Amelia lo mira fijo, sonríe diciendo.

—¡Lo esencial si es visible a mis ojos!

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