El primer día de clases, como tarea escolar, te piden que redactes tus momentos más importantes durante las vacaciones. En realidad, nunca supe qué escribir. Nadie estaría lo suficientemente interesado en escuchar cómo una chica preparaba un cereal en compañía de su gato a las doce de la noche, casi todos los días. O que pasaba la mayoría de las veces sentada viendo una serie, sin realmente importarle nada de lo que ocurría a su alrededor. Solo era ella y un mundo ficticio. Si estaba construido de manera adecuada, se quedaba lo suficientemente embelesada como para quedarse viendo toda una temporada hasta el amanecer. Una vez que terminaba, se sentía... incompleta. Como si le faltara una parte de sí misma y no hubiera nada en el mundo que pudiera reemplazarlo. Después de eso, pensaba que lo mejor hubiera sido ver un capítulo por día para no sentirse tan miserable. Al final, terminaba quedándose dormida, o al menos eso me pasa a mí.
Este tipo de cosas son mi pan de cada día. No hay nada emocionante ni importante que pueda compartir con mis compañeros. Nunca podría compararse con los alucinantes viajes de Natasha a la isla Barbuda o a los alejados templos de Japón. Ni siquiera a los paseos familiares de Mathias a las playas más recónditas de nuestro país, con hoteles de 5 estrellas y cócteles que te cuestan un ojo de la cara para ser solo fruta con hielo y alcohol.
Bueno, mi punto es que esa tarea en específico, la odiaba. Me obligaba a exponerme de una manera tan forzada ante todos, obligándome a mentir, a decir que había pasado unas lindas vacaciones en la casa de campo de una abuela por parte paterna o que nos habíamos quedado en casa realizando actividades familiares.
La maestra decía que era una forma de aumentar la confianza y agradecer por todo lo que el planeta pone en nuestros caminos, que si lo analizábamos, era una manera de pensar que era lo mejor para nuestras vidas. Si todos esos acontecimientos traían algo beneficioso, y si no era el caso, estábamos a tiempo de cambiar y tomar otros rumbos.
"La juventud es su mejor momento, solo vivan su presente y traten que sus elecciones los hagan buenas personas", eso lo decía todos los días, hasta el último día que tuve que pisar las baldosas descoloridas para mi graduación. Siempre busco dar consejos que queden en los corazones de los jóvenes que no se encuentran.
Tal vez lo decía por mí, no estoy segura, pero sí, sus palabras las recuerdo hasta la fecha. Digamos que terminan atormentándome mientras observo cómo los jóvenes hacen todo lo que alguna vez quise ser, pero jamás lo intenté.
Ahora solo soy una chica de 24 años solitaria que toma expreso todas las mañanas en un café que queda frente a mi antiguo colegio. Una vez terminado y pagado, me someto a largas horas de trabajo tortuoso porque mi título (que nunca quise) no me ayuda a conseguir un trabajo que valga la pena.
Lo sé, una vida asquerosa. Ni yo comprendo por qué permití que todo sucediera así. Quizás... no lo sé, fui muy tonta como para admitir que en gran parte es mi culpa, pero soy demasiado orgullosa como para aceptarlo.
No quiero y creo que no pienso hacerlo. Seguiré siendo como soy.
Seguiré estando sentado en las butacas de un café, observando la maravillosa y caótica vida de adolescentes hormonales en plena flor de la juventud, mientras despotrico mentalmente que mi jefe es un inepto depravado y que mi café no está lo suficientemente cargado para quitarme el dolor punzante de mi cabeza. Sí, claro que sí, lo mejor es hacer eso.
Paz, paz, busca tu paz. Solo disfruta del café...
¿A quién engaño?
Este café está arruinando mi día.
– Disculpa, ¿podrías por favor hacer que este café esté más cargado? Si no es mucha molestia, pagaré lo que tenga que pagar con tal de no arruinar lo único bueno en mi vida – le digo con voz cansada al camarero de estatura promedio y cabello castaño que estaba limpiando unas mesas a mi lado derecho. Él detiene su actividad para mirarme y luego suelta el trapo que estaba lleno de desinfectante.
– ¿Hay algún problema con su bebida? – pregunta para luego acercarse a donde estoy ubicada.
Yo, agobiada, lo miro. – Sí, no está lo suficientemente cargado. Quisiera que me trajeras otro, por favor.
Él alterna su mirada de mí al café y luego asiente antes de llevarse mi taza. Yo solo puedo masajearme la sien, luego tomo mi celular y reviso si mi supervisora no me ha enviado ningún mensaje anunciándome que inesperadamente debo comenzar mi turno más temprano de lo que debería. En su lugar, me encuentro con 120 mensajes del grupo de trabajo anunciando que muy posiblemente el mes que viene habrá nuevas campañas en las que nos tendremos que esforzar para vender a los clientes la mayor cantidad de productos, y más cosas. Quiero recalcar que el último mensaje dice claramente: "El que no presente sus avances de las campañas será candidato para ser incluido en la lista de reducción de personal." Y eso solo logra amargarme más.
– Aquí está, señorita.
El muchacho deja cuidadosamente el café sobre la mesa y luego se queda ahí esperando.
– ¿Necesitas algo? – le pregunto mirándolo de arriba a abajo.
– Solo espero a que pruebes el café y me digas qué opinas – dice mientras cruza sus brazos sobre su pecho.
– Hmm... entiendo – expreso sinceramente.
Este café suele tener empleados que se preocupan mucho por temas de devoluciones y quejas para mejorar sus productos. Siempre la opinión del cliente importa, o al menos eso dice el gran cuadro que cuelga en la solitaria pared blanca de la entrada. Miro mi bebida, que está tan oscura y aromática que atrae a mis papilas gustativas a probarla.
Ahora sí que es perfecto.
– Está mucho mejor, te lo agradezco. Me salvaste el día.
No digo más, lo miro una última vez y luego vuelvo a mis pensamientos. Y bueno, él, no estoy tan segura si me respondió o no, pero sí noté que se quedó un rato parado a dos pasos de distancia de mí, para luego alejarse y regresar a lo suyo.
Bueno, ya no importa. Disfruta tu café, Genevieve."
Espero que te haya gustado.
Escrito con mucho amor, para ti mi querido lector.
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La del problema soy yo...
Short StoryCobarde, siempre fui una cobarde. Nunca fui la persona más abierta ni tampoco la más popular. No había algo interesante que mostrar, ni nada en mi persona que fuera especial. Me cerré ante todo, porque me asusta intentar cosas nuevas. Por eso me est...